El enfrentamiento armado entre presuntos integrantes del crimen organizado y fuerzas de seguridad pública, que puso en jaque a la ciudad de Orizaba, Veracruz, por más de dos horas, el pasado lunes 12 de septiembre, fue solo una muestra del grado de descomposición social que priva en la entidad y que, más allá de los discursos triunfalistas, en los hechos, el gobierno morenista que encabeza Cuitláhuac García Jiménez, no ha podido revertir.
La descomposición del tejido social avanza debido al incremento de la pobreza en la entidad y la ineficacia del Estado para atender el problema de inseguridad.
A estas alturas, han circulado ampliamente por todo el país a través de las redes sociales, los videos en los que se ve a los pobladores de Orizaba correr, víctimas del pánico, a los maestros y jóvenes de las instituciones educativas cercanas tratando de resguardarse sin saber qué hacer y a los dueños de los negocios aledaños cerrando apresuradamente para no sufrir pérdidas, sin embargo, las autoridades federales y estatales, como en muchas otras ocasiones, han optado por minimizar los hechos y han culpado a los opositores de hacer propaganda con los actos criminales de las bandas delincuenciales.
Lo cierto es que, según analistas muy bien informados, como el cronista Héctor de Mauleon, aseguran que no es casual el enfrentamiento armado, y que es resultado de que la ciudad de Orizaba y buena parte de la zona céntrica del estado se encuentra controlada por una célula del crimen organizado desde hace muchos años, ante la omisión de las autoridades.
“Esa balacera sacudió las aguas de una ciudad que […] se ve azotada por criminales dedicados al cobro de piso, la extorsión, el robo a transporte de carga, el huachicoleo y el narcomenudeo. Los tramos Orizaba-Veracruz y La Antigua-Veracruz figuran entre los más inseguros de México, según reportes de la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el 85% de los robos se cometen de manera violenta y el saldo es de choferes muertos, mercancías robadas y tráileres incendiados. Los robos mayores están relacionados con vehículos que transportan hidrocarburos. Pero en realidad, ningún transportista se encuentra a salvo: los asaltos más frecuentes están dirigidos a unidades que conducen abarrotes, materiales de construcción, productos de limpieza, medicamentos, cartón, plástico, ropa, calzado, refacciones y línea blanca. Orizaba está en el corazón de todo esto”, apunta en su columna En tercera persona del 13 de septiembre en El Universal.
Los acontecimientos tuvieron resonancia nacional por tratarse de Orizaba, una ciudad con alto desarrollo económico y porque, irónicamente, hace apenas un par de semanas el gobernador la había incluido como una de las 10 ciudades más seguras de la entidad, pero el control que ejercen las bandas delincuenciales sobre regiones completas del estado se ha expandido, con el consiguiente aumento de la criminalidad, el miedo y la zozobra entre la población. Pero este aumento no es casual.
Este aumento en los índices de inseguridad y violencia en Veracruz está acompañado de un mayor empobrecimiento entre los sectores trabajadores de la entidad; es decir, el fracaso en la política de seguridad es un reflejo necesario del fracaso en la política económica y de desarrollo social del gobierno actual.
El 13 de septiembre, en medio del escándalo mediático por lo acontecido en Orizaba, el diario La Jornada Veracruz (un periódico que no puede ser acusado de anti lopezobradorista) publicó en interiores una nota titulada “Más de 5 millones de veracruzanos viven en pobreza extrema, alertan especialistas”, en la que se afirma que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dio a conocer las cifras del aumento de la pobreza extrema en la región, siendo México uno de los países con más aumento en su porcentaje de población, pasando del 8.3 por ciento al 9.4 por ciento.
Sobre Veracruz se afirma: “el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ya había alertado que en la entidad 60.8 por ciento de su población vivía en pobreza extrema, es decir de los 8 millones de habitantes 5 millones son incapaces de cubrir sus necesidades alimentarias. Atendiendo a lo referido por la Cepal, este 2022 se han incorporado a ese reglón de la pobreza extrema 477 mil 229 veracruzanos”.
Según la misma nota periodística, para Beatriz Lira Rocas, economista e investigadora de la Universidad Veracruzana (UV), el aumento de la pobreza en México tiene que ver, entre otras cosas, con la eliminación del Seguro Popular que dejó en la indefensión médica a millones de personas de bajos ingresos económicos, pero también debido a la inflación con el consiguiente aumento de los precios de los productos de la canasta básica, que siempre afecta más a los pobres. “si lo que está aumentado es el precio de alimentos y la gente [más pobre] va a gastar precisamente en alimentos, ese solo hecho te da una dinámica que encamina a la pobreza”, sostiene.
Esta relación, entre el caos delincuencial que vive el estado y el aumento de la pobreza, tiene mucha relevancia, pues el presidente Andrés Manuel López Obrador y, por su puesto, su corista Cuitláhuac García prometieron en campaña atender el origen de la delincuencia, combatiendo la pobreza y generando mejores oportunidades de empleo y desarrollo social para la población. Los datos duros prueban, entre otras cosas, que los programas de transferencia monetaria directa no han tenido ningún impacto en la reducción de la pobreza.
Así, mientras se apuesta por la militarización del país y el pacto con las bandas delincuenciales, las causas de fondo que prometió atender el presidente y su partido continúan intactas y la desigualdad económica y social se siguen ahondando, por lo que nada funcionara mientras que la estructura económica del país siga arrojando, año con año, a miles y miles de veracruzanos a la pobreza que se convierten en carne fresca para engordar las filas de la delincuencia. Y mientras tales causas no se atiendan, no habrá ejército capaz de evitar más hechos como los de Orizaba, si acaso, solo se provocará más enfrentamientos armados y el consiguiente pánico social.
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