MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La guerra contra el gigante asiático

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Cuando el mundo multipolar se abre paso, la respuesta de quien ha llevado las riendas de manera hegemónica en el mundo desde 1945 a la fecha, Estados Unidos y, con más claridad, desde la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en 1991, sintió que no habría futuro ni cambios ya en la composición de su poderío; sin embargo, todos los imperios, por fuertes que sean o hayan sido, han caído inevitablemente y lo mismo pasará con el caso en comento.

Si ya desde la Segunda Guerra Mundial, después del lanzamiento innecesario, pero intencional como medida de demostración de fuerza, de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, Estados Unidos orquestó todo un plan para hacerse con el mundo, imponiendo la creación del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organización en la que el derecho de veto de Estados Unidos pone freno al levantamiento del bloqueo en Cuba, cuando cada año la inmensa mayoría de los países miembros lo condena; de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que inició con 12 países y hoy suma a 32, con lo cual cercan a Rusia; generó, con todo ello, una estructura de control del mundo.

Cierto es que entre 1945 a los años noventa, se generaron también tensiones porque la URSS era un competidor serio en el mundo, de manera que Estados Unidos continuó la llamada “guerra fría” en la cual, mediante el poder blando, es decir, mediante el factor ideológico: escuelas, películas, canciones, revistas, etc., fue generando en el mundo una postura anticomunista. Dentro de ese plan, usaron el principio de “divide y vencerás” por lo cual negociaron con China en los años setenta y con la política llamada “reforma y apertura”, impulsada por Deng Xiaoping se generó en el mundo la impresión de que el bloque socialista estaba dividido y que China pasaba al campo de la economía de mercado.

Con lo que no contaban los norteamericanos es que China no se alejó de los principios marxistas y que el Partido Comunista de China no se alejó del pueblo, sino que a la par con la construcción de una nación moderna, de forma gradual, se construyó un modelo de desarrollo al que le llamaron, por aquel entonces, “socialismo de mercado”, el cual tenía el propósito de promover el desarrollo económico integral, la inversión de capital, el control de los sectores estratégicos, el apoyo al pueblo, el fortalecimiento de la educación general y de la educación técnica en particular, el desarrollo de las vías de comunicación y el impulso a la actividad tecnológica, primero armando televisiones y luego, creándolas; o bien, creando pilas y luego vehículos eléctricos, como la empresa BYD.

Mientras el Gigante Asiático se fue desarrollando con grandes ganancias del capital norteamericano y extranjero en general, gracias a la explotación de la mano de obra que recibía bajos salarios, pero que trabajaba esforzadamente, Estados Unidos seguía su guerra política y comercial contra el bloque socialista. Al llegar a los años noventa, la URSS fue debilitándose por las divisiones internas, la burocratización del partido comunista, su alejamiento del pueblo y la incapacidad de adaptarse a los cambios tecnológicos en la producción de mercancías, hicieron que las mercancías producidas en rusia fueran de mala calidad y costosas, de manera que el capitalismo se sobrepuso en calidad y precio de los productos, por lo que se fue gestando una inconformidad permanente en el pueblo ruso hasta que la gota derramó el vaso en los años noventa. Con la caída del socialismo y la inserción al campo capitalista de China, cuando menos eso estimaban los norteamericanos, se creyeron solos en el mundo y ya sin contrapesos. Así, impusieron al mundo el modelo neoliberal y los tratados de libre comercio. México también fue víctima de esa “apertura comercial” y el resultado ya lo vemos, hoy hay ricos más ricos, muchos más pobres y seguimos siendo un país atrasado en muchos sentidos.

Con lo que no contaban los norteamericanos es que en China se estaba gestando un nuevo modelo de desarrollo, en el marco del capitalismo, pero con un estado con visión socialista, fuerte, poderoso y superior al suyo y tampoco contaba con la mente estratégica de Vladimir Putin quien logró sacar en poco tiempo a Rusia del atraso económico para convertirle en una nación poderosa y competitiva, pero con armas modernas para su defensa.

El surgimiento de estas naciones con una visión nueva y distinta a la hegemónica plantea la creación del mundo multipolar y la gestación de un nuevo orden social que tiene sus primeras manifestaciones en el nacimiento de los BRICS. El desarrollo científico de la producción en China, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas de alta calidad, como dice el presidente Xi Jinping, logró, en el marco de la competencia comercial, de la competencia del mercado, superar a los países capitalistas en varios rubros. Por ejemplo, Elon Musk, hace 10 años se burló en un programa de televisión de los carros eléctricos BYD y hoy, como dice el pueblo mexicano, como marrana en portillo, chilla y exige que los países capitalistas les impongan aranceles a los carros BYD, pues, de lo contrario, no va a poder competir con ellos.

Canadá, por ejemplo, ya anunció un arancel del 100% a los carros eléctricos chinos. ¿Qué pasó con el principio del libre mercado? ¿Qué fue de aquel respeto al sacrosanto mercado y sus leyes? Acá se aplica la máxima mexicana: “hágase la voluntad de Dios, pero en los bueyes de mi compadre”, no en los míos. Ante la incapacidad de competir: las sanciones, las amenazas, la guerra. Así opera el imperio, pero le queda poco, pues una vez que entra en su espiral de decadencia, como dice Marx, haga lo que haga, no tiene remedio.

Así se explica la guerra permanente contra el gigante asiático tanto en el terreno militar, azuzando a Taiwán, como en el terreno económico y político. Los Estados Unidos están perdiendo su hegemonía y como león herido está lanzando zarpazos a diestra y siniestra, y ese es un signo más de su debilidad. Ahora, los malos de la película son los chinos, “hay que sancionar a las mercancías chinas”; se lanzan campañas en contra de los carros eléctricos chinos; se imponen aranceles, pues les están arrebatando el mercado; amenazan cerrar empresas emblemáticas como Volkswagen (pues las sanciones al gas ruso y la competencia leal de los carros chinos les ha debilitado) y la culpa es de los carros eléctricos chinos que son baratos y de buena calidad, ese es el mal.

El modelo de desarrollo de China es un ejemplo que debemos estudiar, pues ha sacado de la pobreza a su población, tiene mercancías al alcance de la gente, tiene trabajo y condiciones de vida acomodada con modestia. Por el contrario, en Estados Unidos, gracias al modelo egoísta e imperialista, hay más pobreza, desempleo, enfermedades, casas vacías y, en contraste, gente que vive en las calles de Estados Unidos.

México debe, por tanto, fortalecer sus lazos económicos, comerciales y políticos con China; lejos de frenar el ingreso de mercancías chinas, lejos de imponer aranceles a las mercancías que vienen de China, hay que abrirles paso pues así los mexicanos estaremos en condiciones de acceder a mercancías de buena calidad y a precios asequibles; a la par que el pueblo unido y organizado estará en condiciones de construir el socialismo con características mexicanas.

 


 

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