El 12 de abril del presente año, fue la última vez que a nuestros compañeros: Conrado, Mercedes y su hijo, se les vio, se dirigían a hacer las compras para el regreso a clases. No los volvimos a ver. Desaparecieron, y el único rastro que hubo sobre su paradero se dio a través de las redes sociales al día siguiente, eran ellos, en efecto, un automóvil que supuestamente había perdido el control y, lamentable, un accidente automovilístico había terminado con la vida de los pasajeros. Nada más alejado de la realidad.
El montaje, tan mal armado, sólo indica que hicieron lo posible por querer ocultar el verdadero suceso; después, la necropsia daría las razones reales de la muerte de los tres compañeros antorchistas, a Conrado y Mercedes, les quitaron la vida a golpes; a su hijo, de apenas siete años, un niño en cuyos ojos asomaba apenas la luz de la vida, de forma cruel y salvaje asesinados, le quitaron el aliento asfixiándolo hasta la muerte.
El caso, ya de por sí es estremecedor y a cualquiera que se haya enterado seguramente se le apretaron los puños de la rabia, de la impotencia y del coraje inmenso al conocer tan terrible desgracia. Al principio disfrazado de un accidente, encontraron el auto en un barranco sin golpes importantes que probaran que había sido el siniestro el que hubiese puesto fin a la vida de nuestros compañeros, se trata, pues, a todas luces, de un torpe intento de querer ocultar la verdad: el asesinato a sangre fría de nuestros compañeros y de su pequeño hijo.
El asesinato se da también en un clima de hostilidades que nuevamente, vienen desde el Gobierno federal, nuevamente se calumnia al Movimiento Antorchista y se le imputan delitos que no se pueden comprobar, este clima es propicio para desarrollar una persecución injusta en contra del antorchismo, ya en varias ocasiones se nos ha señalado de toda clase de delitos, por cierto nunca probados y siempre derivados de la calumnia y un discurso lleno de tautología por parte del presidente de la república.
Este ambiente, de nueva cuenta, eclipsa el llamado que hacemos a la ciudadanía denunciando el asesinato de nuestros compañeros.
Al iniciar la semana corriente, a lo largo del país se ofrecieron distintas ruedas de prensa evidenciando el crimen y exigiendo tres cosas concretamente. 1.- Que se abra la carpeta de investigación pertinente para dar con los autores materiales, e intelectuales (si los hubiera) de tan atroz crimen.
2.- que el Estado encabezado por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, intervenga para dar prontitud al esclarecimiento del acto.
3.- que se garantice seguridad para todos los antorchistas. Las peticiones del Movimiento Antorchista son completamente justas, como todo aquél ciudadano que entre sus derechos civiles exige poder trabajar con seguridad.
Así mismo no quitamos el dedo del renglón al decir que este asesinato político debe esclarecerse y castigar a los culpables, como también luchamos por la seguridad para todas las familias del país pues la ola de terror y delincuencia en México sigue creciendo día con día, esto no llegará sino hasta poder tomar en las manos del pueblo el gobierno del país; es decir, creando una organización verdaderamente popular que pueda garantizar bienestar y seguridad a todos los hombres de nuestra patria, por esa patria que Mercedes y Conrado veían construida a futuro y por la que luchaban día con día.
Por eso, hoy más que nunca, compañeros, el ejemplo de nuestros muertos debe empujarnos a trabajar con más fuerza, con más ahínco y perseverancia, entendiendo que la construcción de un nuevo mundo es más que necesario para nunca más volver a cerrar los ojos de vidas inocentes que buscan como nosotros un nuevo país para todos.
Por esos muertos, nuestros muertos, pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte, pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía, pido castigo.
Para los que defendieron este crimen, pido castigo.
No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre. Pido castigo.
No los quiero de embajadores,
tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver aquí juzgados
en esta plaza, en este sitio.¡Quiero castigo!
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