La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad de pensar por sí mismo, y dicha culpabilidad no reside en su falta de inteligencia, sino de decisión y valor para razonar por sí mismo sin la tutela de otro. El hombre, por tanto, debe tener el valor de utilizar su propia razón. ¡Atrévete a saber!, nos dice, fue el lema de la ilustración.
La pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de los hombres continúen siendo incapaces de pensar por sí mismos, de su autoculpable minoría de edad, a pesar de que hace tiempo la naturaleza los liberó de una tutela ajena. El hombre entonces es culpable de su incapacidad para pensar por sí mismo porque cuenta con los tutores (curas, médicos y demás expertos) que le permiten obtener respuesta a sus interrogantes sin la molestia de razonar por sí mismo. Y estos tutores, por su parte, cuidan bien que la mayoría de los hombres no se emancipen ni piensen por sí mismos, porque dicha emancipación, aconsejan, puede resultar difícil y en extremo peligrosa. ¡Es tan cómodo no estar emancipado y seguir siendo menor de edad!
Por tanto, el hombre ha sido incapaz de pensar por sí mismo porque nunca se ha atrevido a ello. Muy pocos hombres son los que han logrado superar esa incapacidad. Pero ahora la ilustración ha permitido que exista mayor facilidad para que el público piense por sí mismo, supere esa incapacidad y pueda transitar de una minoría a una mayoría de edad.
La única condición de la ilustración, como voluntad para pensar por sí mismo y valerse de la propia razón, es la libertad de pensamiento y expresión que significa liberarse de los prejuicios y de la autoridad. Esta libertad de expresión significa hacer un uso público de la razón y le debe estar permitido, sin límites, a todo mundo. Mientras que el uso privado de la razón tendrá estrictas limitaciones ya que éste se le permite al hombre como funcionario o empleado público y, por tanto, por su posición como servidor público debe atender más a la obediencia hacia el Estado que a su razonamiento. Kant establece aquí una diferencia del uso de la razón en la esfera de lo público y lo privado.
Al preguntarse Kant si vivió en una época ilustrada responde que no, pero sí en una época de Ilustración. Esto en virtud de que, aunque no se ha alcanzado la ilustración de todos los hombres, ya existen condiciones para que éstos, si lo deciden, pueden alcanzar su mayoría de edad. Sin embrago, el principal obstáculo para la Ilustración no está en el Estado, como lo muestra el ejemplo de Federico de Prusia, nos dice Kant, sino en las Iglesias y en los eclesiásticos.
Me parece que en este artículo sobre la ilustración, Emmanuel Kant (1724-1804), desarrolla importantes ideas en torno al papel que jugó la época de la Ilustración sobre el obscurantismo religioso feudal, donde la razón logró imponerse sobre la religiosidad y la superstición; donde el hombre debe atreverse a saber, a razonar y pensar por sí mismo; que logre sacudirse a los tutores impuestos que por siglos lo tuvieron dominado y obtenga así una comprensión más completa de la realidad; que distinga su comportamiento racional en la esfera de lo público y lo privado; y que transite de una minoría a una mayoría de edad. Hasta aquí me parece acertado.
No obstante, me parece que al explicar las causas por las cuales el hombre ha sido incapaz de pensar por sí mismo, colocándolo como un menor de edad que goza cómodamente del sometimiento tutelar, por ejemplo, de la Iglesia, Kant se muestra limitado, moralista y reaccionario.
Afirmar que la incapacidad del hombre de pensar por sí mismo se debe a su pereza, a su cobardía y a su falta de valor y decisión, me parece más una posición moralista que científica. Yo considero que las causas las encontramos en el sometimiento económico, político y social del absolutismo feudal que por siglos utilizó a la Iglesia y la Inquisición como instrumentos de opresión física e ideológica. La visión racionalista de Kant se muestra aquí, a mi juicio, extraordinariamente limitada y deformada.
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