MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Nueva España: sexualidad, baile e iglesia. 

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En el año de 1799, don Manuel Abad y Queipo, en su documento titulado “Representación sobre la inmunidad personal del clero” expone el papel de la iglesia novohispana:

Consta en la historia, que todas las monarquías modernas se fundaron sobre estas dos dignidades de clero y de la nobleza: [...];  y del clero, porque la misma historia nos instruye de los importantes servicios que hizo entonces para conservar las conquistas, y gobernar en paz y en justicia los pueblos conquistados. (Abad y Queipo, 1799; citado por Ruíz, A., 2010)

Lo anterior significa que el papel del clero era conservar el orden social. La iglesia defendía la estratificación colonial; es decir, la preponderancia del sector de propietarios blancos (españoles y criollos) sobre el sector de los trabajadores (mestizos, indígenas y negros). Bajo el argumento del respaldo divino, la iglesia se encargaba de hacer que la sociedad funcionara y se comportara de una forma que no afectara los intereses de la clase blanca gobernante. La religión era, pues, el medio más efectivo legitimar el régimen colonial hispánico.

Desde la conquista de América, en el siglo XVI, la iglesia promovió la idea del buen cristianismo entre los habitantes del nuevo mundo. El americano debía ser un buen cristiano; esto implicaba que el individuo que viviera bajo el régimen colonial debía observar la mansedumbre, la obediencia y cumplir con los deberes de la iglesia, como ir a misa los domingos, reprimir los instintos sexuales y respetar a las autoridades civil y religiosas. 

Durante los primeros siglos de la colonia, diversos bailes y coplas populares fueron considerados como una amenaza hacia el statu quo por la iglesia católica, debido a que incitaban a la idolatría, al contacto entre los danzantes y expresaban conductas sexuales. Entonces, el clero comenzó a castigar estas manifestaciones para tratar de mantener la moral del buen cristianismo. 

A partir del siglo XVIII, las coplas y bailes fueron cada vez más numerosos y las expresiones sexuales aún más explícitas. Ya no solo preocupaba que se avivara la idolatría, la manera de bailar que empezó a llamar más la atención. De acuerdo con el historiador Adolfo Ruiz, el modo de bailar era considerado lascivo, desenfrenado y escandaloso, especialmente cuando implicaba el roce de los cuerpos.

Un baile prohibido por la iglesia fue el Chuchumbé. Éste fue el único son bailable novohispano recopilado Fray Nicolás Montero, gracias a las denuncias que la gente hacía a la Santa Inquisición. La versión recopilada consta de 20 cuartetas, 4 tercetos y 14 construcciones versales pareadas, o dísticos. Entre sus versos hay algunos que critican la doble moral de los representantes de la Iglesia: “En la esquina está parado/ Un fraile de la Merced/ Con los hábitos alzados/ Enseñando el chuchumbé”.  Asimismo, en otros versos podemos encontrar el carácter inmoral de la temática del son: “El demonio de la china/ Del barrio de la Merced/ Y como se zarandeaba/ Metiéndole el chuchumbé”. 

El Chuchumbé se destacó por ser un son para divertirse, pero esta diversión constaba en gozar de tonos pícaros y sexuales, cantables y bailables, retadores de las ideas morales que predominaban en el siglo XVIII.

Podemos deducir entonces, que en el momento en que la música y la forma de bailar comienzan a salir de los límites de conducta establecidos por la iglesia, ésta comienza a prohibirlos por temor a perder el orden que hasta el momento había logrado sobre la sociedad. 

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