Alejar al pueblo de la posibilidad de intervenir en la solución de los problemas que a él mismo le aquejan, evitar que tomen de forma efectiva y real sus propias decisiones, esperar dócilmente a que otros, usando su nombre como bandera, lleven a cabo acciones que aparenten su beneficio, son solamente algunos de los males que ha causado en nuestro país la política demagógica de este gobierno de la 4T, cuyos nefastos efectos se dejarán sentir en los próximos años, cuando la dura realidad demuestre, con toda crudeza, un preocupante aumento de la miseria y sus consecuencias.
La camarilla que hoy gobierna el país, dócil sirviente de la cúpula empresarial, se ha esmerado en propagar cada día la ideología de sus dueños, el pensamiento de los que acumulan inmensas riquezas a costa del sufrimiento de millones de trabajadores.
El objetivo perseguido es evidente, por más que recubran de bellas frases toda la retórica con la que anuncian las determinaciones que habrán de implementar, se nota, con toda claridad, que buscan mantenerse en el poder a toda costa, lastimando aún más al pueblo en el presente y preparándole un futuro incierto. Ahí tenemos como ejemplo, su real actitud con respecto a la emergencia humanitaria en el estado de Guerrero.
El movimiento al interno de los partidos políticos oficiales, el protagonismo de algunos personajes, desesperado en algunas ocasiones, no es más que la muestra de ese intento por colocarse en las posiciones políticas adecuadas para mantener el control y obtener el mayor beneficio posible; en todos los casos se trata de hacerse de los recursos económicos, producto de los impuestos que paga el pueblo, para enriquecerse personalmente; no hay en ninguno de ellos, un verdadero proyecto destinado a favorecer al pueblo humilde, solamente son aspiraciones individuales recubiertas de acaramelada demagogia.
En la realidad continúa repitiéndose la máxima atribuida a Don César Garizurieta: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”, no importa que se la pasen repitiendo que “no son iguales”, solo basta ver el daño que han causado al país y a nuestro pueblo en tan pocos años.
En el fondo de todo este ajetreo de aspirantes se encuentra la verdadera razón de su angustia: sus intereses económicos. Esta es la esencia de su preocupación, la defensa de las ganancias de los empresarios y la forma más fácil de asegurarse un futuro sin preocupaciones, lleno de lujos y comodidades a costa de los impuestos de la población trabajadora.
Para conseguir su objetivo, que de ninguna manera es servir y beneficiar al pueblo, han logrado dividir a los sectores sociales con la introducción de una falsa imagen de protectores de los más desvalidos, a quienes en realidad han convertido en rehenes políticos por medio del amañado apoyo económico selectivo. Presentándose como los salvadores de la patria y mesías iluminados, han ocasionado que algunos de esos sectores, particularmente los más jóvenes, sienta un profundo desinterés y desprecio por la política, además de generar un peligroso individualismo que se refleja en la indiferencia por los problemas de los demás.
Debemos tener presente que la política, como señalaba Lenin, es la expresión de los intereses vitales de las clases y de sus relaciones recíprocas. Esos intereses de clase, nunca serán los intereses de toda la sociedad, pues la misma existencia de ellas, de las clases sociales, implica la presencia de grupos de personas con diferente situación económica, es decir, con desigualdades y, por consiguiente, también con mayor ventaja política para los más acaudalados; es esta diferencia entre los que poseen la riqueza y los que no, lo que obliga a la defensa de sus intereses particulares.
Por tanto, el poder político posibilita y obliga, a quien lo posee, a ejercer la defensa de esos intereses de clase.
Hemos visto y sobre todo, hemos sentido por el impacto de esta miseria creciente, que el proyecto autodenominado Cuarta Transformación (4T), no fue más que un engaño a la población, que los individuos que hoy se encuentran en el gobierno, en el poder político, aunque dicen gobernar a favor del pueblo, realmente no lo hacen; quienes han sacado el mayor provecho económico han sido los grandes empresarios, o sea, en la realidad, están utilizando esa posición para la defensa de los intereses de los grandes acaudalados, aunque en ocasiones quieran aparentar que son enemigos.
A quienes van a defender y en contra de quienes, es lo que determina el conjunto de acciones y las funciones que adoptará el Estado bajo la dirección del grupo que obtenga el poder político, en el caso de nuestro país, por la vía democrática. Debemos tener la plena conciencia de ello porque la realidad nos ha indicado con toda claridad, que este gobierno ha ofrecido migajas al pueblo para contener, con esos paliativos, la exigencia de sus derechos y disminuir los riesgos sobre la riqueza de los grandes propietarios.
Por tanto, es necesario oponerse a todo intento por desarticular la unidad del pueblo trabajador para disminuir su capacidad de movilización en defensa de sus derechos; tenemos que organizarnos fortaleciendo un movimiento que obligue al gobierno en turno y al próximo, a reconocer que es indispensable garantizar en primer lugar los intereses de los campesinos, empleados y obreros, que son quienes generan con su esfuerzo cotidiano, la riqueza de este país. Debemos identificar, a través del estudio y el análisis minucioso de nuestra realidad al verdadero causante de las desigualdades y a quienes lo obedecen y protegen.
El próximo proceso electoral puede ser de utilidad a la clase trabajadora si ésta es capaz de formar un bloque unificado, con la humildad y fortaleza suficiente para reconocer sus errores y llevar al poder político a quienes si posean un proyecto que en realidad defienda sus intereses y no los de la minoría acaudalada; que mantenga el control de los políticos y no en sentido inverso; y que no se deje engañar nuevamente por arribistas y demagogos como los que hoy gobiernan el país.
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