Mucho se ha dicho en los medios de comunicación hablados, escritos y electrónicos sobre lo que es ya un escándalo en este periodo navideño, a escasos días de que se nombre al relevo de Arturo Saldívar, ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El plagio de la tesis de licenciatura de Yasmín Esquivel Mossa, propuesta como ministra por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ratificada por 15 años, hasta 2034 por el Senado en manos de Morena, y ahora preferida para ocupar la presidencia de uno de los tres poderes de la República.
No se trata simplemente de descalificar a la licenciada Esquivel, esposa de José María Riobóo, constructor de las obras del presidente, no; el escándalo obedece a que en el intento por imponerla ahora como ministra presidente de la Corte y usarla para continuar con el poder absoluto del país, quienes conocen su verdadera calidad moral y profesional la han hecho pública, muy correcto si tomamos en cuenta que todos los días demagógicamente hablan de combatir la corrupción, y que quien ostente este cargo está facultado por la Constitución para suceder automáticamente al presidente de la República en caso de la falta absoluta de este.
Es más, tampoco se trata de criticar a AMLO como persona, porque si bien es cierto que es experto en mentir y dar manejo a la gente, como persona no representa mucho, pues él también es un instrumento, con poder, sí, pero instrumento de otros, sino lo que representa su investidura, poniendo en juego la democracia, la paz y la tranquilidad de México, que han costado literalmente, sangre, sudor y lagrimas de todos los mexicanos, y eso no se debe poner en juego.
Una manera de demostrar el intento de hacerse del poder a la mala, violando la ley y atropellando los derechos de todos los mexicanos, es la confesión del propio presidente de la república, que en su intento de proteger y asegurarse de la llegada de Yasmín Esquivel al puesto clave, confesó que, en su juventud, ella cometió ciertos pecadillos pero que son fundamentales para la vida democrática del país.
En una de sus mañaneras AMLO desestimó la denuncia pública del investigador y académico Guillermo Sheridan, quien mostró imágenes que demuestran que Esquivel Mossa, que se tituló en septiembre de 1987 con la tesis: “Inoperancia de los sindicatos en los trabajadores de confianza del artículo 123 apartado A”, tiene contenidos, estilo, referencias y conclusiones idénticos al de un trabajo académico de julio de 1986, escrito por Édgar Ulises Báez, defendió a la abogada y aseguró que “cualquier error o anomalía cometida por Yasmín Esquivel cuando fue estudiante es menor al daño ocasionado a México que lo hecho por otras personas”. Y siguió: “Todos esos que piden que se castigue a la ministra, han cometido delitos mayores”.
Y como siempre, sin ningún rubor a pesar de haber sido atrapado con las manos en la masa, confiando en que muchos mexicanos todavía le creen sus mentiras, sentenció sin esperar una investigación de la UNAM, que ha adelantado un alto nivel de coincidencia de la tesis de la licenciada Esquivel: “más bien la plagiada fue ella”, y, “a Yasmín la han atacado con un tema de hace 40 años simple y sencillamente porque aspira a presidir la corte suprema a partir del próximo 2 de enero de 2023”, y aunque dijo no tener candidato cuando respondió a la pregunta de por qué la comentocracia supone que la ministra Esquivel es la candidata de la 4T: “Porque ha actuado con mucha rectitud, apoyando en el Poder Judicial los proyectos de la transformación del país y defendiendo las posturas del gobierno y del presidente de México, en temas como el de la Ley Eléctrica”.
Las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, pues, son una confesión del tamaño de su corrupción para continuar con los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, además del INE con lo que aseguraría la llegada al poder de la República de su corcholata preferida, y no precisamente para trabajar en beneficio de los mexicanos sino para seguir destruyendo el país, como hasta ahora.
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