Los mexicanos cada vez comen menos sano y están más propensos a enfermarse, más obligados que por gusto. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, prometió en campaña (2018) que durante su gobierno no se incrementarían los precios de los combustibles -gas, diésel, luz, etc., más allá de la inflación”, no obstante, hoy (2021) a unos meses de que se inicie su cuarto año de gobierno, los precios de los combustibles continúan a la alza y la inflación, lejos de lo proyectado por el Banco de México (3% +/-1%), ya alcanzó el 5.81%, encareciendo los productos de la canasta básica, lo cual ha traído consigo que la ya deficiente dieta de los mexicanos empeore a pasos agigantados e incremente el hambre en más millones de hogares del país, y no se avizora una política del Gobierno morenista menos lesiva para los productores y para los millones de mexicanos que padecen día con día la crisis sanitaria derivada de la pandemia.
La pandemia de covid-19 no sólo trajo desolación y muerte en los hogares mexicanos, también empobreció y encareció todos productos de primera necesidad. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el precio de la canasta básica se elevó 19.20% de enero a julio de 2021. En este mes, el precio del alimento base de todos los mexicanos (la tortilla de maíz) registró su alza más alta en nueve años al crecer en 14 por ciento anual, y en tan sólo un mes creció 5.1% con respecto al anterior. La tortilla pasó de los 13 o 14 pesos hasta los 22, alcanzando una inflación intermensual del 15.1%, según información oficial del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA ) y el Inegi, que registran que el pecio del kilo de tortillas ya lleva nueve meses consecutivos a la alza. Pero, este incremento no ha sido el único, se le han sumado la cebolla, el tomate bola, el jitomate, la naranja, el plátano, la carne de puerco, el pan de casa, el atún, el chile, el huevo, la lengua de res, entre muchos otros productos, que de la noche a la mañana se volvieron inaccesibles, empobreciendo las deficientes comidas de las familias mexicanas.
Los mexicanos no sólo comen menos sano, sino cada vez peor. El presidente de la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), Cuauhtémoc Rivera, describe claramente la situación: “la inflación ha sido un golpe fuerte al poder adquisitivo de la población mexicana orillándola a cancelar consumos y bajar la calidad en la compra de productos. Para los ciudadanos de a pie, la inflación atiza su pobreza” y el GCMA, sabedor de que son varios los factores que intervienen en la elevación de los precios de la canasta básica, señala claramente que “los pocos o nulos apoyos del Gobierno federal a los productores del campo” han agravado la situación actual, pues no sólo no se incrementaron los subsidios que antes recibían, sino que ahora ha decido no otorgarlos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en su más reciente informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” revela que en 2020 811 millones de personas en el mundo padecen hambre; es decir, en tan solo un año, la población mundial con hambre aumentó en 121 millones, y más de tres mil millones de personas todavía no pueden permitirse una dieta saludable, al mismo tiempo que “la obesidad y otras enfermedades no transmisibles se están convirtiendo en problema creciente asociado a dietas poco saludables y diversificadas y que la pandemia de la enfermedad por coronavirus (covid-19) ha acrecentado el problema, lo que supone graves retrocesos en los avances realizados hasta ahora para alcanzar los Objetivo de Desarrollo Sostenible en 2030”.
México alimenta estas cifras del hambre. En 2016, 9.7 mexicanos padecían hambre; en 2019, eran ya 14.6 millones y los que padecían inseguridad alimentaria moderada o grave pasó de 33.4 millones a 44 millones (ONU), lo que equivale a casi la mitad de los mexicanos tienen hambre o comen pobremente.
Entre los mexicanos violentados se encuentran los niños. De acuerdo con la UNICEF, uno de cada dos menores de dos años de edad en México “no recibe los alimentos necesarios para prosperar y crecer de manera adecuada, situación que está causando daños irreversibles en su desarrollo”, asimismo, uno de cada cinco bebés de entre seis y 23 meses no recibe el mínimo de comidas diarias recomendadas para su edad. La Encuesta de Salud y Nutrición 2020 del Instituto de Salud Pública de México advierte que esta situación “se agrava por el consumo de alimentos ultra procesados, pues el 40% de las calorías consumidas por los niños en edad preescolar provienen de este tipo de productos” y, por si esto no fuera suficiente, según la ONU, “cuatro de cada cinco consumen cotidianamente bebidas endulzadas y apenas uno de cada tres consume verduras diariamente”. Sólo tres de cada 10 bebés se alimenta únicamente de leche materna (el mejor alimento para ellos, pues les proporciona todos los nutrientes necesarios y les ayuda a prevenir de muchas enfermedades) durante sus primeros seis meses de vida. La crisis nutricional de los niños mexicanos, se extiende a los menores de cinco años de edad, pues uno de cada ocho padece desnutrición crónica y uno de cada tres (entre los seis y 19 años de edad) padece sobrepeso y obesidad, colocando a México entre los primeros lugares en obesidad infantil en el mundo.
Mientras todo esto ocurre con el estado nutricio de los niños, jóvenes y adultos mexicanos, el pronóstico del Banco de México es que el control inflacionario se logrará hasta 2023 y la economía crecerá en un 7% por las inversiones en las obras faraónicas del Gobierno federal morenista en el sureste del país. Los mexicanos seguiremos comiendo barato y probaremos cada día menos alimentos ricos en nutrientes y estaremos propensos a contraer más enfermedades en el corto plazo, si no nos organizamos, concientizamos y damos cuenta que este sistema económico genera pobres cada vez más pobres y que el sistema político que impera en nuestro país y en el mundo no sólo ha propiciado el encarecimiento de la vida de sus gobernados, sino que las selectivas y escasas transferencias monetarias implementadas por el presidente –aunque vayan a incrementar el próximo año- (antes destinadas a uno de los integrantes de la familia, y que hoy se han convertido en el salvavidas momentáneo y perecedero del hijo, del nieto, del desempleado, de la madre, de la esposa… ante la inflación) no son la política pública económica que nos quitará el hambre y nos sacará de la pobreza. Este Gobierno no sólo no tiene intención de acabar pronto con la crisis sanitaria derivada de la pandemia de covid-19, menos aún de atacar la crisis nutricional que por primera vez en 10 años se ha agudizado aceleradamente y que traerá más muerte y desolación en las familias mexicanas en el corto plazo.
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