Después de seis años de larga espera, el majestuoso Teatro de La Paz, en San Luis Potosí, abrió sus puertas a los artistas antorchistas.
Esta gran fiesta teatral, con 23 ediciones en su haber, surge como iniciativa del Movimiento Antorchista Nacional (MAN) con la finalidad de llevar arte y cultura a los lugares más recónditos y marginados de la república, como parte fundamental del trabajo para la transformación de los mexicanos a partir de la educación en distintas áreas.
Personalmente, he tenido la oportunidad de participar desde distintas áreas en el trabajo teatral en Antorcha; he sido parte del proceso de montaje, como actriz, como parte del equipo de escenotecnia y en la enseñanza del teatro en secundarias, bachilleratos y centros universitarios en distintas entidades, todas ellas experiencias gratificantes.
Las actividades teatrales en Buena Suerte surgieron durante la pandemia y, desde entonces, sus integrantes han enfrentado múltiples retos para llevar su arte a distintos escenarios.
Sin embargo, hoy quiero referirme particularmente a la compañía de teatro Molière, que una vez más se presentará en un encuentro de teatro y que, por primera vez, pisará tierras potosinas para llevar su arte.
Quizá se pregunten: ¿por qué el afán de hablar de esta compañía?
Creo que es pertinente porque considero que son la síntesis del trabajo que realiza Antorcha en distintos frentes y lo materializa en el trabajo artístico, no sólo con jóvenes estudiantes y profesionales del teatro, sino que lo lleva verdaderamente a los estratos donde poquísimas veces se ha llegado: con los colonos.
Personas que en su vida imaginaron tener la oportunidad de actuar, desarrollar nuevas habilidades, presentar su arte ante vecinos y compañeros de lucha, y mucho menos presentarse en teatros de distintos estados.
Antes de eso, la vida cotidiana era el trabajo, las labores del hogar, el cuidado de los hijos. Y es que, tristemente, esta es la realidad de miles, de millones de mexicanos, donde la cotidianidad los absorbe, los enajena y los deshumaniza.
Por eso, creo pertinente lanzar los reflectores a los habitantes del predio Buena Suerte, en la alcaldía Tláhuac, de la Ciudad de México. A pesar de las muchas carencias, del trabajo diario y de la cerrazón del Estado para no darles un espacio digno para vivir, luchan para salir adelante, sobreponerse a la realidad que los rodea y hacen un esfuerzo para reunirse a ensayar teatro.
Las actividades teatrales en la comunidad surgieron en la pandemia, en 2020, encabezadas por el maestro Óscar Hernández. Lo que en un principio fue un proyecto de esparcimiento, después se convirtió en un trabajo que los llevaría a montar distintas obras y sketches, llevándolos a pisar escenarios en distintas alcaldías y a visitar estados vecinos como Puebla y el Estado de México, incluyendo grandes escenarios como el teatro Elisa Carrillo, en el centro cultural mexiquense bicentenario.
La compañía ensaya en las noches, después de llegar de sus trabajos. Está integrada por doña Maguito, que es maestra de educación especial, pero además ama de casa, y debe dejar listas las labores del hogar para que su marido no se enoje.
Mimí, una joven madre, aunque recibe el apoyo de su esposo, apenas se da abasto con sus dos pequeños traviesos, atendiendo todo para que nada les falte.
Daniel es el más joven, con diecisiete años; trabaja como comerciante, ayudante general o en lo que aparezca en el día, y aun así se da espacio para terminar su educación primaria. Destaca y sorprende su gran capacidad para aprender y corregir en poco tiempo cualquier indicación que se le dé en la escena.
Ellos son algunos de los integrantes que realizan el trabajo teatral en Buena Suerte, enfrentando no sólo sus labores, sino también al gobierno de la ciudad, que les corta la luz, el agua, y no avanza los proyectos de viviendas dignas.
Aun así, se dan tiempo para hacer teatro, porque para ellos es un espacio donde pueden recrearse, hacer que la vida sea más llevadera y gratificante al compartir con quien los ve en escena.
Es un espacio donde notan su desarrollo personal y el de los demás integrantes, en su capacidad de hablar, de dirigirse a los compañeros, de cambiar la visión de las cosas, de conocer y empatizar con los vecinos, de ser disciplinados, entre otras cosas.
Es prudente reconocer que sacar adelante este proyecto no sería posible sin todo el antorchismo de la Ciudad de México, que encabeza la arquitecta Gloria Brito, quien está pendiente de cada detalle con los compañeros.
Este año tendrán la oportunidad de presentarse por primera vez en el teatro de la Paz con la obra Aquí no paga nadie, de Darío Fo, el domingo a las 9 de la mañana.
La obra también será transmitida a través de las redes sociales del Movimiento Antorchista. Los invito a ver esta puesta en escena, que seguramente les hará pasar un rato agradable.
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