MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La flama que se volverá llamarada

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En estas fechas en las que comienza a verse por las calles a la gente corriendo en busca de regalos, comprando la cena navideña o apurados por llegar a las diferentes terminales de autobuses o incluso aeropuertos para poder llegar a tiempo a celebrar con sus familias la conocida cena navideña, no puede escaparse de mi mente la imagen del cuento del danés Hans Cristian Andersen “La pequeña cerillera”, relato que muchos conocerán y que nos retrata el rostro más feo y doloroso de estas fechas.

La pequeña cerillera era una niña de no más de 10 años, que se encontraba, justo en estas fechas, a las afueras de lujosos restaurantes, sobre la nieve y descalza tratando de vender pequeñas cajas de cerillos, esto para poder llevar algo de dinero a su familia. Mi imaginación la ve vestida con un vestidito hecho de varios trozos de tela, que a pesar del frío casi nada pueden cubrirla, sin un suéter que le hiciera menos lacerante el frío del invierno y sin guantes que pudieran cubrir sus manitas.

Mientras esperaba a que algún transeúnte o algún comensal de esos restaurantes volteara a verla, se apiadara de ella y le comprara unos cerillos, ella veía hacia adentro como las familias e incluso, cómo otros niños, comían y reían al calor de las chimeneas; ante esta situación y con la esperanza de encontrar un refugio donde no estuviera muriendo de frío, su pequeña imaginación la llevó a comenzar a prender cada uno de los cerillos que tenía; ante cada nueva flama, que de paso la ayudaba un poquito a calentarla, ella se imaginaba en una casa grande y calientita rodeada de su familia, prendía otro y ahora estaba abriendo regalos, otro más y ahora disfrutaba de una cena calientita y abundante, como la que jamás había tenido, y así durante toda la noche siguió imaginando aquello que nunca estaría a su alcance. La noche terminó, y con ella, las esperanzas y la vida de la cerillera, pues al acabarse los cerillos, murió congelada.

Esta narración en forma de cuento, al igual que muchas de las grandes obras literarias, no es otra cosa que la interpretación de la realidad que sufren millones de niños mexicanos. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas inglés) dio a conocer que, en nuestro país, el 51 por ciento de los niños y adolescentes viven en situación de pobreza, y de ellos, cuatro millones en pobreza extrema.

Por otro lado, Infobae dio a conocer que son 2.5 millones de niños mexicanos los que no asisten a la escuela, porque no cuentan con las condiciones necesarias para asistir, y que son 3.2 millones más los que se ven obligados a trabajar en situaciones precarias para poder ayudar, a solventar económicamente las necesidades de sus familias, pues como es sabido, la situación de hambre y pobreza que existía desde hace muchos años se agravó con la pandemia.

El hambre, la explotación y la falta de oportunidades es la realidad cruel y fría por la que deben atravesar nuestros niños. Y es, en esta desgarradora situación, que los medios de comunicación y las redes sociales, se llenan de publicidad y comerciales que los hacen soñar con algo que por mucho que “le echen ganas”, nunca podrán alcanzar.

Esta realidad la viven no solo los menores, sino millones de familias completas, para quienes estas fechas no significan otra cosa que un día más en el que tienen que ir a vender lo único que tienen, su fuerza de trabajo, y conformarse con los precarios salarios que reciben. Si uno pone atención y ve más allá de lo que sus ojos le muestran, se percatará de que los negocios, como restaurantes, hoteles, gasolineras, casetas de cobro, entre otros, no dejan de funcionar. ¿Sabe usted por qué?

Pues porque precisamente son esos trabajadores quienes los mantienen funcionando, los que no llegan a su hogar con su familia y mucho menos a celebrar, pues no hay mucho por qué hacerlo. Pero no dejemos de lado que este año, más que el anterior, miles de sillas estarán vacías en las mesas, miles de luces ya no prenderán más, pues la pandemia, que no fue controlada por el gobierno federal, nos dejó más muertes y, lamentablemente, la inmensa mayoría pertenece a las filas de los trabajadores.

Pero esto se refiere solo a los trabajadores que están registrados dentro del empleo formal, pero la gran mayoría, 31 millones (el 56 por ciento del total de habitantes en edad de trabajar) pertenecen a las filas del empleo informal, al igual que la cerillera de nuestro cuento, y que muchas veces no pueden regresar a sus hogares hasta que terminen de vender lo poco que llevan, pues de eso depende su sobrevivencia.

No olvidemos que los camiones que circulan por todo nuestro territorio llevan dentro a trabajadores mexicanos; no olvidemos cada que pasemos por una caseta que también ahí está nuestro pueblo; no olvidemos que las terminales de autobuses y aeropuertos, se sostienen gracias a nuestra gente, pero sobre todo, no olvidemos que al igual que la pequeña cerillera, son nuestros hermanos de clase los que a través de los aparadores y prendiendo cerillos, intentan ver y vivir una realidad que no les sea tan dolorosa.

Ojalá que, en los tiempos venideros, esa paqueñita flama se vuelva una inmensa llamarada que dé calor y cobijo a todos los que lo necesiten; ojalá que el pueblo entero se dé cuenta que Antorcha es capaz de brindarles una realidad y un país diferente que no quedará solo en su imaginación, sino que esa llama en un futuro nos dará calor y alumbrará a todos. Así será. 

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