En la primera parte de este artículo, publicada la semana pasada, nos quedamos en el tema de la revolución rusa dirigida por Lenin y su partido bolchevique, en octubre de 1917. Continuamos.
Una vez que Lenin y su partido (el partido de nuevo tipo), conquistan el poder político en Rusia, utilizando audaz y revolucionariamente la coyuntura social, política y económica que generó la primera guerra mundial, se comienzan a dar los pasos para la instauración del socialismo. Siempre fielmente apegado a la teoría científica marxista, Lenin propone la aplicación de una nueva política económica, que no era otra cosa más que una forma de impulsar el desarrollo del capitalismo en toda Rusia, pues los sistemas sociales no se pueden instaurar a capricho, sino que son producto de un desarrollo histórico y, por lo tanto, la Rusia semifeudal no podría saltar directamente al socialismo sin pasar por la etapa capitalista.
En ese rumbo dejó Lenin a su país cuando a él se le agotó la vida. Lo que sucedió después es ampliamente conocido. Quienes han tenido tiempo y condiciones para estudiar el fenómeno social de la revolución bolchevique, iniciada en octubre de 1917, han escrito libros y se han llenado bibliotecas enteras. Por lo demás, criticar es fácil, se puede ser crítico en alguna rama del deporte, del arte, se puede ser un gran crítico en política, yo modestamente me limitaré a señalar los hechos que saltan a la vista.
Y a la vista de todo el mundo, quedó muy claro que de la revolución rusa de 1917 surgió una gran potencia mundial, Rusia emergió del fondo de su propia ruina y se convirtió en una potencia económica que conocimos con el nombre de Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). De modo que en la década de los años treinta apareció como un nublazón en el horizonte mundial, el terrible monstruo del fascismo encarnado en Adolfo Hitler, fue la URSS, más exactamente su Ejército Rojo el que le hizo frente y logró aniquilarlo, salvando así a la humanidad entera, eso se dice y creo que está bien dicho, la humanidad entera puede gozar hoy de ciertas libertades gracias a que el Ejército Rojo de la Unión Soviética derrotó al fascismo en 1945. También es verdad que actualmente la otrora poderosa URSS, como ente geográfico ya no existe en el globo terráqueo, pero su espíritu, la ideología que la hizo existir, todavía pervive como en 1917.
Y es precisamente en ese año, cuando la historia de Rusia se hilvana con la de nuestro país y andando el tiempo la figura de Lenin con la de José Revueltas. Por aquellos años México estaba viviendo su propia revolución, aunque la nuestra, a diferencia de la rusa, era de carácter burgués. Venustiano Carranza estaba al frente de la presidencia del país, cuando llega un enviado ruso, Mijail Borodin, a entrevistarse con él para hacer la gestión que permitiera la creación de un Partido Comunista en México. Rusia (aunque también México) con su novel revolución, necesitaba urgentemente el reconocimiento de los pueblos y gobiernos del mundo, por eso muchos emisarios como Borodin se movieron por todo el orbe tratando de romper el cerco que los capitalistas empezaron a tender en torno a la amenaza comunista, para ellos eso era el significado, de la naciente república de los soviets.
Así pues, el Partido Comunista Mexicano (PCM), nace bajo el auspicio del gobierno de una revolución democrático burguesa, como fue la nuestra. Sus primeros dirigentes del comité central, ni siquiera eran mexicanos, uno era hindú y el otro estadounidense, Roy Allen y Charles Phillips, respectivamente. El 24 de noviembre de 1919, declaran formalmente constituido al Partido Comunista Mexicano. Desde su inicio el PCM, nace como un satélite del gobierno revolucionario y de su partido político, así mismo, desde el comienzo se dedica a jugar el papel de comparsa, de colaborador del gobierno de la revolución mexicana y su partido (PNR-PRM-PRI), tanto es así que en las principales organizaciones de masas de dicho partido, tales como la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), se le reconoce oficialmente al PCM un papel preponderante para la formación de tales filiales. Igualmente en las campañas electorales para la presidencia de la república, se sabe que el PCM, participó apoyando las candidaturas de los aspirantes del partido en el poder. Es decir, desde sus orígenes el PCM, no desempeñó el papel de vanguardia ideológica y organizativa del proletariado mexicano. No representó ni defendió los intereses históricos de la clase proletaria. No era el partido leninista, el partido de cuadros que se necesita para dirigir una revolución socialista.
Desde luego, apegándonos a la verdad histórica, no todo el tiempo fue de romance y luna de miel entre el PCM y el gobierno de la revolución mexicana, también hubo momentos difíciles; en varios periodos de su actuación el PCM, se desempeñó en la ilegalidad y muchos de sus integrantes tanto a nivel de la base como de dirección fueron a parar a la cárcel en calidad de presos políticos, porque muchos de ellos en realidad querían ser congruentes con los ideales que decía abrazar el partido, tal es el caso de José Revueltas, quien desde los 15 años de edad conoció la cárcel por motivos políticos y a los 18 fue a dar al penal de las Islas Marías, por su militancia comunista.
Revueltas igual que Lenin consagró toda su vida a la lucha revolucionaria, vivió 61 años, también fue autodidacta y su formación intelectual la puso al servicio de la lucha de clases al lado de los explotados. Desde muy temprana edad ingresó a las filas del PCM, pero su despierta inteligencia alimentada con la teoría de Marx y Lenin, le permitió ver claramente los errores políticos que estaba cometiendo el partido comunista y sobre todo su dirigencia. Considerándolo su deber, José Revueltas comenzó a señalar los errores y desviaciones en que se estaba incurriendo, pero la dirección burocratizada del partido respondió expulsándolo de sus filas. Así, unas veces expulsado y otras por su propia decisión, pero siempre que Revueltas salió del PCM, fue para tratar de encontrar una alternativa verdaderamente revolucionaria.
Después de su última expulsión, ya en 1962, se publica su obra “Ensayo Sobre un Proletariado sin Cabeza”, donde fundamenta la inexistencia histórica del PCM y la necesidad de que los luchadores sociales de la izquierda se den a la tarea de construirlo. En ese año ya está en marcha la Liga Leninista Espartaco, formada por Revuelas y otros expulsados del PCM, el nombre de dicha organización más o menos se explica así: Liga, porque no era un partido sino un grupo que buscaría la formación del partido; Leninista porque se trataba de reivindicar la teoría leninista del partido de cuadros y Espartaco en honor a Rosa Luxemburgo y Karl Liebcknecht, quienes formaron la “Liga Espartaquista”, al separarse del Partido Socialdemócrata de Alemania, cuando este apoyó la guerra imperialista en 1914; de aquella “Liga Espartaquista”, surgió posteriormente el Partido Comunista de Alemania.
Durante la última expulsión de José Revueltas del PCM, Arnoldo Martínez Verdugo, entonces miembro del Comité Central del partido, acusó a Revueltas y a su corriente política de revisionistas y liquidadores que intentaban formar tendencias al interior del partido, pero fue precisamente Martínez Verdugo, quien diez años más tarde aceptó la formación de tendencias para lograr la metamorfosis del PCM en PSUM, posteriormente PMS y finalmente PRD. Esa metamorfosis, que hoy se ha superado a sí misma con la aparición del llamado partido Morena, formado con desechos políticos del PRD y otros partidos, le ha dado toda la razón a José Revueltas, cuando hace décadas atrás dijo que históricamente el PCM no existía y que era necesario empezar a crearlo.
Y esa metamorfosis que pudiéramos llamarle involución, no evolución sino involución, demuestra claramente que la izquierda mexicana no está en Morena, la verdadera izquierda se puede encontrar en lo que todavía hoy queda de la corriente Espartaquista en México. Y si Morena no es, no representa a la verdadera izquierda, entonces tampoco es un partido que busque el socialismo. En conclusión López Obrador ni es izquierdista y mucho menos socialista.
El pueblo de México debe abrir los ojos, debe saber que el llamado de José Revueltas, para formar el partido del proletariado, la cabeza del proletariado, que lo lleve a conquistar el poder político e instaurar como lo hiciera Lenin años atrás, un gobierno de los trabajadores, un gobierno socialista, es una tarea que todavía está por hacerse. El llamado del Revueltas leninista, del Revueltas de Lenin, todavía es vigente.
El pueblo, haciendo caso a ese llamado, debe darse a la tarea de construir el partido de la clase proletaria. Eso sin exagerar, es de vida o muerte. Y el Movimiento Antorchista Nacional desde que nació, ha estado haciendo eco de ese llamado histórico del Revueltas de Lenin.
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