MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tres ideólogos del Estado burgués

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Hegel presentó al Estado como “expresión y garante de los intereses universales de la sociedad” (Atilio Boron) y como “el ámbito donde se resuelven civilizadamente las contradicciones de la sociedad civil” o, en otras palabras, como “árbitro neutro en el conflicto de clases”. En estas circunstancias, el hegelianismo cumplió una función ideológica y legitimadora: “nada menos que mostrar al estado [burgués] como éste desea ser visto por las clases subordinadas”. En resumen, la teoría hegeliana del derecho mostró al estado como la “esfera superior de la eticidad y la racionalidad de la sociedad moderna”.

Más adelante, Augusto Comte, el padre del positivismo, señaló el curso inexorable que desde su punto de vista seguía la historia a través de tres grandes estadios de desarrollo: el teológico, el metafísico y el positivo. La humanidad escalaría los tres estadios o peldaños en el tránsito de la barbarie a la civilización y, en última instancia, llegaría al estadio positivo. La sociedad positivista estaría gobernada por una asamblea de sabios con el fin de conservar el orden y fomentar el progreso. En otras palabras, la ciencia justificaría y legitimaría el poder autoritario e higiénico del Estado burgués positivista. De esa manera, la filosofía de Comte adquirió, por derecho propio, el carácter de una ideología del capitalismo europeo de la época de la Restauración.

Por otra parte, en La política como vocación, Max Weber especificó que, desde el punto de vista de la consideración sociológica, el Estado moderno, “sólo es definible por referencia a un medio específico que él, como toda asociación política, posee: la violencia física”. En este sentido, “la violencia no es, naturalmente, ni el medio normal, ni el único medio de que el Estado se vale, pero sí su medio específico”. Así pues, concluyó Weber, el Estado es “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”.

A renglón seguido, Weber argumentó que “el Estado, como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima (es decir, de la que es vista como tal)”. “Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan”.

En este punto, Weber reconoció tres tipos de justificaciones internas de la legitimidad de una relación de dominación: en primer lugar, la legitimidad “tradicional” o la legitimidad del “eterno ayer”, validada —en términos generales— por la costumbre; en segundo término, la “autoridad carismática”, que consiste en “la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee”; por último, Weber señaló una legitimidad basada en la “legalidad”.

A juicio de Weber, los patriarcas y los príncipes patrimoniales de viejo cuño ejercían el primer tipo de legitimidad; “los Profetas o, en el terreno político, los jefes guerreros elegidos, los gobernantes plebiscitarios, los grandes demagogos o los jefes de los partidos políticos, detentarían la segunda clase, o sea, la autoridad de la gracia (Carisma) personal y extraordinaria”; mientras que el moderno “servidor del Estado” ejercía una dominación justificada por la legitimidad de la “legalidad”.

En una trilogía muy popular, el historiador inglés Eric Hobsbawm concretó el proyecto de “comprender y explicar el siglo XIX y el lugar que ocupa en la historia” del mundo, es decir, “para los historiadores «el siglo XIX largo» que se extiende desde aproximadamente 1776 hasta 1914”. Hobsbawm articuló ahí la historia de esa centuria larga en torno “al triunfo y la transformación del capitalismo en la forma específica de la sociedad burguesa en su versión liberal”.

Las tres teorías sobre el estado precedentes aparecieron, precisamente, en el curso del «siglo XIX largo» acuñado por Hobsbawm y estaban dirigidas a justificar y legitimar el estado burgués: Hegel como “la esfera superior de la eticidad y la racionalidad de la sociedad moderna”; Comte como una institución científica necesaria; Weber como una relación de dominación justificada por su carácter “legal”. A pesar de sus diferencias ostensibles, los tres autores presentaron un rasgo común, la naturaleza “racional” del Estado como institución “ética”, “científica” o “legal”. 

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