La unión dialéctica que existe entre la Pedagogía y la Sociedad, como vínculo indisoluble, la convierte, según Álvarez de Zayas en la primera Ley de esta Ciencia Social. Considerar a la sociedad y la pedagogía como entes unidos en un paralelismo sempiterno, no hace caso a una teoría nada más, es colocar en el peldaño más alto a la ciencia Pedagógica pues la convierte en un arma poderosa que hace frente a los cambios, a la mutabilidad de la sociedad, prepara pues, al hombre para la vida. Pero, ¿qué quiere decir esto?
La escuela, debe ser, una institución en la que no solo se transmita el conocimiento científico, sino también los saberes, competencias, habilidades, valores etc. Que necesita el alumno para ser útil a la vida laboral, pero, sobre todo, a la sociedad. Son distintas las teorías que han optado por un cambio en la forma en la que se educa al hombre, el éxito o fracaso de estas han dependiendo de distintas circunstancias, pero todas (al menos en el discurso o la intención) buscan una educación de calidad.
Parece ser, así lo demuestra la historia, que una educación de calidad es aquella que velará por pertrechar los elementos que el alumno necesita para su desempeño en la vida laboral, los cubanos proponen algo más, también para la vida social. Y atender las necesidades sociales también es de vital importancia, pues en nuestros días se necesitan hombres que puedan reivindicar el sentimiento patriótico de nuestro país para trabajar por nuestro México, en ese sentido se necesita también profesionales con un alto conocimiento no sólo de su área, sino también de las ciencias y tecnologías en boga, necesitamos profesionistas críticos que también asuman un papel activo en la sociedad y que puedan establecer juicios certeros ante los distintos fenómenos sociales que aquejan al país, hombres sensibles, capaces de trabajar en equipo y con empatía por sus semejantes y un largo etc.
Cada modelo nuevo, ha propuesto (según sus intenciones) pertrechar muchos de estos elementos, pero, lo que no podemos olvidar es que, los modelos educativos tan mutables como cambios de gobierno ha habido, atienden muy poco a las necesidades de la mayoría empobrecida, por el contrario, al ser la educación un elemento superestructural de nuestra sociedad, obedece, sin lugar a dudas, a los intereses de aquellos, que detentan el poder económico de nuestro país.
¿Cómo procurar una educación de calidad entonces, cuando es el sistema quién impone qué y cómo enseñar, obedeciendo a los intereses del gran capital? La problemática no es nueva y también ha Sido estudiada, se necesita de un modelo educativo, sí uno nuevo que pueda atender las necesidades del pueblo, de aquellos que en verdad necesitan educarse profesionalmente pues no cuentan con el recurso suficiente para poder hacerlo, uno que no sea realizado por burócratas que no conocen nada de la Ciencia Pedagógica y mucho menos saben de los intereses de la masa empobrecida.
¿Se puede apostar por una educación de calidad en estas circunstancias? La respuesta es sí, aunque para poder garantizarla en su totalidad, se necesita de un cambio completo en el sistema educativo, económico y político en nuestro país, una tarea que el Movimiento Antorchista, a través de su comisión magisterial (de eso hablaremos prontamente) se ha encargado de proponer, difundir y poco a poco materializar. Las escuelas antorchistas implementan clubes culturales y deportivos, un servicio social real, un acercamiento del estudiante a la sociedad y otros elementos de los que hablaremos en la pronta oportunidad. Pero antes, desde aquí, quiero expresar mi entero y total apoyo a los maestros de la escuela primaria Miguel Hidalgo y Costilla que enfrentan una dura lucha en contra de supuestos maestros que, con amenazas, intentan arrebatarles la institución que con tanto esfuerzo han edificado. Nosotros, los antorchistas, apostamos por una educación de calidad, crítica, integral y transformadora, el tiempo se encargará de darnos la razón, ante la realidad no se escapa ni la luz.
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