MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La UCI siempre gritó: “al ladrón”, y ahora lo conocemos

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Desde 1984, la UCI difundió la calumnia de que Antorcha era el brazo armado del PRI porque, desde su perspectiva de sentirse que ellos eran los únicos revolucionarios, quienquiera que se le opusiera solo podía ser, desde su “lógica”, instrumento del estado para reprimirlos. Esta calumnia fue repetida hasta la saciedad por los poderosos padrinos de la UCI, y de ahí la han tomado todos los articulistas y reporteros que nos atacan porque les gusta o porque reciben órdenes (bajo un buen pago) de desprestigiar a Antorcha.    

¿Por qué los campesinos huitziltecos organizados en Antorcha toman posesión de la alcaldía de la mano del PRI con el apoyo de la fuerza pública? Porque en Huitzilan los UCI convertidos ya en pistoleros al servicio de los caciques habían destrozado el Estado de Derecho. Las autoridades municipales y la policía habían huido intentando salvarse de ser asesinados. Ahí los UCI imponían sus antojos apoyados en el poder de sus armas largas. El número de asesinados llegó a 150. La mitad de la población también huyó, se refugiaron en los municipios vecinos porque en Huitzilan no se podía vivir.

Había que restablecer la normalidad institucional y el camino escogido fue participar en las elecciones con un candidato registrado por el PRI. Una vez ganadas las elecciones, teniendo ya el reconocimiento como autoridad legítimamente instituida, lo único que faltaba era tomar posesión, para ello se pidió el apoyo de la fuerza pública, pues había que reducir a la banda delincuencial y restablecer el Estado de Derecho. Así se hizo. Los huitziltecos regresaron a sus casas y poco a poco se restableció la calma. Antorcha siempre difundió y defendió su versión de los hechos, pero casi nadie la creyó. La mayoría aceptaba y tomaba como buena la versión de la UCI y sus poderosos padrinos. 

El lunes primero de marzo, del año en curso, la editorial Esténtor presentó el libro De revolucionarios a pistoleros, con el subtítulo, Historia de la Unión Campesina Independiente, escrito por Ehécatl Lázaro Méndez, un joven investigador egresado de la UNAM quien, apoyándose en fuentes de primera mano como son los expedientes de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, estudios de caso realizados por académicos, reportajes periodísticos y entrevistas a participantes y testigos,  arroja luz meridiana sobre el asunto. Esta rigurosa investigación establece, sin dejar lugar a dudas varias verdades que vale la pena resaltar.  

Primera, un reducido número de mestizos, apenas el diez por ciento de la población, a través de engaños y la usura, se fueron apropiando de las tierras de los campesinos huitziltecos de la cabecera municipal y de los barrios de Xinachapan y San Miguel del Progreso, hasta acaparar el 80 por ciento de ellas. La mayoría de los indígenas que al iniciar el siglo XX eran dueños absolutos de sus solares, quedaron reducidos a la condición de peones, que recibían míseros salarios y muy malos tratos.

Segunda, los indígenas, cansados de los abusos y atropellos de los mestizos, intentaron recuperar sus tierras, para ello se afilian a la UCI comandada por Eleazar Pérez Manzano, quien ya había dirigido tomas de tierras en la Sierra Central de Veracruz.

Tercera, la toma armada de tierras, como medio para dotar a los campesinos de ellas, fracasó porque los terratenientes y ganaderos usaron la fuerza para repelerlos contando con el apoyo activo del ejército ahí donde fue necesario y el asesinato de los principales líderes para descabezar el movimiento. El primordial dirigente de la UCI en Huitzilan de Serdán, Felipe Reyes Herrera, que encabezó la toma del predio Talcuaco, fue secuestrado por la policía judicial el 4 de mayo de 1978, y liberado 5 días después, finalmente murió asesinado el 21 de diciembre del mismo año.   

Cuarta, ninguno de los cuatro dirigentes principales poseía una formación político-ideológica seria, Eleazar Pérez Manzano y Feliciano Martínez surgieron a la lucha dentro de la Central Campesina Independiente (CCI) que lideraba Ramón Danzós Palomino, que era la rama campesina del Partido Comunista Mexicano (PCM) donde algo entendieron de lucha socialista. Los otros dos Ernesto Pablo Alejo y Felipe Reyes Herrera se forman enteramente dentro de las filas de la UCI, y su lucha era exclusivamente por la tierra.

Quinto, la UCI fracasó por varios factores externos, pero fundamentalmente por tres factores internos: la falta de un programa político concreto que estableciera claramente el objetivo de la organización y que la guiara en su lucha; la falta de una estrategia que le permitiera mantener firme su lucha a través de las distintas coyunturas que atravesó como organización, lo que la llevó a tomar las armas y a chocar de frente con el poder de fuego del aparato estatal; el último factor, y el más importante, fue el caudillismo, todo el poder se concentró en Eleazar Pérez Manzano, lo que derivó en la inexistencia de cuadros medios y en la corrupción de la dirigencia; asimismo, al no existir líderes preparados teórica y políticamente, la organización se desarticuló cuando los líderes fueron separados o asesinados.              

Estas cinco verdades permiten comprender que realmente existieron dos UCI. La que empieza la lucha por la tierra y la que termina en forma de pistoleros que asesinan indígenas porque así conviene a las fuerzas caciquiles. Los primeros que tenían como bandera a Lucio Cabañas y el Partido de los pobres, que lucharon consecuentemente, tal vez con métodos inadecuados, y pagaron con su sangre su atrevimiento. Los últimos, sin formación política, sin brújula, algunos corrompidos, que devinieron en pistoleros de los caciques que antes combatían. Así queda demostrado que en Huitzilan, el auténtico brazo armado de los caciques del PRI y también del PAN era la UCI.

Para finalizar quiero llamar la atención de mis escasos lectores sobre dos lecciones que arroja esta investigación: que la paciencia de los campesinos no es eterna, que cuando se cansan de recorrer la vía institucional con sus demandas sin encontrar respuesta, indefectiblemente buscan otras formas de resolverlas. Y que todo movimiento se puede corromper si sus integrantes, y en especial sus dirigentes, no tienen una sólida formación teórica y política. Es inevitable que todo luchador que no se prepara, que no estudia, tiene que creer lo que otros le digan.

Vaya mi reconocimiento al Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (Cemees) por arropar a jóvenes investigadores, los frutos de su esfuerzo se empiezan a cosechar en investigaciones tan brillantes como ésta. Invito a todos a leer De revolucionarios a pistoleros, no se van a arrepentir.

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