El 27 de mayo de los corrientes el semanario británico The Economist publicó un artículo con el título “Los votantes deben frenar al presidente hambriento de poder de México”. Y no solo eso, sino que también le dedicó la portada de la revista en su edición para Latinoamérica con el título: “El falso mesías de México”. Esto irritó sobremanera al presidente López Obrador, quien inmediatamente salió a descalificar al semanario británico, acusándolo de majadero, mentiroso, y denunciando su intervencionismo.
A pesar de que alguna razón puede tener el presidente, no la tiene en lo esencial. Aquí unos extractos para demostrarlo: “su desdén por la experiencia ha hecho que el gobierno sea menos competente. Su plan de plantación de árboles ha animado a los agricultores a talar árboles viejos para que se les pague por plantar otros nuevos. Su política de "abrazos, no balas" para los gánsteres no ha logrado reducir una tasa estratosférica de asesinatos. A pesar de todas sus críticas contra la corrupción, los mexicanos informan de tantas demandas de sobornos por parte de los funcionarios como antes.
Fue lamentablemente lento para responder al covid-19 y gastó muy poco en amortiguar sus efectos económicos. Según las estimaciones de The Economist, México ha sufrido un exceso de 477.000 muertes por la pandemia, una de las peores tasas del mundo; y su PIB se contrajo un 8.5% el año pasado. El país debería estar preparado para un crecimiento galopante. Las multinacionales están ansiosas por diversificar sus cadenas de suministro fuera de China, y México es un centro de fabricación junto a Estados Unidos, que está entrando en un auge post-covid impulsado por estímulos. Sin embargo, los inversores se muestran cautelosos.
Temen la incertidumbre de gobernar por caprichos presidenciales. López Obrador está socavando los controles de su poder. Se apoya en los anunciantes para que no apoyen los medios de búsqueda de fallas. Recorta los presupuestos de los perros guardianes o los llena con sus seguidores. La semana pasada dijo que reemplazaría al gobernador del banco central por alguien que favorezca "una economía moral". Ha amenazado al organismo que dirige las elecciones.
Los próximos tres años determinarán la profundidad y duración del daño que hace a México y su democracia. Tiene prohibido buscar la reelección, pero está tratando ilegalmente de extender el mandato de un juez amistoso de la Corte Suprema. Los críticos temen que quiera sentar un precedente para sí mismo. Las instituciones de México son fuertes, pero pueden ceder ante el ataque sostenido de un fanático con apoyo popular. El país escapó del gobierno de facto de un solo partido en 2000. Dado el riesgo, los votantes del 6 de junio deben apoyar al partido de oposición que esté en mejor posición para ganar, dondequiera que vivan. Los partidos de la oposición deberían trabajar juntos para frenar al presidente”.
Hasta aquí el fragmento del semanario británico. Sobre todo esta última parte es la que sacó de quicio al presidente, y dijo que ¿cómo es posible que una publicación extranjera se meta en las elecciones de México?
Si bien es cierto que el semanario británico puede no defender las causas populares, sino solo un mejor ambiente para el desarrollo de la economía de libre mercado, los hechos que se comentan en el artículo de marras son incontestables. La prueba está en que el presidente y sus defensores oficiales y oficiosos no se metieron a rebatir uno solo de los argumentos, sino, fieles a la costumbre de la 4T solo descalificaron con injurias y epítetos zahirientes la publicación.
Lo que relata The Economist es lo que viene denunciando, entre otras muchas voces críticas del actual gobierno, el Movimiento Antorchista. Las conclusiones del artículo son correctas. Aunque se defiendan los intereses de un capitalismo desarrollado, en el Movimiento Antorchista creemos que esto es lo que conviene históricamente al pueblo de México, y no una economía ineficiente, estancada y con todos los problemas sociales que le son anejos. Así que el pueblo mexicano consciente debe disminuir poder destructivo de la 4T castigándolos el 6 de junio. La verdad no pierde su carácter, la diga quien la diga.
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