MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Por qué ha de organizarse el pobre con sus iguales para salir de la pobreza?

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Dice el pueblo, y dice bien: lo que se ve no se juzga. El problema de la sociedad mexicana actual es, sin duda, la terrible e insultante pobreza de las mayorías, a pesar de que México es un país inmensamente rico que se encuentra entre las primeras 20 economías mundiales.

La acumulación y la concentración de riqueza, del capital, es tan grande que ocasiona que estemos también entre los países con mayor desigualdad del mundo, con muy pocos ricos muy ricos, que se pueden contar con los dedos de las manos, y muchos millones de pobres tan pobres que ya no tienen lo suficiente ni siquiera para poder sobrevivir. Ya no digamos con un grado de dignidad mínimamente humana.

Si partimos de la verdad científica de que el valor de cuanto se produce para que exista esta sociedad de mercado, o sea, las mercancías, tiene como sustancia el trabajo socialmente necesario invertido en su producción. 

Los individuos aislados son mucho más débiles que agrupados, y son menos eficaces a la hora de defender sus intereses solos que formando parte de una organización de su clase.

Visto como simple desgaste de la fuerza humana de trabajo indistinta, y cuyo desgaste se mide en unidades de tiempo en que esta se emplea: horas, días, semanas, quincenas, meses, etcétera. Entendemos que el dinero es, ante todo, el representante general de valor y, por tanto, una forma de conservación del trabajo antes dicho.

El dinero, de esa manera, puede ser no sólo atesorado (guardado sin sufrir descomposición) sino además acumulado (hecho un montón que al rotar o dar vueltas invirtiéndose en el proceso de producción se va agrandando porque se le adhiere o agrega nueva plusvalía o ganancia).

La riqueza acumulada por unos cuantos no es sino vil trabajo humano, que desde luego otros han realizado.

Ello ha sido posible sólo por la forma en que la sociedad está actualmente organizada para producir y repartir lo producido. Se paga fuerza de trabajo para quedarse con el producto de esta, que es trabajo, o sea, valor, cuya enorme diferencia de magnitudes, de valor resultante entre lo que cuesta aquella y lo que produce constituye el valor de más que se apropia quien la ha comprado, o sea, el capitalista.

Ahora, tomemos en cuenta los cientos, miles y millones de trabajadores que venden su fuerza de trabajo a un solo patrón. E imaginemos la cantidad de plusvalía extraída a estos en una sola jornada de trabajo o turno de ocho horas como lo establece la ley, y veremos la fabulosa suma de acumulación constante de capital en unas cuantas manos.

Por ello, la explicación de la pobreza de los demás.

Ahora bien, de aquí se desprende que los intereses de ambos tipos de individuos que componen la sociedad (vendedor y comprador de la fuerza humana de trabajo), visto a blanco y negro el asunto para mejor contraste, es decir, tomando en cuenta solo las clases sociales fundamentales de la sociedad capitalista actual, está claro que sus intereses son no sólo distintos, sino contrapuestos.

O sea, lo que le conviene a uno al otro lo desfavorece o lo perjudica, y, por tanto, cada uno debe defender los intereses que le beneficien para poder sacarlos adelante.

Pero es sencillo entender que los individuos aislados son mucho más débiles que agrupados, y que por lo mismo, son menos eficaces a la hora de defender sus intereses solos que formando parte de una organización de su clase.

Por eso vemos que los empresarios tienen sus organizaciones exclusivas de empresarios, algunas incluso por ramas o giros empresariales, en las que ni por accidente se encuentran como miembros obreros, trabajadores o cualquier pobre.

No es por casualidad, pues se trata de defender los intereses solo de los empresarios como empresarios, es decir, como clase social.

De ello se deduce que, cuando menos, los pobres debieran hacer lo mismo: construir su organización sólo de pobres, para defender con todo sus intereses como clase de los pobres.

¿Y qué importancia reviste esto? Desde mi punto de vista, construir esta organización de los pobres, hacerla fuerte, potente y eficaz para defender los intereses de la clase trabajadora (como lo viene haciendo Antorcha) requiere la comprensión por parte de los individuos que la conforman de que son una clase, de que tienen entre sí y sólo entre sí idénticos intereses y que, por tanto, necesitan seguir construyendo su organización para sacarlos a flote.

Es decir, se necesita el despertar de la conciencia de los pobres, que hasta ahora son sólo una masa enorme pero sin forma ni objetivos precisos que, como dijo el clásico, necesitan transformarse en una clase para sí; mínimamente conocedora de la realidad social; de su lugar como tal clase y de su papel dentro de la sociedad, así como de su necesaria intervención para transformarla en una sociedad más desarrollada, pero más justa y equitativa.

Es decir, mejor organizada en beneficio de todos, donde el ser humano deje de utilizar su fuerza productiva como mercancía, para que no haya acumulación de trabajo por unos cuantos ricachos, y sirva lo producido para que todos vivamos bien, como lo viene haciendo el exitoso experimento de la sociedad china, que es ya una sociedad modestamente acomodada que en todos los ámbitos destaca como faro y locomotora del desarrollo social.

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