MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

México requiere política sin engaños para el pueblo

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Es un modo infalible para conocer las verdaderas intenciones de un funcionario o candidato, el observar cómo orienta su forma de hacer política, entendida como las acciones efectivas para transformar o no, en algún sentido, la vida del país e influir mediante en el crecimiento y desarrollo a favor o en detrimento de determinados sectores; o en su lugar la habilidad para hacer la finta y fingir que hace algo, aunque no haga nada o que lo que hace sea perjudicial para la vida comunitaria.

Es del conocimiento común que cada vez está más arraigada, en la vieja forma tradicional de la política, la habilidad del funcionario o candidato para engañar a la gente y colocarse entre los votantes mediante las promesas más fantásticas y esperanzadoras y de la simulación de principios que en realidad no profesa, fingiendo humanidad, humildad, bondad y preocupación por los demás, así como la firme decisión y los conocimientos y habilidades para transformar en sentido positivo la problemática que afecta a la población. La política es el arte del engaño, decía Nicolas Maquiavelo.

Sin embargo, he conocido y coincido, o me sumo a las ideas del secretario general del Movimiento Antorchista, Aquiles Córdova Morán, quien asegura que la política es en realidad una ciencia y que el poder político debe ser confiado a personas no solo con una formación cultural y académica adecuadas y suficientes, sino con un demostrado compromiso con las causas más nobles y con el progreso en general.

De esta manera podemos separar el trigo de la maleza y decir que la política no es sucia, sino que la han ensuciado los políticos arribistas y tradicionales que se han dedicado, ellos sí, a engañar a los electores con fines inconfesables, por un lado, y por otro, la verdadera política, la de quienes realmente quieren construir con su trabajo un proyecto claro de nación.

Los segundos, se preocupan, así, más por los resultados de sus acciones, por tener planes y proyectos claros y precisos, científicamente realizables y se aplican para lograr esos proyectos; mientras que los primeros, los sucios, solamente se preocupan por mantener engañada a la gente, por estar en las preferencias del respetable, sin importarle y hasta en detrimento efectivo de los resultados en favor del conjunto social.

En resumen, la gente puede ver con claridad si un determinado político merece la oportunidad que le puede dar la preferencia ciudadana (sea en elecciones, consultas de opinión, encuestas ciudadanas y demás foros donde cuente de manera contante y sonante esa preferencia), si se preocupa más por sus resultados que por la opinión de la gente.

Los instrumentos para saber cualquiera de las opciones están al alcance de quien quiera, a pesar de las innegables habilidades de los políticos sucios, para engañar y hacer creer que ellos son la solución, el cambio, la transformación y que merecen no solo seguir gobernando sino ascender en la escala de poder para seguir haciendo las cosas bien en mejores condiciones.

Los políticos engañadores minimizarán las encuestas y los datos en los que se revelan sus resultados, argumentando otros datos los cuales, por cierto, siempre le favorecen, o bien oponiendo a los datos que lo desnudan como un político fracasado, las encuestas de opinión que los muestran como los gobernantes más queridos por el pueblo, los más populares, los mejor colocados en la preferencia de la gente. 

Hoy abundan los funcionarios merolicos que salen a las plazas a gritar a los cuatro vientos que son los más queridos, a pesar de que sus resultados efectivos son malos o muy malos.

El pueblo debe aprender a conocer a los políticos por los resultados, por los números fríos que revelan la verdad sobre la forma de hacer política de dicho funcionario, y no en su carisma, o su discurso, no en sus promesas y sus afirmaciones y menos en las encuestas de opinión, las cuales las más de las veces son encuestas cuchareadas y tendenciosas, pagadas para que muestren los resultados que al Maquiavelo del momento conviene.

Y esto que digo me parece que es aplicable no solamente al presidente Andrés Manuel López Obrador, como uno de los engañadores y simuladores más exitosos y nefastos que ha conocido el país, y tal vez el mundo entero, sino a todos aprendices de brujo que han menudeado, animados y envalentonados por el momentáneo éxito del maestro de la simulación.

Esto me viene a la mente cuando veo con decepción como el mejor gobernador del momento, el mejor colocado y calificado por los ciudadanos, según las encuestas de opinión de estos días, y me refiero al de Yucatán Mauricio Vila Dosal, quien ha preferido ignorar a su pueblo, tal vez envalentonado por el hecho de que las encuestas lo favorecen, y halla perdido así la visión de lo importante, de sus resultados efectivos en el combate a la desigualdad, la pobreza y la pobreza extrema, el crecimiento económico y el desarrollo a favor de ese miso pueblo que hace posible que Yucatán siga siendo un estado más o menos próspero y que lo han calificado con benevolencia y hasta magnanimidad en esas famosa encuestas.

No me refiero solamente, pero también, a la forma tan indiferente y hasta despectiva con que se ha tomado las demandas que le han presentado los ciudadanos yucatecos más humildes organizados en el Movimiento Antorchista de Yucatán, a quienes prefirió ignorar en sus solicitudes y manifestaciones. ¿De verdad cree Vila Dosal que ese camino lo lleva al éxito?, ¿de verdad cree que ya tiene segura y merecida la candidatura del puesto grande solamente por lo que dicen las encuestas y que no necesita del pueblo para aspirar a ese honor? Y no solo por las aspiraciones, que pudieran ser legítimas, sino precisamente por eso de que cuentan más los resultados que la imagen. ¿Así va a sr su forma de hacer política en adelante, esté donde esté, pura imagen y encuesta sin resultados?

Yo creo que los yucatecos y los mexicanos merecen algo mejor, y más ahora que los verdaderos políticos escasean y se han ido sustituyendo por esos bufones de la política que hoy tienen sumido al país en un atolladero que no parece tener salida, más ahora que de verdad urgen los verdaderos transformadores. Pero dar esa imagen no se logra siempre con puras encuestas. 

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