MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

México y sus jóvenes

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Mucho se ha hablado ya del oscuro futuro que espera a los jóvenes mexicanos, pero por más que se diga que ellos son el futuro de nuestro país, esa trillada frase ha dejado de tener sentido desde hace mucho tiempo, pues nos hemos convertido en uno de los países que menos atención pone a la preparación de su juventud.

La pandemia, sin duda, dejó grandes estragos en el aprendizaje y la enseñanza de niños y jóvenes, esto sin tomar en cuenta la gran deserción escolar que aumentó de manera alarmante y que es un reflejo más de la injusta distribución de la riqueza, pues mientras unos cuantos la concentran, la gran mayoría subsiste en la pobreza o en pobreza extrema, lo que se aprecia claramente en la falta de acceso a los servicios básico, también a una educación de calidad y, evidentemente, a los recursos necesarios para continuar sus estudios. 

Según datos de especialistas y medios, México tiene cerca de 30 millones de personas en rezago educativo, mismas a las que el Gobierno federal ha mantenido en el olvido, pues las acciones para combatir y atacar el problema de raíz no le han hecho ni cosquillas al problema real. 

Datos publicados por el portal Animal Político revelan que, tras la pandemia, más de medio millón de mexicanos abandonaron las aulas, y el nivel preescolar fue el que presentó los índices más altos, con el 13 por ciento deserción, seguido del nivel superior con el 7 por ciento, lo que provocó un retroceso en el aprendizaje de más de un año y medio entre los alumnos. 

No es difícil, entonces, entender la situación que enfrenta quien deberá elegir en qué universidad estudiar o si seguirá estudiando; índices dados a conocer por el Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES) indican que en el ciclo escolar 2020-2021 solo uno de cada tres jóvenes estaba inscrito en la universidad, pues la cobertura de la educación superior también muestra rezagos no atendidos, lo que queda evidenciado en los estados que no han logrado tener una cobertura significativa en este nivel. El mismo centro menciona que son seis los estados que muestran más marcadamente esta deficiencia: Chiapas, con el 14. 4 por ciento; Oaxaca, un 20.3; Guerrero, con un 22.5; Quintana Roo, un 24.5; Veracruz, con 25.9 y Michoacán, el 26.2 por ciento. 

La desatención al sector educativo acarrea cada día graves repercusiones en el desarrollo del país, pues hablando, por ejemplo, del empleo, la revista Expansión indicó que son 2.5 millones de jóvenes quienes al concluir su educación superior no encuentran lugar en el mercado laboral. Aquellos que logran conseguir un empleo perciben salarios bajísimos; según el medio de comunicación antes citado, el 43 por ciento percibieron un salario de entre tres y ocho mil pesos, y 44.9 por ciento del total de los egresados dijeron no haber tenido ningún tipo de prestación en su trabajo. 

Entonces, en un México en el que no se invierte en educación, y los pocos que logran concluirla se quedan sin alternativas en el campo laboral, no es difícil imaginar qué rumbo estamos tomando y hacía dónde nos llevará eso. 

Sin las condiciones económicas y educativas necesarias para ingresar y permanecer en una universidad, y sin la garantía de obtener un empleo al egresar, los jóvenes mexicanos han optado por la alternativa que más garantía de vida pueda ofrecerles, por lo que se ven obligados a comenzar a formar parte de las filas del empleo informal. A este respecto, El Economista indicó que cerca de un millón de jóvenes entre 15 y 29 años no han logrado recuperar sus empleos perdidos a raíz de la pandemia, y esa cifra debe sumarse a la gran cantidad de quienes jamás fueron contratados en algún puesto de trabajo. 

Esto está teniendo como consecuencia la perpetuidad de la pobreza en México, porque el campo laboral al que pueden acceder los jóvenes es límitado, además de ofrecer salarios insuficientes y ninguna prestación. 

¿No nos queda entonces ninguna alternativa por seguir? Creo sinceramente que el pueblo mexicano debe exigir que las autoridades garanticen acceso a la educación de calidad, no solo a una que se dedique a preparar la mano de obra para los grandes capitales, sino que capacite y enseñe a los jóvenes a preparse, para que el día de mañana fortalezcan científica, tecnológica y, lo más importante, económicamente, a nuestra patria. 

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