Los primeros meses de este 2017 están marcados por la impotencia, la ira no muy bien contenida y el temor a los nuevos tiempos, marcados por el abandono casi total del Estado, de la obligación de proteger a sus ciudadanos, a los que está dejando a su suerte en este nuevo periodo de más brutal libre mercado de la gasolina.
La casi legendaria lucha de pueblo y gobierno, cristalizada el 18 de marzo de 1938, en que se realizó la Expropiación Petrolera, hasta entonces en manos de extranjeros, ya es historia, porque desde este año y seguramente hasta que se agoten por completo los yacimientos, veremos regresar a nuestro territorio a los empresarios extranjeros del petróleo, a hacer cuantos negocios puedan con este recurso que, según se nos dijo por décadas, es de todos los mexicanos, pero cuya riqueza nadie, entre la clase trabajadora, está seguro de haber disfrutado.
PEMEX se convierte, poco a poco, en polvo; el petróleo ya no es nuestro. Pero para que el trago no nos resulte tan amargo, hay que pensar que en realidad nunca lo fue. La vieja consigna de "¡País petrolero, pueblo sin dinero!", era verdadera, pues mientras los políticos, los famosos "líderes" sindicales y los empresarios que estaban relacionados con el petróleo se enriquecieron escandalosamente (sólo tenemos que recordar que en cada sexenio el director de PEMEX ha sido nombrado no entre administradores o científicos relacionados con esta industria, sino entre amigos de los más altos gobernantes del país), la población carecía, y sigue careciendo, de lo elemental: trabajo seguro y bien pagado, educación segura y de alta calidad, salud asegurada de por vida, servicios públicos básicos (hoy todavía, a 79 años de ser "dueños" del petróleo de la nación, hay mexicanos que fallecen por falta de medicamentos y millones viven sin agua, sin drenaje ni energía eléctrica).
De haberse aprovechado bien nuestro petróleo, con el dinero producido pudimos haber desarrollado nuestra propia industria petrolera, y alrededor de ella pudimos haber desarrollado las más diversas ciencias y tecnologías. Pudimos haber desarrollado una educación sustentada en la investigación científica desde el nivel básico, que diera como resultado la formación de cientos de miles de científicos en todo el país; pudimos haber desarrollado nuestro campo, y sembrar con las técnicas más avanzadas nuestros alimentos (hoy los gringos nos venden 6 de cada diez kilos de maíz que necesitamos); pudimos haber desarrollado cada uno de los pueblos mexicanos y hoy solamente tuviéramos gente en Estados Unidos en calidad de vacacionistas, no con la humillación de que se van porque aquí no encuentran trabajo, y que ahora sufran la segunda humillación: ser deportados.
De haberse aprovechado nuestro petróleo en beneficio de los mexicanos, hoy tuviéramos una industria mexicana pujante, a la altura de las industrias más avanzadas del mundo, con tecnología nacional, no prestada; una industria ecológica, respetuosa del medio ambiente, una industria automotriz propia, que sí pudiéramos presumir, con trabajadores mexicanos bien pagados y muy orgullosos; tuviéramos una industria naviera en donde se construyeran lanchas, barcos, incluso trasatlánticos; una industria de aviación que construyera aviones con marca nacional, una industria de ferrocarriles que compitiera con las mejores de mundo en la creación de trenes bala y otras variantes que ya hubieran unido completamente el país.
De haberse aprovechado nuestro petróleo, hoy, en el siglo de las telecomunicaciones, del internet, fuéramos la avanzada, marcáramos la pauta de esta tecnología; pero somos simples consumidores.
El fruto del petróleo pudo haberse utilizado para crear un sistema educativo de la más alta calidad, que hoy no fuera una vergüenza mundial porque no enseña bien ni siquiera el idioma nacional. Tuviéramos un fuerte sector magisterial dedicado solamente a la enseñanza, sin maestros que buscando sobrevivir, venden tacos o son taxistas por las tardes, relegando al olvido su preparación continua.
Tuviéramos un sistema de salud fuerte y, por consecuencia, un pueblo saludable que se reflejara en su capacidad en el aprendizaje, en su capacidad para el deporte y la cultura. Nuestros equipos nacionales, surgidos de un proceso que empezara en la educación básica, serían seguros ganadores en las justas internacionales.
En fin, ya sabemos que el verbo "hubiera", hace alusión a lo que pudo haber sido y no fue. PEMEX está a punto de perderse como palanca de desarrollo de la clase trabajadora.
Pero no tengo el propósito de que juguemos el papel de plañideras de PEMEX, sino que reflexionemos. La burguesía que manda en este país ya se ha aprovechado bastante, es ella la única beneficiaria de PEMEX, no la clase trabajadora. Los gobiernos de la burguesía no han sabido honrar la sangre derramada por millones de hombres y mujeres del pueblo mexicano, cuando esta misma burguesía buscó su apoyo en su lucha contra la clase terrateniente que detentaba el poder político. El pueblo ha sabido luchar y morir, pero sin beneficio alguno.
Por eso la clase trabajadora debe organizarse; la historia demuestra que los ricos y sus gobiernos no sienten ninguna preocupación por la suerte de los pobres. Es tiempo de organizarnos, no en los tradicionales partidos políticos que no son otra cosa que mecanismos de control social al servicio de los ricachos. Se trata de organizarnos aparte y educarnos políticamente para entender que la única manera de salir adelante es tomar nosotros el gobierno de este país. Antorcha Revolucionaria es la organización que puede lograr ese propósito.
El sueño de un país que alcanzara el desarrollo apoyado en su petróleo, así como lo proponía el General Lázaro Cárdenas del Río, casi está terminado; pero nuestro territorio aún posee enormes riquezas naturales que no debemos seguir dejando que desaparezcan por la avidez de los poderosos. Organizarnos es el camino.
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