La pobreza es un fenómeno social de gran relevancia debido a que millones de personas no tienen una buena vida por la gran cantidad de carencias que padecen. Probablemente para muchos se trate de un concepto anodino, pero para otros quizá deleznable, o simplemente trivial, según la perspectiva o posición social de cada individuo.
Pero más allá del punto de vista que cada quien tenga, al tratarse de un indicador de la desigualdad social y la marginación, así como de la búsqueda de medidas de solución o mitigación, el tema cobra mayor importancia, más aún por tratarse de las condiciones sociales de las familias, cuando éstas se ven en la dificultad de satisfacer sus necesidades básicas, tales como la alimentación, salud, vivienda, o bien de infraestructura social (educación, drenaje, electrificación, pavimentación, recreación), en lo que se refiere a una pobreza de tipo económico; pero también hay pobreza ideológica, cultural e intelectual como consecuencia de la pobreza básica.
En una sociedad compleja, compuesta por distintas formas de pensamiento, habrán concepciones muy controversiales y hasta opuestas, de modo que cada quien responderá de acuerdo a su entendimiento e intereses propios. Periodistas, historiadores, científicos, empresarios, políticos y gobernantes; todos ellos hallarán una explicación a este fenómeno mundial, según su ideología o cosmovisión de dónde se parta.
Armando de la Torre (periodista hispanoamericano), dice que “la pobreza es el estado natural del hombre, porque nace desnudo”; que “la pobreza no tiene causas, en cambio la riqueza sí”. Asegura también que la pobreza se deriva de la desigualdad, y la riqueza, de la libertad y la propiedad.
Algunos campesinos y amas de casa también buscan su explicación, a veces esperanzadora, a veces tácita y con cierto nivel de resignación, afirmando que son pobres porque así nacieron y así morirán. A menudo le atribuyen su condición social a la divinidad, a un ser supremo que planea y decide quién será pobre y quién rico.
La clase acomodada (burguesía), entretanto, se ha empeñado en explicar que las verdaderas causas de la pobreza son: la falta de iniciativa o emprendimiento, la pereza, los vicios (como el alcoholismo, la promiscuidad, la drogadicción), las enfermedades, el crecimiento poblacional y la indisciplina, entre otras.
El Consejo Nacional de Evaluación de la política de desarrollo social (Coneval), órgano con autonomía técnica y de gestión, encargado de medir la pobreza y evaluar los programas del gobierno federal, por su parte, establece que el término se relaciona con la falta de ingresos de las familias (ingreso per cápita), al NO tener acceso a la educación básica, a los servicios de salud, a la seguridad social, a la vivienda de calidad, a los servicios básicos en las viviendas (electricidad, drenaje, agua) y a la alimentación; por lo que la situación se agrava a medida que alguno de estos factores empeora.
Pero, ¿de qué magnitud es la pobreza en el país?
El México de hoy alberga 126.01 millones de habitantes (Censo INEGI, 2020), de los cuales, 52.4 millones viven en situación de pobreza y el 10% en pobreza extrema (Coneval), es decir, más de 12 millones que viven en condiciones hostiles, con ingresos menores a dos dólares por día, sin la posibilidad de comprar la canasta básica de subsistencia. La revista Forbes, en el marco del día internacional para la erradicación de la pobreza (17/oct/2019), anunció que la pobreza es un flagelo que amenaza la vida de 4 de 5 personas en México, pese a los esfuerzos por combatirla. El diputado federal, especialista en Economía por el Colegio de México, Brasil Acosta Peña, asegura que son ya 91 millones los mexicanos pobres y 48 millones que viven en extrema pobreza.
Ante este avance, vale la pena cuestionarse por qué tantos pobres y quiénes son los verdaderos responsables de este enigma social, porque lejos de mitigarse o acabarse, sigue creciendo desmesuradamente.
Estudios científicos y corrientes materialistas revelan que la pobreza, así como otros males de la sociedad (corrupción, delincuencia, prostitución, desempleo, crisis, contaminación ambiental, inflación) son una cuestión ajena a los gobernantes, a los partidos políticos y líderes, incluso a los empresarios (los “generadores” de empleos). El problema es de fondo y de raíz; su origen es de tipo estructural. Comprobado está que mientras haya división de la estructura social (pobres y ricos), jamás dejará de existir la pobreza; tampoco se podrán invertir los roles de clases, ni siquiera una hipotética reconciliación entre éstas.
Hoy en día, sabemos que los programas asistenciales, paliativos de la enfermedad, fueron cancelados por el gobierno de la “4ª Transformación”. Seguramente había corrupción, pero al menos contribuían a la economía familiar. Ahora con la variante “Delta” del coronavirus, aunado a la política de austeridad nacional de Andrés Manuel López Obrador (fiel aliado del imperialismo yanqui), se agudiza aún más lo que ya estaba previsto desde la llegada de Morena al poder.
La humanidad está experimentando la crisis sanitaria y la recesión económica más brutal y catastrófica de todos los tiempos, de la que millones de desempleados e infortunados son testigos, gracias a este capitalismo.
Entonces, ¿estamos condenados a vivir en la miseria la gran mayoría de los mexicanos?
Tenemos en frente a un monstruo voraz, que crece y se expande en todo el mundo, sin importarle el sufrimiento de los más vulnerables, ni la contaminación ambiental ni la vida de millones de inocentes. El hombre por sí solo no podrá derribarlo, por muy fuerte que sea o muy decidido que esté.
Solo hay una vía: la educación y la organización de los pueblos como un solo hombre y un solo ideal, convencidos de que hay un sistema de gobierno alternativo, democrático e integral, que pueda representar a las mayorías con justicia y humanismo. Únete al #MovimientoAntorchista
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