El próximo lunes 20 de enero de 2025 se llevará a cabo el evento de toma de posesión presidencial en Estados Unidos. Ese día, Donald Trump jurará el cargo en una ceremonia frente al Capitolio, en Washington, D.C. Esta será la segunda vez que el empresario ocupe el cargo presidencial. Recordemos que Trump fue el 45º presidente de Estados Unidos, ocupando el cargo de 2017 a 2021.
Quien siembra odio cosecha odio, y eso es justo lo que está pasando en el país vecino.
Pero eso no es lo relevante, pues él o cualquier otro político de nuestro país vecino puede postularse. Lo que importa o quiero resaltar en esta colaboración es el discurso que manejó en su campaña, que en lo general no fue muy diferente al de 2016, pues sigue sumando adeptos a través de señalamientos de odio, racismo, xenofobia y antiinmigración.
Como todos sabemos, Estados Unidos sigue siendo, aunque a muchos no nos guste, una potencia económica, de la cual nuestro país es socio comercial. La participación de aquella nación alcanzó el 81.3 % en las exportaciones de nuestro país en 2024, según datos oficiales del Gobierno Federal (economia.gob.mx).
Como se puede ver, nuestra economía depende prácticamente de que los vecinos le compren a México. Por eso y por muchas razones más, la política que emprenda el futuro presidente Trump debe preocupar y ocupar a todos, además de estar preparados para lo que venga.
Pues bien, parte de la campaña y de la plataforma política de Trump para este nuevo periodo consistió en denigrar a los inmigrantes y a las personas de color.
Las declaraciones plagadas de insultos y falsedades del magnate son innumerables, pero efectivas para un buen porcentaje de la población estadounidense. Su retórica divisionista alentó a su base electoral y fue clave en su camino de nuevo a la Presidencia.
Como en su primer periodo, donde su discurso de odio era más lacerante, sugería (con todo respeto al lector) que Estados Unidos necesitaba inmigrantes noruegos en lugar de gente de países “de mierda”, poblados de negros.
El gobierno de Trump en ese momento implementó una sucesión de medidas dirigidas contra los migrantes con el objetivo explícito de restringir, modificar o destruir el sistema estadounidense de inmigración y de asilo. Como en aquel entonces, no se ve que las cosas vayan a ser diferentes ahora.
Esta retórica de odio e incitación a defender a la nación cueste lo que cueste tiene un efecto destructivo, antihumano y ha costado pérdidas humanas. Todos recordamos los episodios donde personas armadas dispararon dentro de escuelas, calles o como el del 3 de agosto de 2019, cuando un hombre blanco mató a veinte personas e hirió a otras tantas en un Walmart de la localidad texana de El Paso, una ciudad fronteriza con una población predominantemente hispana.
Los crímenes de odio de este tipo, que vienen aumentando significativamente en Estados Unidos, deben pensarse en paralelo con la política migratoria racial y xenófoba de Donald Trump.
Quien siembra odio cosecha odio, y eso es justo lo que está pasando en el país vecino. Ganar una elección incitando al racismo y tachando de delincuentes a los ciudadanos de su principal proveedor, que es México, no deja lugar a dudas de que la política internacional será difícil para el actual gobierno, que, dicho de paso, heredó la política agachona de López Obrador.
Lo que está pasando en Estados Unidos es algo que ya se veía venir. Es algo podrido, enfermo y que está en agonía. La invasión de territorios argumentando cualquier pretexto (acusarlos de terroristas), lo insostenible de sus adicciones, la política de imperio que tienen, el odio hacia los migrantes —que en gran medida ellos mismos son responsables—, todo eso habla de que su poder está al límite.
Nuevas economías están demostrando la capacidad de resolver los problemas que tanto nos aquejan, como China y Rusia. Los mismos Brics están trabajando por un mundo multipolar, más justo y equitativo para todos, y hacia allá debemos avanzar.
Con discursos de odio no se llega a nada, y México ya lo vivió con López Obrador, quien dividió al pueblo mexicano entre chairos y fifís. Ahora el reto es superior: debemos construir la unidad, la solidaridad y el humanismo para salvar a México de un loco con puesto público y de un capitalismo rapaz que pone en peligro la paz mundial.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario