Al hablar del origen del teatro, nos remontamos a los ritos prehistóricos, mágicos y después religiosos. En los ritos de caza, el hombre primitivo imitaba a los animales; después, en los ritos religiosos lo usó como un medio para comunicarse con sus dioses; pero, fue la civilización griega en la que el teatro tomó su forma más acabada: la aristocracia griega que tenía el poder económico y político, para poder conservarlo y mantener dominado y sometido al pueblo griego, creó sus propios valores y trató de cultivar entre el pueblo la adoración a Apolo, dios de la música, mesura y decencia, pero el pueblo (demos) no aceptó a Apolo sino a Dionisio, dios del vino, de la vegetación, del ciclo nacimiento, muerte y resurrección.
Por ello, los campesinos celebraban ritos en las diferentes etapas de la producción agrícola. Dionisos o Baco se convierte en el dios del pueblo, al que rinden ceremonias, conocidas como las grandes dionisíacas de las cuales nace el teatro.
El teatro nació como una expresión del pueblo y, una vez formado como tal, sigue siendo un espectáculo popular. Además el teatro original griego no era puramente diálogo, incluía danza, canto, poesía y, aunque se referían a temas mitológicos, trataban asuntos políticos de la época. Desde entonces, el teatro ha sido arma política, pues desde ahí se dan mensajes que a la clase dominante le conviene y así le permita mantener el poder en sus manos.
A partir de los griegos, todas las clases poderosas se han apropiado del teatro. En la Edad Media, el teatro era religioso en esencia, así se metían las ideas religiosas al pueblo, y no se diga en la etapa neoliberal en la que vivimos en la que también lo utilizan como un arma para difundir las ideas de la clase dominante, como la cultura de cumplir metas, como ser famosos, como obtener dinero fácil, como obtener reconocimientos, que invitan más al individualismo que al colectivo.
Por eso, el XXII Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista, a celebrarse los días 24, 25 y 26 de marzo en la sala de conciertos “Elisa Carrillo, del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, ubicado en Texcoco, Estado de México, es una bocanada de oxígeno puro para el pueblo marginado de las obras de teatro porque siempre le falta comida en la mesa de su familia y por eso ni siquiera se plantea la disyuntiva de comer o comprar un boleto para ver una obra.
Además, el gobierno que se dice de los pobres no ha sido capaz de llevar arte y cultura masiva al pueblo. Un ejemplo muy claro, es el paso de la hoy flamante candidata a la gubernatura por la 4T, Delfina Gómez, quien durante su paso por la Secretaría de Educación, que tiene la obligación de aculturar a los estudiantes, no hizo nada para llevar cultura y arte, en todas sus manifestaciones, a las escuelas públicas y, en lugar de eso, suprimió las escuelas de tiempo completo.
Sí, el XXII Encuentro Nacional de Teatro organizado por el Movimiento Antorchista Nacional es una bocanada de oxígeno puro porque las obras que se presentarán durante los tres días que dura el encuentro, no solo serán gratuitas y que en él actuarán jóvenes hijos de colonos y campesinos, organizados en los grupos culturales antorchistas que, con colectas y actividades económica, adquieren por su cuenta sus vestimenta, escenografía y utilería; o sea, es un teatro del pueblo para el pueblo.
Como herramienta educativa estarán en escena obras de William Shakespeare y Moliére, entre otros grandes escritores. Por ejemplo, Sueño de una noche de verano, comedia que narra los hechos que suceden durante el casamiento de Teseo, duque de Atenas, con Hipólita, reina de las amazonas, obra que mezcla la magia, la fantasía de los sueños y la realidad, con sus toques de humor. En ella se crea un auténtico y cómico lío entre las parejas de amantes.
No falten a este encuentro de teatro, el cual está dedicado a todos los mexicanos y que ahora se acerca a los mexiquenses. No lo olviden, Antorcha es cultura.
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