La absoluta e inmensa mayoría de la población, imbuida por la propaganda oficial y por la visión que se le ha inculcado desde la infancia, considera, cree, está convencida que la democracia actual consiste en que, el ciudadano ejerciendo su voto libre, y conjuntando una mayoría, puede hacer que un individuo con el que simpatiza o que considera humano, pueda llegar a gobernar. Se equivoca; ningún candidato independiente por muy noble, bueno o estimado que sea, puede llegar a ganar una elección pues, aunque no lo acepten y digan lo contrario, el aval y registro de un partido para llegar a ser candidato a un puesto de elección popular cuesta dinero y, si no lo desembolsa, contante y sonante, no hay tal aval ni registro.
Para hacer campaña publicitaria en los medios escritos, radio, televisión, digitales, anuncios, espectaculares, pinta de bardas, perifoneo, etc...todos cuestan dinero.
Reunirse con individuos o grupos que pueden apoyar y otorgar su voto, trasladarse a los lugares en donde se encuentran, otorgar apoyos, etc...también cuesta dinero.
Convivir con periodistas, dueños de medios de comunicación, con diferentes sectores de la población y pagar los gastos que esto implica: cuesta dinero.
Defenderse de ataques, "pactar" y/o neutralizar a los grupos e individuos que se oponen o atacan, aprovechando estas coyunturas para obtener beneficios: cuesta dinero.
Realizar encuestas y mentir o difundir la verdad sobre el proceso: cuesta dinero.
Previo al proceso, o en el momento de la elección, la compra de votos para ganar, emparejar las votaciones o acciones de los grupos contrarios y garantizar el triunfo: cuesta dinero.
Y una vez ganada la elección, pagar abogados que impugnen o defiendan el triunfo electoral y que impidan o anulen la elección en caso de haber triunfado; en todas las instancias que intervienen también: cuesta dinero.
Celebrar el triunfo: cuesta dinero.
Y, si lo anterior no es ningún invento mal intencionado, venenoso, o pesimista, sino una realidad cruda, amarga, vigente en nuestro país, que la inmensa mayoría de la población en su ingenuidad o desconocimiento cree o piensa que la democracia es el voto que se le permite dar cada cierto tiempo, quienes así lo conciben están equivocados. No es la elección libre, limpia y razonada, la más conveniente para la mayoría, la que gana, sino una opción totalmente diferente y distinta a los intereses del pueblo pobre.
Cuando menos en los momentos actuales, la democracia, que tanto se pregona, se ha convertido en una verdadera farsa en la que solo los que tienen dinero pueden participar y ganar. La democracia está sesgada precisamente por el dinero. Solo quien tenga solvencia o sea poderoso económicamente y pueda pagar todos los gastos mencionados, podrá ganar y gobernar. Por cierto que lo único que hará, será recuperar sus gastos y enriquecerse lo máximo posible.
El problema está con la democracia; se juega y se gana el bienestar o el deterioro de toda una sociedad. En ese sentido, es o puede ser una poderosísima arma para cambiar y mejorar el entorno social y material en que se vive. Los pobres de México deben entender que su voto no tiene precio e, independientemente de que, antes o al momento de la elección, se les oferten miserables cantidades de dinero, no se puede ni se debe vender.
Si no entendemos esto y nos seguimos comportando como hasta ahora, nunca vamos a cambiar la situación en que vivimos.
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