En un documental donde un importante violinista narra cómo fue su niñez, destaca la férrea disciplina para tocar con mayor perfección cada nota. Tal disciplina es impuesta por un adulto, es cierto, sus padres siempre vigilantes y el instructor siempre exigente y atento a su desarrollo, su vida es trabajo, una clase tras otra, cada una con un maestro experto en la materia.
Si pudiéramos dividir los porcentajes entre el trabajo de calidad y el talento que un ser exitoso tiene en alguna disciplina, seguramente el trabajo tesonero, metódico y sistemático ocuparía entre un 95 y 99 % y el talento nato entre un 5 y un 1 %.
Un niño prodigio se entiende como un ser sobrenatural, elevado a la categoría de un don divino, sin embargo, lo dicho arriba nos demuestra que no hay ningún prodigio en ello. Los grandes músicos por ejemplo han nacido en un ambiente donde el contexto les favorece.
Tenemos que reconocer que el trabajo multifacético, intelectual y manual transforma al hombre, desarrolla su pensamiento e incluso hace evolucionar al cuerpo humano, como lo demuestra Engels en su libro, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Sin embargo, el trabajo bastante parcelario que realiza hoy un obrero es tan simple y monogámico que el trabajador termina siendo solo un tornillo más de la máquina, fácil de reemplazar. Como resultado de ello el estado, instrumento del sistema fabril, vemos como nos ofrece una educación que no fortalezca la ejercitación de la mente, cada vez más escueta y menos científica. La industria no necesita hombres críticos, únicamente fuerza de trabajo.
El trabajo duro y el conocimiento profundo sobre una disciplina y los elementos que la forman, pueden lograr un hombre experto en ello o un genio; sin embargo, hay un elemento externo que es necesario manifestar. Para que un infante se pueda dedicar, como decimos popularmente, de lleno al estudio y el trabajo de la disciplina que se propone dominar y desarrollar es preciso que tenga garantizado todo lo que abarque la economía.
En efecto, el nodo transversal es que para que un músico haga música, mínimamente necesita en primer lugar un instrumento, los padres de nuestro “niño prodigio” no podrían ser obreros, pues descuidarían la atención y vigilancia; además, el talento debe de ir acompañado de una buena alimentación, vestido, calzado, salud, techo, etcétera.
Los maestros especialistas en la materia seguramente cobrarían bien sus honorarios por cada hora de enseñanza (estoy seguro de que estos no ganarían lo que un maestro de la educación pública en nuestro estado). El músico, del que les empecé a hablar, narraba en su historia que sus padres lo trasladaban durante el día hasta cuatro veces de un lugar a otro, porque los maestros indicados no se encontraban cerca de su hogar. Por otro lado, hay mucha gente que no tiene ni el pasaje para mandar a la escuela a sus hijos.
Creo firmemente que cada niño nace con las capacidades suficiente para desarrollar el arte, el deporte o la ciencia, pero en una sociedad que no te ofrece ni lo suficiente para una vida digna, el sueño de ser astronauta, deportista profesional, músico de orquesta, bailarín de ballet, médico o un gran político, simplemente es para quien lo puede pagar. Por eso, está bien que practiquen el deporte, que se entreguen con pasión, dedicación y trabajo con lo poco que les pueda ofrecer el Movimiento Antorchista en estos rubros, pero lo que realmente tenemos que hacer, es unirnos y formar una sociedad más justa económicamente.
Para que de esta forma podamos todos, o la gran mayoría, ser hombres y mujeres sanos y vigorosos en cuerpo, mente y espíritu capaces de alcanzar nuestros sueños. Tengan la convicción de que es posible y lo podemos lograr si nos organizamos y luchamos como la clase social que somos, los trabajadores de México. Termino con tres estrofas de un poema llamado Inquietud hecho por un camarada que ha logrado guiar la vida de miles de pobres de nuestra nación con el ideal de un mundo mejor, el maestro Aquiles Córdoba Morán:
Yo sueño con un mundo de luces solamente,
en que el hombre trabaje y viva sin llorar;
donde el alma se expanda y vibre tiernamente
como el ave que canta, como el cielo y el mar.
Donde todos los seres tengan pan y vestido;
donde todos los niños tengan aula y hogar;
donde el alma se eleve como el águila al nido
y el espíritu humano pueda libre cantar.
(…)
La creación de mi mundo pide brazos dispuestos,
corazones sinceros y cerebros sin par
pues los héroes de antaño nos reclaman enhiestos,
y exigen que, como ellos, vayamos a luchar.
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