La vida evoluciona, la sociedad se desarrolla, es decir, no es estática; y con ella también la forma que adoptan los distintos tipos de Estado: Esclavista, Feudal, Capitalista o Proletario (socialista), por ejemplo en cuanto al territorio que se forma a raíz del sedentarismo ocasionado fundamentalmente por la agricultura, el excedente producción, la aparición de las clases sociales, etc., que dieron origen, primero a las ciudades Estado de la antigüedad y posteriormente a los feudos y principados, el Estado nación que impulsa, ya hace algunos años hacia la regionalización caracterizada por las unión de grandes zonas económicas y políticas, de la mano de un imperialismo totalizador y totalitario, unipolar, que ha buscado y busca en la actualidad someter por la fuerza y mediante guerras de todo tipo, a todos los países del orbe por igual.

El imperialismo ha buscado de mil maneras y mediante una gran cantidad de recursos y manifestaciones distinta, homogenizar y modelar el pensamiento de los seres humanos bajo la determinación de sus intereses que no son otros sino los económicos, como no puede ser de otra manera, si comprendemos que los hombres al producir los bienes materiales que ocupa y necesita para vivir, tiene que hacerlo manera social porque no existe otra forma de hacerlo, y por tanto, que al entrar en determinadas relaciones de producción comúnmente llamadas económicas las cuales se dan de manera natural independientes de su conciencia y voluntad dentro del proceso de producción con los demás hombres o miembros de la sociedad en su conjunto, y son éstas, a querer o no, se racionalicen o no, las que determinan, en última instancia pero indefectiblemente, a todas las demás relaciones que se establecen entre los miembros de la sociedad, o de una sociedad determinada.

Una de las formas utilizadas por el imperialismo, para poder realizar con éxito sus invasiones armadas a otros países e incluso consolidarlas, es la previa invasión cultural a los pueblos del mundo, la conquista ideológica, el cambio de tradiciones y valores, que permitan el cambio de instituciones den lo posterior de tal manera que a la gente le dé igual quién o por qué lo gobiernen, diluyen la identidad de los pueblos, le quitan su unidad y la “vuelven” ciudadano del mundo que le da lo mismo tener patria o no tenerla, le hacen sentir desprecio por lo suyo y adoración por lo extranjero y extranjerizante, llevándolo muchas veces al absurdo de hacerlo sentir desgraciado porque, como en el caso nuestro, no nos gobiernan nuestros poderosos vecinos del norte hecho que, para algunos colocaría a los mexicanos a la altura y en el estatus de ser ciudadanos del primer mundo con acceso a todos los bienes y riquezas que se imaginan abundan en la sociedad norteamericana de los EE:UU.

Craso error. Quienes piensan así, olvidan, primero que geográficamente de por sí estamos ubicados en Norteamérica, segundo, que la prosperidad y riqueza de los EE:UU no se debe ni a la laboriosidad o excepcional “inteligencia”, sino a la historia de rapiña y explotación mostradas desde la fundación de la trece colonias que se asentaron despojando y las masacrando a los pobladores nativos de donde se asentaron éstas, y que a partir de entonces expandieron su territorio encerrando en reservas a las tribus conquistadas cuando les fue bien y no fueron arrasadas y aniquiladas; olvidan que más de medio territorio del que actualmente poseen era parte de nuestra patria y nos la arrebataron y no por las buenas sino primero con intrigas que cuando no bastaron lo hicieron mediante la guerra, es decir mediante la invasión sin atenuantes, Y de dónde se han hecho ricos los ricos norteamericanos que no todos lo son , ni mucho menos, tal como demuestran los millones de Hommles, zombies drogadictos, migrantes y una inmensa mayoría de ciudadanos que no tienen forma de ver satisfechas sus necesidades más elementales menos la felicidad prometida por el sueño americano el cual se ha convertido en pesadilla para aquellas.

Todos los hombres pertenecemos al género humano, y eso debe volvernos solidarios con todos los que sufren y padecen; todos los pobres del mundo somos lo mismo, pertenecemos a una sola clase social y somos hermanos de sufrimiento de anhelos, pero sobre todo elementos de la unidad necesaria para poder transformar a la sociedad entera y por eso debemos sentir en lo más profundo de cada uno de nosotros cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo y entender que la cultura es lo que nos identifica como humanos en general; pero eso no debe confundirnos y adoptar como propias expresiones extranjerizantes, y sobre todo dañinas que lo que buscan es desarraigar lo nuestro, corromper el gusto, valores, tradiciones y hasta los lazos que hacen de una sociedad determinada, la mexicana, por ejemplo diferenciarse de cualquier otra, por cercana que sea. Y es que en estos tiempos difíciles para el país amenazado con una intervención, eufemismo utilizado para evitar el chocante término de invasión a secas, con el pretexto de supuestamente combatir al narcotráfico; con los hechos tan graves que se están suscitando en otras partes de Latinoamérica, con países hermanos no sólo por muchas de las tradiciones y tronco común sino también por su carácter de capitalismo atrasado, sometimiento colonial, etc., debiera llevarnos a remojar nuestras barbas. Por eso, celebrar nuestras verdaderas tradiciones como “el día de muertos es importante. Pero más importante, desde mi punto de vista, mucho más, es entender, por qué y para qué necesitamos urgentemente los mexicanos hacerlo.

Nuestros vecinos quieren nuestro territorio y sus riquezas, pero no a la población mexicana para hacerla rica y próspera, veamos cómo viven sus pobres, pero sobre todo veamos el trato a nuestros migrantes, o preguntémosles a los de Puerto Rico, si no son los ciudadanos norteamericanos de tercera o quinta categoría que se nota a leguas.
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