En nuestro país, como en el resto del mundo, existe una fuerza descomunal que es la que logra, con su fuerza de trabajo, que cada país avance, se desarrolle, produzca, desde el campo hasta las grandes ciudades con sus complejos industriales, los obreros y campesinos juegan un papel trascendental, pues sin ellos, las economías se detendrían sin lugar a dudas.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en enero de 2025, la población económicamente activa (PEA) fue de 61.1 millones de personas de 15 años y más (lo que representó una tasa de participación de 59.4 %). Dicha cantidad significó un aumento de 452 mil personas con relación a enero de 2024.
Como se puede observar, la cantidad de trabajadores en México es enorme, más de 61 millones de hombres y mujeres salen todos los días, unos desde la mañana, otros en la tarde y miles más en la noche a sus centros de trabajo a mover las maquinas o a estar detrás de un mostrador, en las parcelas del campo, manejando un vehículo, limpiando casas, barriendo calles, recolectando la basura, en fin, ese ejercito ahí está, siempre activo, siempre trabajando y produciendo, muchas veces sacrificando a la familia para poder tener un plato de comida servido en la mesa.
No hablamos de una fuerza menor, hablamos de una fuerza gigantesca, demoledora, que si se lo propone puede cambiar el rumbo del país.
Y a aquí vienen dos interrogantes que más de uno nos deberíamos hacer ¿Por qué siendo el ejército trabajador de México tan enorme, deja que hagan de él lo que el gobierno y empresarios quieran? ¿Por qué siendo ellos los que, con su fuerza de trabajo y capacidad intelectual, producen y generan la riqueza de nuestro país, son los que viven en la miseria?
Aquí las cosas ya no tienen sentido, los trabajadores producen el pan, pero otros se lo comen y a ellos solo les toca las migajas de lo que ellos mismos han creado. El capitalismo, como sistema económico dominante en el mundo, ha generado crecimiento y avances tecnológicos, pero también ha traído desigualdades, explotación y crisis. La acumulación de riqueza en pocas manos ha generado una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Mientras grandes corporaciones y élites financieras concentran recursos, millones viven en pobreza extrema.
Esas migajas que los gobiernos y las grandes corporaciones le dan al pueblo como premio de consolación son un servicio de salud deprimente, sin medicinas, sin médicos, cayéndose a pedazos; un sistema educativo pobre en calidad en sus contenidos, con libros tendenciosos, para nada científicos, que solo buscan seguir generando más mano de obra calificada; una infraestructura carretera en pésimas condiciones; obras faraónicas que millones de mexicanos jamás usarán, pues los sueldos apenas les alcanza para sobrevivir; un sistema de seguridad de risa, pues con sus estrategias dejan al pueblo a su suerte, ahí tenemos a las madres buscadoras que tienen que hacer el trabajo de las fiscalías. Eso es lo que el gobierno y su séquito de empresarios le dan al pueblo trabajador, y para mantenerlo quieto, para que no se organice y luche, le dan una tarjeta donde le depositan mensual, bimestral o trimestralmente una cantidad miserable para que se quede callado, además producir programas basura en la televisión para su entretenimiento.
Es indignante ver como unos producen y otros gozan de la riqueza producida. Fue un insulto del pasado gobierno federal que encabezó Andrés Manuel López Obrador, cuando hacia alarde del sistema de salud público mexicano como el mejor, pero él y su familia se atendían en hospitales privados o en el extranjero, o cuando presumía que solo traía en su cartera doscientos pesos, pero sus hijos viajaban por todo el mundo y el menor incluso estudiando en Londres.
Los mexicanos si estábamos mal con los anteriores gobiernos, pero con la llegada de la 4T estamos peor, el nepotismo, la corrupción, la compra de conciencias, el negar los problemas nacionales como la sequía, los problemas del campo, la inseguridad, de vivienda, de servicios básicos como agua, luz y drenajes para miles de colonias, la nula inversión en carreteras, las pérdidas millonarias de Pemex, son el pan de cada día en la prensa nacional e internacional, dejando claro que México se está hundiendo todos los días.
Por eso urge que el gigante dormido despierte, reaccione, se necesita de su fuerza, de su coraje para poder cambiar las cosas en nuestro país. Los trabajadores, todos, deben verse como uno solo, deben organizarse, politizarse, dejando atrás el individualismo y abrazando el colectivismo, Si esto se logra, se podrá cambiar el rostro de miseria de México por uno prospero, de unidad y solidaridad.
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