Las calles sin pavimentar, con charcos llenos de agua sucia por la falta de drenaje, las pipas municipales o privadas haciendo un esfuerzo sobrehumano para subir hacia las casitas que están en las partes más altas de los asentamientos, a las que muchas de las veces dejan sin agua porque la calle está en muy mal estado, o porque la pipa por vieja ya no pudo subir… En la noche la oscuridad es la capa de protección de todos los amantes de lo ajeno, que aprovechan la ocasión para sustraer de las humildes viviendas lo poco que sus semejantes han podido adquirir con esfuerzo y mucho trabajo, la licuadora, lavadora, televisión, bocinas, hasta los pocos pares de zapatos que se tienen guardados para ocasiones especiales, y para colmo de males se llevan también puertas y ventanas; pero nunca joyas, carros del año, cajas fuertes con cantidades de dinero exorbitantes, eso únicamente se ve en las películas de Hollywood, donde se le hace creer a la gente pobre, que también a los ricos se les roba, pamplinas, como diría alguien por ahí.
Esta es la realidad en nuestro país, y en gran parte de las ciudades de todo el mundo. La población mexicana ya se acostumbró a una vida de carencias y de engaños, de maltrato laboral, de nula respuesta de apoyos por parte de los gobiernos, de violencia, inseguridad, narcomenudeo, etc., es el pan nuestro de todos los días. Y todavía, para agregarle un poco más a este cúmulo de desgracias, tenemos un presidente de la república que predica desde su púlpito el amor al prójimo, el combate a la corrupción, etc., pero que en la realidad en tres años de gobierno que ya lleva, ha sumido al país en una crisis sin precedente. Y a qué se debe todo esto, pues simple y sencillo, que Andrés Manuel López Obrador es más de lo mismo, aunque se empeñe en decir y casi obligar a que la gente le crea que “no somos iguales”, refiriéndose a los gobiernos anteriores.
Pero mientras son peras o son manzanas, el país sigue sumiéndose en la pobreza, las grandes ciudades, siguen acumulando concentraciones de personas en asentamientos humanos sin servicios, los mercados ambulantes (tianguis) siguen creciendo por todas las ciudades, la falta de empleo provoca más y más inseguridad, violencia, narcotráfico, etc., la nula inversión en salud pública ha dejado a más de 322 mil muertes por Covid-19 y sus variantes en lo que va de la pandemia, casi la mitad de la población de todo el estado de Colima, para que nos demos una idea de la catástrofe en la que nos encontramos, además de las muertes por cáncer y demás enfermedades, la inseguridad, etc., y aún así el presidente se para en el púlpito a mentirle a los mexicanos diciendo bobadas como “soy optimista”, “me canso ganso”, “yo no me voy a divorciar del pueblo, vamos a estar siempre juntos”, etc. Pero, la desigualdad y la pobreza siguen creciendo a pasos agigantados en nuestro país, y no se vislumbra que se vaya a detener en este sexenio. ¿Qué se puede hacer?
¿Puede realmente Andrés Manuel hacer algo para disminuir la desigualdad y la pobreza en nuestro país? Si de verdad está a favor de los pobres, el presidente debería hacer caso a las recomendaciones que diversas instituciones de estudios económicos y sociales le han hecho saber por medio de publicaciones, declaraciones, etc., los resultados de dichos estudios de Oxfam México, del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES), del Conacyt, y otras más, quienes han concluido que en México hace falta una reforma fiscal, que grave más los ingresos de los que más tienen, de los ricos de nuestro país, y menos impuestos a los ingresos de las clases trabajadoras.
El Dr. En Desarrollo económico Abel Pérez Zamorano, en su artículo Reporte Mundial de Desigualdad: un mundo polarizado, da cuenta de la situación de desigualdad en el mundo, y que con la pandemia en vez de disminuir se aceleró el crecimiento de dicha desigualdad, pues los más ricos del mundo aumentaron casi al doble sus fortunas, en contra parte con más de 100 millones de personas cayeron en pobreza extrema, acumulando así un total de 711 millones en el mundo. Y prosigue; en México, el 10 por ciento de la población más rica percibe ingresos mayores que la mitad más pobre, que apenas posee el 9.2%, lo que nos convierte en uno de los países más desiguales.
Tanto Pérez Zamorano, como otros economistas del mundo, proponen que, para hacer frente a tamaña desigualdad, se requiere un régimen fiscal progresivo, donde los supermillonarios aporten a los gobiernos el dos por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) global, para gastarlo en los sectores más desprotegidos. O sea, repartir la riqueza, distribuirla en obras públicas, como servicios de agua potable, electrificación, drenaje, pavimento, escuelas, hospitales, transporte, unidades deportivas, salarios más remuneradores, etc., es necesario que el gobierno de López Obrador en vez de seguir engañando al pueblo con maniobras, palabrería de líder charro, se ponga a cobrar los impuestos a los supermillonarios de nuestro país, porque de que los hay los hay, como el caso de Carlos Slim, uno de los más ricos del mundo y que hace jugosos negocios con el gobierno de la Cuarta Transformación.
Si los mexicanos nos diéramos cuenta de que un cambio así es posible, y hacemos conciencia de las verdaderas causas de la pobreza y sus repercusiones, unidos en un partido u organización social que le pelee el poder político a los servidores de los ricos, como nuestro actual presidente y su cuarta transformación, podremos impulsar acciones económicas concretas inmediatas como el esquema fiscal que proponen los estudiosos de la economía mundial, en el que se oriente ese gasto público a los sectores sociales de más bajos ingresos en forma de servicios públicos, desarrollo educativo, salud, etc. Andrés Manuel y su proyecto de nación no lo harán, pues sirve igual que todos a los más ricos, solamente el pueblo organizado en el Movimiento Antorchista Nacional lo podrá hacer. Organízate y lucha.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario