MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los trabajadores tienen derecho a la riqueza que generan 

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El Día Internacional de los Trabajadores es el resultado de una larga y dura lucha de la clase trabajadora para defenderse de la explotación a la que ha si sometida por la burguesía, clase surgida junto con el proletariado, las cuales se consolidaron durante la revolución industrial que floreció en Inglaterra, a mediados del siglo XVIII. 

Con el triunfo de la llamada revolución gloriosa de 1688, en Inglaterra se estableció una monarquía parlamentaria basada en la división de poderes, libertades, fomento del comercio y la industria, que preparó el terreno para la primera revolución industrial.

La invención de las primeras máquinas herramientas en la industria textil llevó al auge a las fábricas y, junto con ello, la demanda de mano de obra, lo que trajo consigo el viraje casi por completo de la economía basada en el trabajo manual y el uso de la tracción animal en la agricultura por una economía urbana e industrializada. 

Más tarde, la invención de la máquina de vapor (1765), la introducción de los ferrocarriles y los barcos de vapor acrecentaron la urgencia de disponer de más trabajadores, lo cual llevó a emplear a hombres y mujeres en jornadas laborales de hasta 18 horas. 

Al no existir ningún tipo de legislación que regulase la actividad industrial, también los niños trabajaban porque eran un atractivo para los patrones, ya que el salario era sustancialmente inferior al de los adultos. A esto se le sumaban las deplorables condiciones de vida de la clase obrera: hacinamiento, insalubridad y la agudización de patologías sociales como alcoholismo, prostitución y delincuencia.

Esta situación en la que vivía la clase trabajadora la llevó a reaccionar e intentar destruir las máquinas, pues se sentían desplazados por ellas, actitud que no mejoraba su condición sino por el contrario la empeoraba, pues los dueños de los medios de producción (maquinas-herramientas) también reaccionaban e imponían severos castigos. En estas condiciones surge en Inglaterra, en el año de 1838, el movimiento cartista, que fue un movimiento popular de agitación de la clase obrera y que logró la reducción de la jornada laboral a 12 horas diarias, y posteriormente, en 1842, la reducción fue a 10 horas diarias. Aunque los patrones maniobraban mucho para no aplicar esa jornada, este movimiento fue la primera demostración de que la organización y la lucha del proletariado trae consigo mejores condiciones de vida.

Para el siglo XIX, en el continente americano, principalmente en Estados Unidos, la clase trabajadora no la pasaba mejor que los obreros de Europa. A la ciudad de Chicago llegaron miles de migrantes de todo el mundo y crearon las primeras villas humildes donde las condiciones eran demasiado deplorables, lo que originó, el primero de mayo de 1886, una huelga de poco más de 200 mil obreros que durante 3 días se mantuvieron firmes en su petición fundamental: la reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias. 

Este movimiento de huelgas y movilizaciones culminó el día 4 de mayo con la revuelta de Haymarket Square, suceso donde perdieron la vida muchos trabajadores y no existe un número exacto de despedidos, detenidos, heridos de bala, encarcelados y torturados; a finales de ese mes y tras los acontecimientos cruentos se logró la reducción de la jornada laboral.

Federico Engels escribió en el prefacio a la edición alemana de 1890 del Manifiesto del Partido Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos! Sólo unas pocas voces nos respondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo, hace ya cuarenta y dos años, en vísperas de la primera revolución parisiense, en que el proletariado actuó planteando sus propias reivindicaciones. Pero el 28 de septiembre de 1864, los proletarios de la mayoría de los países de la Europa Occidental se unieron formando la Asociación Internacional de los Trabajadores”, de gloriosa memoria.

“Bien es cierto que la internacional vivió tan sólo nueve años, pero la unión eterna que estableció entre los proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca, y no hay mejor prueba de ello que la jornada de hoy. Pues hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas proclamada, ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso Obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!”.

La lucha obrera ha tenido un largo camino a nivel mundial y en el año de 1913, por primera vez, en México se conmemoró el primero de mayo con una manifestación en la que participaron más de 25 mil trabajadores que exigían al gobierno mexicano la aplicación de la jornada laboral de 8 horas; pero, no fue sino hasta la constitución de 1917, en el artículo 123, que se establecieron los derechos laborales, como la jornada de 8 horas, un día de descanso por seis días de trabajo y salarios justos. 

Han pasado más de 100 años de que se establecieron estos derechos para la clase trabajadora de nuestro país, sin embargo, poco han cambiado las condiciones de vida de los trabajadores, que siguen siendo explotados sin compasión por la burguesía, en todo momento se violan sus garantías sociales, se les niega una vivienda digna, carecen de un sistema de salud, tienen una educación deficiente y su salario es de hambre.

La clase trabajadora no se puede conformar con reformas laborales o leyes parlamentarias que lo único que hacen es extender la brecha de la desigualdad social; no se puede conformar con un día más de descanso que es en lo que se ha convertido tristemente esta fecha del Día del Trabajo.

La clase trabajadora del país necesita plantearse nuevas metas porque no basta exigir una jornada reducida, necesitamos exigir que la riqueza producida por el obrero sea repartida equitativamente, que se atiendan verdaderamente las carencias de los trabajadores y sus familias. 

Para que esto se cumpla no basta un parlamento ni tampoco sirve la caridad del presidente, lo que se requiere es la organización de los trabajadores y de todas las capas sociales que se sienten ofendidas, maltratadas, humilladas y explotadas, y una vez organizados dar la lucha para tomar el poder político y, desde ahí, aplicar un modelo económico que le garantice a todo el pueblo una vida digna y mejor. El Movimiento Antorchista Nacional te invita a ser parte de la formación de esta gran fuerza social. 

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