En los días que corren, los medios de comunicación y las redes sociales resaltaron el lamentable hecho de la desaparición forzada de cinco jóvenes originarios de uno de los municipios de Los Altos de Jalisco.
La constante frecuencia con que pasan estos casos nos ha acostumbrado a ver estos lamentables acontecimientos como algo común desde hace varios años ya, tan común como cuando se abren las puertas de las farmacias a las 8:00 horas todas las mañanas. La gente pasa desapercibida de este hecho; poco le importa cuantas farmacias hay en la ciudad y a que horas atienden a sus clientes. Así de comunes se han hecho en nuestra sociedad los acontecimientos delictivos.
Se percibe en el ánimo de la gente indignación, desaprobación y coraje; se crea en la comunidad local la idea de que solo aquí donde vivimos pasan estas lamentables cosas, que es algo fortuito y casual, la gente ya no se pregunta si hay alguna razón que explique por qué se dan estos casos en nuestra sociedad. Es lamentable que la gente se quede con la idea de que esta situación de inseguridad solo existe aquí en el estado de Jalisco.
No hacemos panegíricos ni mucho menos nos es indiferente la situación de inseguridad en que vivimos, una situación que cada día que pasa se hace más evidente e intolerable, porque sucede en todas las ciudades que tienen alguna relevancia en nuestro país.
Como afirmo líneas arriba, ya son comunes estas desapariciones forzadas en todo nuestro país. Estoy seguro de que no es mi percepción la que crea esta idea en mi cabeza, o alguien crea que tengo el afán de hacer menos el “colosal esfuerzo” que hace el presidente y los integrantes de su gabinete para brindar bienestar a los mexicanos. La idea que tengo de la situación que hoy vivimos es solamente un reflejo exacto de la realidad que todo mundo, le guste o no, hoy vive.
Si los jaliscienses hoy le damos particular importancia y nos inquieta conocer la suerte de estos cinco infaustos jóvenes, es simplemente porque en esta ocasión sucedieron muy cerca del lugar donde habitualmente vivimos y trabajamos.
Vale entonces cuestionar ¿a quién responsabilizamos de esta lamentable situación social que en estos días alcanza ya niveles intolerables? ¿Quién o quiénes son los responsables de superar esta situación para bien de todos los mexicanos?
En su momento los responsables y dirigentes de la organización a la que pertenezco, y yo estoy de acuerdo con ellos, nos explicaron detenidamente y con mucha paciencia, para que nos quedara muy claro que, la política social que al inicio de la carrera por la presidencia enarboló El Peje y que se propuso ejecutar al llegar a la presidencia, era solo para convencer a incautos para que votaran por él; que una vez como presidente, solo se iba a demostrar su inviabilidad para hacer frente a la compleja situación social que caracteriza a nuestro país.
No es sensato creer que el programa social estrella de este sexenio; la “ayuda económica directa” que atiende solo a ocho por ciento de la población mexicana, garantice y mejore la situación de los mexicanos que viven en situación de pobreza. Los datos oficiales más conservadores registran un 43.9 por ciento; 55.7 millones de personas viven en situación de pobreza en nuestro país
Ahora, en el ocaso del periodo para el que fue electo el anteriormente flamante “candidato de la oposición”, nadie, ni él ni los integrantes de su gabinete, informan objetivamente por qué el bienestar social está completamente deteriorado. Tampoco hay la capacidad autocrítica para aceptar; o que no conocían las dimensiones reales de los problemas sociales que se propuso solucionar, o que simplemente se equivocó al creer que los problemas económicos y sociales de nuestro país se podían resolver solo pidiendo que levantaran la mano los pocos asistentes de los muchos mítines que aún organiza, para manifestar si están de acuerdo o no con alguna propuesta o toma de decisión que en ese momento se le ocurría.
La pobreza, la desigualdad y la inseguridad, son consecuencias directas de la fallida política social que implementa la actual administración federal. No tenemos la verdad agarrada de las orejas, por decirlo como se expresa coloquialmente el pueblo, es solo que la experiencia de los otros 195 países que hay en el mundo, en ningún momento de su historia registraron que, cuando algunos de ellos se propusieron resolver estos mismos problemas que hoy padecemos, lo hayan hecho implementando la errática política económica y social que en estos momentos se implementa en México.
No es sensato creer que el programa social estrella de este sexenio; la “ayuda económica directa” que atiende solo a 8 por ciento de la población mexicana, garantice y mejore la situación de los mexicanos que viven en situación de pobreza. Los datos estadísticos oficiales más conservadores registran un 43.9 por ciento; 55.7 millones de personas viven en situación de pobreza en nuestro país.
Ahora bien, ¿nada tendrá que ver el incremento de la violencia y la proliferación de grupos delictivos de todo tipo, con el propósito de castrar la calidad del proceso educativo de nuestros jóvenes estudiantes? Iniciaron suprimiendo de los planes de estudio en el nivel medio superior la enseñanza de la Economía Política y la Filosofía, ahora limitan la enseñanza de las ciencias exactas en el nivel básico. No se nos olvide que todas estas acciones están enfocadas para aplicarse en las escuelas donde asisten los hijos de los trabajadores; las escuelas públicas.
No siendo suficiente lo anterior, ahora se suma todo el relajo que se ha creado en torno a la distribución de los libros de texto gratuitos en las escuelas primarias, porque los responsables de la 4T encargados de su elaboración, no cumplieron puntualmente con la normatividad y los protocolos para su correcta elaboración.
No nos sorprendamos entonces que a diario nos enteremos que las víctimas de la inseguridad se sigan incrementando.
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