Era cosa de tiempo; la suciedad y el abuso era más que evidente. Como sucede siempre, indistintamente de los colores de los partidos a través de los que llegan al poder.
Y no es para menos, era hasta cierto punto natural, pues durante los últimos años han tenido el poder casi absoluto, y como dice el refrán popular, “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Poco a poco fue quedando al descubierto la corrupción que, se dijo, desde el Gobierno iban a combatir. “Como se barren las escaleras, de arriba para abajo”, repetían: así acabaría la corrupción.
Pero la mentira no se puede ocultar por mucho tiempo. La actitud del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, se hace más escandalosa por los personajes involucrados en una nueva acusación, al ser funcionarios públicos claves del Gobierno, miembros de máximo órgano encargado de la impartición de justicia en el país, por ser candidatas o candidatos a algún puesto de elección popular en el próximo mes de junio, o por ser familiares cercanos al presidente; hijos, hermanos, sobrinos, etcétera.
Gracias a recientes acusaciones que se hicieron a través de una denuncia anónima, y en la medida en que al presidente se acerca al fin del poder, se le está cayendo todo el teatro inventado de “acabar con la corrupción en México”.
Así se demuestra con la acusación e investigación que se inició recientemente contra el exministro y presidente del máximo tribunal de justicia de México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar.
La presidenta de la SCJN, Norma Piña, admitió y ordenó la investigación del exmagistrado y varios de sus muy cercanos excolaboradores por presuntamente formar un grupo corrupto dedicado a intimidar a jueces y magistrados en el sentido que deseaba Zaldívar.
La investigación que ya se le sigue, es por abuso de poder, al presionar, según la denuncia dada a conocer a través de los medios, a 70 jueces y magistrados para que obedecieran sus instrucciones, y participaran en actos de corrupción para favorecer los proyectos que le convenían a la Fiscalía General de la república, al exconsejero jurídico de la Presidencia de la república, Julio Scherer, y directamente al propio presidente López Obrador.
Dicha investigación alcanza, además del exmagistrado Arturo Zaldívar, hoy en retiro y cercano colaborador de la candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum, a destacados personajes de la dependencia impartidora de justicia, como Carlos Alpízar de la presidencia de la Judicatura, Jaime Santana, secretario ejecutivo de Disciplina de la Judicatura, Edgar Bonilla, extitular del Instituto de Especialidades de Concursos Mercantiles, y Netsaí Sandoval Ballesteros, exdirector del Instituto Nacional de Defensoría Pública de la SCJN.
Desde luego que Arturo Zaldívar y sus apoyadores de la 4T, como Claudia Sheinbaum, niegan que cometieron esos abusos de poder, y alegan que la acusación es “venganza y persecución política” por parte de la magistrada presidenta, Norma Piña y otros magistrados.
Esperaremos al resultado de las investigaciones correspondientes para emitir nuestro juicio definitivo, pero resultaría por lo menos demasiado ingenuo, que la magistrada Piña dé entrada a estas acusaciones sin tener elementos contundentes, suficientes, para acusar a estos personajes.
Si alguien sabe con mucha exactitud a qué poder se enfrenta es precisamente la magistrada Norma Piña, quien desde su elección como presidenta de la SCJN, todos los días, ha sido víctima de constantes ataques y agresiones directas del propio presidente de la república, desde los foros del poder presidencial, y ha sido colocada peligrosamente como “blanco” para recibir duras ofensas, insultos y amenazas de fanáticos del morenismo.
Como se ven las cosas, nada raro sería que los siguientes colocados en el banquillo de los acusados sean el propio presidente y su actual asesor en materia de salud, el exsubsecretario, Hugo López Gatell.
Como sea, el horno lo calentaron quienes gobiernan y “por el bien de todos, primero los mexicanos” es urgente acabar con la corrupción, venga de donde venga.
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