El presidente Andrés Manuel López Obrador termina su Gobierno dejando al país en peores condiciones de cómo lo recibió en 2018. No resolvió ninguno de los problemas torales que bien diagnosticó, pero que enfrentó de la peor manera posible, llevándonos a un Estado fallido.
Este se entiende como un Estado soberano que ha fallado en garantizar el funcionamiento normal de la administración general, como el manejo de la economía, el acceso a servicios básicos y el control de la criminalidad.
El fracaso en el crecimiento económico, la inseguridad y la corrupción profundizaron la crisis social que vivió México bajo el Gobierno de López Obrador.
Algunos parámetros que miden el Estado fallido son los siguientes: corrupción política, altos niveles de criminalidad e inseguridad, crisis económica, inflación y desempleo, incapacidad para suministrar servicios básicos, proporcionar educación de calidad, garantizar acceso a los servicios de salud y vulnerabilidad ante desastres naturales, entre otros.
La corrupción e impunidad galoparon durante el sexenio lópezobradorista, comenzando por su círculo más cercano: la casa gris de su hijo José Ramón, el tráfico de influencias en la asignación de contratos a amigos de sus hijos, los contratos de su prima Felipa y las adjudicaciones directas, que alcanzaron un 80 %, superior a sexenios anteriores.
Ademas, los sobrecostos en las obras faraónicas, que hasta hoy son elefantes blancos, y fraudes como el de Segalmex por más de 15 mil millones de pesos superan incluso la estafa maestra peñista.
En materia de seguridad, el sexenio ya superó a los anteriores. Hasta junio de este año, se registraron 191 mil 32 homicidios dolosos, lo que sitúa a México en el lugar 138 de 163 países.
En feminicidios, ocupa el décimo lugar con 1.4 por cada cien mil mujeres. Hay zonas del país donde el estado mexicano ha cedido el control total al crimen organizado, como en Sinaloa tras la detención de Ismael “El Mayo” Zambada.
La economía también fue un desastre. El crecimiento acumulado es de apenas 0.9 %, el más bajo de las últimas décadas, en contraste con los “otros datos” del presidente.
Esta falta de crecimiento afecta al empleo y sigue empujando a nuestros paisanos a emigrar, principalmente al vecino país del norte, donde entre 2018 y 2023 emigraron un millón 200 mil personas, un aumento del 58 % respecto al periodo anterior, según el Inegi.
Las remesas crecieron de 34 mil millones de dólares en 2018 a 60 mil millones el año pasado, lo que sostiene en parte a la economía, pero no por mérito del Gobierno.
Por otro lado, la administración morenista se negó a aumentar los impuestos a los más ricos. México recauda apenas el 16.9 % de su ingreso, muy por debajo del promedio de la OCDE, que es del 34 %.
El Gobierno completó su déficit fiscal endeudando al país en 6.6 billones de pesos, lo que deja una deuda per cápita de 126 mil pesos.
El desastre educativo también es notable. La pandemia dejó fuera del sistema educativo a 1.5 millones de estudiantes y ocasionó un rezago educativo equivalente a dos años de escolaridad.
La prueba PISA reveló que la mitad de los estudiantes de 15 años no comprende lo que lee, y dos de cada tres no pueden resolver operaciones matemáticas básicas. La eliminación de las escuelas de tiempo completo y el deterioro de la calidad de los libros de texto profundizaron la crisis del sector.
En cuanto a la salud, López Obrador deja un saldo de más de 800 mil muertos por la pandemia y 50 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud, pese a la promesa de crear un sistema mejor que el de Dinamarca.
Esta meta no se logró debido a los 330 mil millones malgastados en proyectos fallidos como el Insabi, el tren maya y la refinería Dos Bocas.
En síntesis, el sexenio de López Obrador se caracterizó por las mentiras, comenzando con su eslogan “primero los pobres”, ya que fueron estos los más afectados por las consecuencias del Estado fallido al que condujo al país. Sus caprichos y su neoliberalismo encubierto tarde o temprano quedarán a la vista de todos los mexicanos.
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