MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Las raíces del problema, intactas

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El problema no es sólo local; la mafia norteamericana que prohijó el narcotráfico desde las dos Guerras Mundiales sigue operando, y tienen razón el ingeniero Aquiles Córdova Morán y quienes, después de él, cuestionan por qué los Estados Unidos no apresan a nadie allende el Río Bravo, siendo que grandes empresas financieras con sede en Wall Street, como JP Morgan y Wells Fargo, o instituciones de gobierno estadounidense como la CIA, la DEA y la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, además de las grandes farmacéuticas y fabricantes de armas, han permitido o promovido el crecimiento del negocio para su enriquecimiento y para mantener el control político de los gobiernos implicados en las operaciones.

Tan grave es el problema en nuestro país que la Agencia Central de Inteligencia norteamericana calculó que los cárteles del narcotráfico controlan la quinta parte del territorio mexicano.

Ante el creciente narconegocio, los territorios en los que se llevan a cabo las actividades ilícitas se han convertido desde hace años en verdaderos campos de combate, donde ninguno de los grupos en pugna está dispuesto a ceder la parte de las jugosas ganancias que le corresponde a su adversario. 

Por otro lado, la pobreza, el desempleo —especialmente juvenil—, los bajos ingresos y la vida de lujo que promete el narcotráfico han hecho que mucha gente se involucre en él, dependa de él y, por lo tanto, buena parte de la economía gire en torno a este. 

Tan grave es el problema en nuestro país que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense calculó que los cárteles del narcotráfico controlan la quinta parte del territorio mexicano, es decir, 395 mil 875 kilómetros cuadrados (Infobae, 30 de octubre de 2020).

Ahí donde, por cualquier circunstancia, la violencia criminal del día a día se sale de la “normalidad” y convierte algún territorio en un baño de sangre aún más caudaloso, la vida de toda la sociedad se ve trastornada. Es el caso de Sinaloa desde el 9 de septiembre de 2024.

Ante esto, las autoridades presentan como novísima táctica para resolver la situación más acciones de inteligencia y “todo el peso de la ley” sobre los “generadores de violencia”.

Si, como plantea Eduardo Buscaglia, “políticos, narcotraficantes y empresarios viven en un pacto de impunidad mafioso que impide el verdadero combate a la corrupción, la auditoría a partidos políticos y la investigación a fondo de redes de lavado de dinero que operan fuera del sistema bancario (como lo son las propias farmacéuticas o la industria joyera)” (Buzos, 20 de agosto de 2022), todo se reduce, al final, a una mayor acumulación de tropas y más delincuentes presos.

Esto incide en la lenta disminución de los delitos de homicidio y secuestro, pero el combate por la plaza sigue. La parte aguda del conflicto termina cuando uno de los bandos triunfantes hace volver, ya dueño del negocio, la pax narca; así, tendremos el mismo problema, sólo que en un nivel permisible… hasta que vuelva a haber una nueva y sangrienta disputa criminal.

Crisis como la actual de Culiacán, dada su intensidad y duración de ya casi cinco meses, han acabado por irritar a una buena parte de la población, no sólo por los efectos directos de la violencia, por los que ya mucha gente llora a sus muertos y desaparecidos, sino también por los indirectos, que acaban con fuentes de trabajo, empleos, el funcionamiento de los centros educativos de todo nivel y hasta con los nervios por la psicosis colectiva permanente.

Las marchas de protesta contra los daños causados son expresiones genuinas de la inconformidad de la gente valiente que se atreve a dar la cara para pedir paz y gobernabilidad.

Sin embargo, mientras las protestas sean una acción espontánea de la inconformidad, mientras no sean parte de un programa más amplio de lucha para modificar la forma de gobierno, para cambiar a la clase gobernante por una que verdaderamente vele por los intereses de los trabajadores, temo que serán inocuas o, cuando más, servirán para amainar el problema, que no tardará en reavivarse, pues no se atacan nunca las causas del mismo enunciadas arriba.

Pero, como enseña Vladímir Ilich Lenin, lo espontáneo es la semilla de lo consciente. Entonces, es deber de todos los que queremos el desarrollo de México lograr que el pueblo se agrupe, que se organice en torno al proyecto de cambio de sistema y de gobierno que refleje sus intereses genuinos y que luche por él cueste lo que cueste, con la fuerza de millones de mexicanos inconformes, pero esta vez, conscientes de lo que hay que cambiar.

El maestro Aquiles Córdova Morán planteó acertadamente: “Hay que suspender la decisión de Estado de declarar ilícito el tráfico y consumo de drogas, que solo vuelve más atractivo el negocio” (Ídem). Hay que quitarnos la tutela del imperialismo gringo en este y todos los sentidos, debemos tratar la drogadicción como un problema de salud pública y, por otro lado, impulsar una economía basada en el trabajo de millones de mexicanos esforzados, diversificada, independiente de la norteamericana y más conectada con el Brics+ y el mundo entero.

Esto es lo único que sacará al país adelante. Y sólo lo puede conseguir el pueblo mexicano organizado, a condición de que se dé un gobierno propio, fuerte, decidido a vencer los grandes retos que nos está planteando la actualidad.

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