Según la Organización Mundial de la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), el maíz es el segundo cultivo del mundo por su producción, después del trigo, mientras que el arroz ocupa el tercer lugar.
El maíz es utilizado como alimento humano, como alimento para ganado o como fuente de numerosos productos industriales. Se cosechan 202 millones de hectáreas, con una producción mundial de 1 mil 128 millones de toneladas.
El país depende de las importaciones para poder alimentarse. Somos “la tierra del maíz”, pero sin maíz; vaya contradicción.
En América Latina, la producción es apenas de 190 millones de toneladas. Pero la situación de México es trágica: en la cuna del maíz sólo se producen 25 millones de toneladas, cuando nuestro consumo es de 47 millones, es decir, tenemos un gran déficit, que cubrimos con importaciones de 22 millones de toneladas.
El país depende de las importaciones para poder alimentarse. Somos “la tierra del maíz”, pero sin maíz; vaya contradicción.
El panorama nacional es desolador. El rendimiento en la producción de maíz a nivel mundial es de 3.97 toneladas por hectárea; la media mexicana es de cuatro toneladas por hectárea.
Con ese dato pudiéramos echar las campanas al vuelo, pero la realidad es otra. Si tomamos en consideración los extremos en la producción de maíz en el mundo, la situación de nuestro país es alarmante y preocupante.
El país que tiene la mejor cosecha es Estados Unidos, con un rendimiento de trece toneladas de maíz por hectárea, mientras que Haití, con una tonelada por hectárea, representa uno de los países con menor cosecha.
Nuestro país está más cerca de la mala cosecha que de la buena. Con dichos resultados estamos lejos de alcanzar la autosuficiencia alimentaria en el cultivo de maíz.
En la década de 1960, hace más de 55 años, México no sólo fue autosuficiente en la producción de maíz, sino que tuvo un superávit de hasta el 20 % de la cosecha. Épocas doradas para los mexicanos.
Qué lejos estamos de 1990, cuando sólo se importaba 1 millón 400 mil toneladas de maíz, en comparación con 2024, cuando se requieren 22 millones de toneladas. Esto representa un crecimiento exponencial e insultante de mil 471 %. Hasta aquí el recuento numérico.
Todos los datos mencionados son extraídos de sitios del Gobierno de México y de organismos internacionales; usted los puede consultar para revisar su autenticidad.
El problema de la producción de maíz está suficientemente registrado, pero recordemos que la realidad sólo se cambia con hechos y acciones que tengan repercusión directa en la corrección de las dificultades que se puedan presentar en cualquier momento.
Por lo que vemos hasta aquí, hay una política constante para que nuestro país sea dependiente del maíz importado. ¿Por qué? ¿Quiénes son los más afectados y quiénes los favorecidos por estas políticas públicas?
El 85 % del maíz producido en el país es generado por campesinos que poseen no más de siete y, en algunos casos, hasta quince hectáreas. Son los pequeños y medianos productores los más afectados.
En primer lugar, por la falta de competitividad en el cultivo, generando altos costos de producción, lo que los ata a tener un precio mínimo de la cosecha por hectárea, puesto que, de lo contrario, obtendrían pérdidas y saldrían como las gallinas: poniendo. No es necedad la demanda constante de los campesinos por tener un precio de garantía por tonelada.
Aunado a esto, el precio depende de la bolsa de Chicago, de la especulación y de los monopolios fabricantes de productos a base de maíz en el mundo; tal es el caso de Gruma, que tiene el poder de fijar precios a razón de obtener siempre la máxima ganancia, lo cual queda demostrado con la ganancia de 248 millones de dólares que obtuvo en el primer semestre de 2024.
Esta es una de las razones para mantener el precio del maíz en niveles miserables. Los pequeños y medianos productores se enfrentan a Sansón en el gobierno actual y en los gobiernos pasados. Nadie ha buscado realmente la autosuficiencia alimentaria en la producción de maíz.
En un rápido balance, siete gobiernos mexicanos consecutivos fracasaron rotundamente:
Miguel de la Madrid, con su Programa Nacional de Alimentación (Pronal).
Carlos Salinas de Gortari, quien con el TLCAN y desde el primer día de 1994 abrió la puerta para el establecimiento de cupos de importación (especialmente para el maíz).
Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador pusieron en marcha sus respectivos programas alimentarios.
Todos prometieron lo mismo, con la autosuficiencia alimentaria a la cabeza, y todos resultaron ser promesas de saliva y, en escandalosos casos, de corrupción, como el caso de Segalmex.
El resultado es más que alarmante: a estas alturas, de lo mucho o poco que los mexicanos llevan a sus mesas para comer, más de la mitad proviene del exterior.
Durante 2024 hemos visto distintas manifestaciones de pequeños y medianos productores de maíz pidiendo diferentes apoyos a los distintos niveles de gobierno, desde maquinaria para trabajar las tierras, semillas mejoradas, fertilizantes y químicos, proyectos de irrigación, cosechadoras y, por supuesto, que se garantice un precio de garantía a su cosecha, ya que de ello depende el sustento de miles de familias.
¿Y qué han encontrado? Insensibilidad por parte de las autoridades correspondientes, largas y una serie de justificaciones de por qué no pueden apoyarlos, dejando en la incertidumbre a los productores.
Recordemos que la insuficiencia alimentaria y el precio del maíz en México son sólo una manifestación concreta del neoliberalismo, que solo es una forma del modo de producción capitalista, en donde el Estado sólo juega un papel de espectador, guardián y colaborador de los grandes monopolios del mundo, como Gruma. Si no lo cree, juzgue su realidad y vea quién es el afectado y quién el victorioso.
No debe ser novedad que el Estado mexicano y sus políticas gubernamentales solo estén destinadas a jugar un papel asistencialista y de apoyos económicos que sólo sirven para la manutención de las familias, y no para invertir de manera seria en las actividades agrícolas de acuerdo con los requerimientos necesarios para elevar el rendimiento de maíz por hectárea y hacer esta actividad realmente rentable para los mexicanos.
La realidad vuelve a colocarnos en el mismo escenario: por un lado, la clase rica y, por el otro, la clase trabajadora.
A esta última se le hace el llamado de que la única manera de transformar su realidad es tomar parte activa en la transformación de la sociedad; luchar por sus intereses inmediatos, como el precio del maíz
Sobre todo, se le llama a organizarse con sus compañeros de clase y de lucha por el poder político del país, para que, una vez en esa posición, pueda cambiar el modo de producción capitalista en México; causante de estos y muchos más males que aquejan a la sociedad mexicana. No hay más.
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