Medio siglo ha transcurrido desde el golpe de Estado de 1973, que costó la vida al presidente Salvador Allende. 50 años de una tragedia que fue planificada para el 11 de septiembre, debido a que ese día el ejército se encontraba concentrado en Santiago por la celebración de las Glorias del Ejército. Los acontecimientos comenzaron a desarrollarse desde temprano y el Palacio de La Moneda ya estaba custodiado por las tanquetas de los carabineros.
Alrededor de las 11:00 de la mañana, el presidente Allende, dirigió su último mensaje al país, a través de una cadena de radioemisoras simpatizantes del Gobierno, donde señaló que, mantenía firme su decisión de seguir defendiendo a Chile. “…Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo… Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo… Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse. Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
Al mediodía se inició el bombardeo sobre La Moneda, que se prolongó por 15 minutos. La Fuerza Aérea de Chile atacó la sede del gobierno, que destruyó e incendió el edificio. El presidente Allende fue encontrado muerto en el salón principal. Al día siguiente, toda la prensa mostró en primera plana el palacio destruido y humeante. En esa jornada, que contó con el irrestricto apoyo de Washington, ocurrió la génesis del estado policial sangriento que torturó, encarceló y mató a miles de chilenos.
El 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende, triunfó en la elección presidencial de Chile. La coalición de izquierdas que lo llevó al poder estaba conformada por los partidos comunista, socialista, izquierda cristiana, Movimiento de Acción Popular Unitaria y Acción Popular Independiente. El programa del Frente Popular contenía propuestas de larga aspiración popular, como una política exterior independiente, la reforma agraria y la nacionalización del cobre. El 4 de noviembre, asumió la presidencia, pero durante toda su gestión, debió enfrentar las conspiraciones internas y externas, hasta que fue derrocado por el general Augusto Pinochet.
Algunos de los logros de su gobierno se pueden resumir así: impulsó la nacionalización del hierro, del cobre; así como la industria del carbón y la banca, para un total del 80 por ciento del sector industrial en manos del estado.
Decretó la prohibición de la posesión de las tierras superior a 80 hectáreas por persona y otorgó terrenos a más de 200 mil campesinos y acabó con la práctica latifundista. El Producto Interno Bruto (PIB) de Chile llegó al 8.6 por ciento y los obreros tuvieron mayor participación en las empresas. Incrementó la matrícula estudiantil, la universidad creció en 89 por ciento y se otorgaron becas de estudio a niños indígenas.
Desde que terminó la segunda guerra mundial, Estados Unidos, ha intensificado su inversión militar, primero para luchar contra la Unión Soviética y el campo socialista y ahora contra todos aquellos gobiernos progresistas que son hostiles a su política imperialista
Su programa de alimentación alcanzó una cobertura del 80 por ciento en los centros educativos y promovió la igualdad social en todos los ámbitos. Fue creado al menos un centro de atención médica por cada 40 mil habitantes para brindar un mejor servicio a la población.
Para nadie es desconocido que, el gobierno de Salvador Allende y su vía chilena al socialismo, desató la furia de los poderosos de su país y del imperialismo norteamericano, quienes, a través de la CIA y los militares chilenos, desataron la maquinaria conspirativa, cuando menos desde dos meses antes. El presidente Nixon y su principal asesor Henry Kissinger, reaccionaron como si Chile fuera una amenaza grave a sus intereses y se decidieron por una salida militar al problema.
No fue, ni será, ni la primera ni la última vez que, Estados Unidos haya derrocado gobiernos que no se doblegan a su política colonialista. En 2021, la Sociedad China de Estudios de Derechos Humanos (CSHRS), publicó un informe titulado Desastres humanitarios severos causados por guerras agresivas de Estados Unidos contra países extranjeros, donde se afirma que, dicho país ha iniciado 81 por ciento de los conflictos armados desde 1945 hasta el año 2021. Se enumeran 248 conflictos armados que ocurrieron en 153 regiones del mundo y se señala que la mayoría de dichas guerras han sido acciones unilaterales, donde quedan expuestos el egoísmo y la hipocresía de esta nación.
Desde que terminó la segunda guerra mundial, Estados Unidos, ha intensificado su inversión militar, primero para luchar contra la Unión Soviética y el campo socialista y ahora contra todos aquellos gobiernos progresistas que son hostiles a su política imperialista. Y a pesar de ello y con mucha más razón, la lucha por la construcción de un mundo mejor sigue estando más vigente que nunca, hoy cuando el 85 por ciento de la población mundial vive en la pobreza y marginación.
La tarea más urgente para todos los movimientos progresistas es convencer al pueblo trabajador para que se decida a luchar porque se distribuya de una mejor manera la riqueza mundial, y al mismo tiempo, desenmascarar a las falsas izquierdas que hoy con discursos manipuladores y demagogos, se aprovechan de su miseria y su deseo de una vida mejor.
Cuanta verdad hay en las palabras del Che: “No se puede confiar en el imperialismo ni tantito así, nada” y parafraseando la canción de Pablo Milanés, “Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes”. De eso no hay duda.
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