El año está por finalizar y la transformación que Morena prometió a los mexicanos no se asoma ni por error. Ya está por concluir el segundo año de gobierno del presidente López Obrador y la tan milagrosa, esperada y deseada transformación no ha llegado a nuestras puertas. Todo parece indicar que tampoco en lo que resta del sexenio. Recordemos que en campaña el presidente mencionó que en cuanto llegara a la Presidencia se corregirían de inmediato (en el primer año) los problemas del país, en lo relativo a la seguridad, el empleo y su consigna emblema: la corrupción. En aquel entonces, en el 2018 obtuvo 30.11 millones de votos, pues un 53.19% de los mexicanos depositó su voto en un acto de fe, esperando ver ese deseado cambio. Sí cambiaron las cosas, sí, pero para mal: creció la inseguridad, hay 10 millones más sin empleo, la pandemia ha cobrado la vida de casi el doble de los mexicanos que López-Gatell señaló como situación catastrófica, y la corrupción sienta sus reales con mayor profundidad.
Pruebas del mal Gobierno actual son sólo algunas de las siguientes pues no alcanzaría este espacio para enumerarlas todas, ni mucho menos para detallar cada una de ellas.
El mal manejo de la pandemia. Es sabido por todos que la pandemia está afectando al país por múltiples aristas, puesto que no se requiere ser conocedor de los datos precisos, pues basta con los oficiales para darnos cuenta de la situación tan terrible que estamos sufriendo. Esto tiene una explicación, las malas decisiones en torno a las medidas preventivas para evitar que cundieran los contagios, así como la falta de apoyos para enfrentar la pandemia por parte del presidente López Obrador. él, que es el capitán del barco, está chocando contra los riscos sin saber sortear las olas, por lo que actualmente el barco se está hundiendo. Desde que inició la pandemia nunca se le ha tomado con la seriedad que se requiere, pues esa irresponsabilidad permitió que el número de contagios alcanzara los más de un millón 300 mil infectados, los más de 120 mil fallecidos por el coronavirus, números que aumentarán en medio de la saturación de los hospitales destinados a la atención de los enfermos de gravedad, que se debaten entre la vida y la muerte. Además, la incongruencia de lo dicho con lo que se hace, pues en días pasados hizo el llamado a la población a no salir ni a reunirse por las fiestas decembrinas, mientras él se realiza una gira al interior del país, que al parecer culmina en Palenque, Chiapas.
En materia económica, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se encarga de observar el buen funcionamiento de la economía mundial, pronostica en su último reporte, publicado el 2 de noviembre, una contracción económica para México del 9% en este año. Con el agravante de que este mismo organismo descarta una rápida recuperación rápida, como lo presume y nos quiere hacer creer el presidente, con su famosa recuperación en forma de "V&rdquo, y no de manera moderada, sino "modestamente”. Dada la situación, el gobierno debería apoyar a las pequeñas y medianas empresas, con aplazamiento de pagos, reducción o ajuste de créditos, apoyos fiscales, etc., que por la pandemia se están viendo afectadas. De igual manera debe cumplir con la obligación de apoyar a las personas que quieran iniciar alguna empresa del tamaño que sea con el fin de incentivar la producción.
En el combate a la corrupción ha sido un fracaso rotundo, ahora no sólo no se niega sino incluso se grita a los cuatro vientos, de manera descarada, y en ocasiones hasta se celebra, que se trata de "aportaciones del pueblo” (aunque se trate de recursos de procedencia ilícita), "no somos iguales” (aunque eso no significa que se sea mejor), "es un honor estar con Obrador” (aunque signifique perder todo rasgo de dignidad). Así pues, el acto de fe que dio la población, que fue precisamente porque estaban ya cansados del saqueo, de las estafas maestras, de las casas blancas, de los despilfarros y de la corrupción en el sistema de impartición de justicia, se está convirtiendo en una gran inconformidad. Todo lo que prometió cambiar López Obrador sigue incólume, pues continúa con Manuel Bartlett quien omitió, en su momento, declarar realmente su patrimonio; nada se hace, a pesar de los videos que muestran a su hermano Pío López Obrador recibiendo sobres de dinero y sin aportar ninguna información a la opinión pública, del curso que sigue ese caso; los contratos de Pemex otorgados a Felipa Obrador; el 80% de los contratos adjudicados de manera directa; el congelamiento de cuentas bancarias por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera a los adversarios políticos, y las calumnias por parte del presidente a las organizaciones civiles y a los organismos autónomos.
La causa de todo el mal o de su gran mayoría, se debe a la prepotencia, vanidad, arrogancia y la egolatría del presidente, puesto que a pesar de la realidad tan terrible en la que nos encontramos por sus las malas decisiones no analiza, no recapacita, no escucha a los intelectuales, instituciones o a los organismos internacionales, que avisan o incluso dan las recomendaciones oportunas para la toma de las buenas o para no tan malas decisiones. Culpa también es de todos aquellos que lo alaban como Dios todo poderoso, creador de todas las reformas, iniciativas de ley y obras que necesita el país, aquel que lleva vestiduras blancas y por último como el máximo intelectual del país.
El país necesita de un gobierno que sea consecuente, inteligente, dedicado a sus funciones, respetuoso de los demás poderes y de la ley, que no se aferre al pasado, sino que transforme y desarrolle al país, especialmente favoreciendo a los más desposeídos y a los más vulnerables. ¿Es mucho pedir? Está entre nosotros, los campesinos y los trabajadores mexicanos encontrar a ese alguien que reúna estas mínimas características y que realmente nos represente como clase y como nación. Debe surgir del mismo pueblo y gobernar para el pueblo y, definitivamente no se encuentra en Morena. Ni un voto más a ese partido en las próximas elecciones de 2021.
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