La reciente historia política de nuestro país se ha caracterizado por la orfandad ideológica de la sedicente izquierda mexicana, que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Basta ver a Paco Ignacio Taibo II, en "Conversando con Correa", entrevista que sostiene con el ex mandatario ecuatoriano, en la que puede apreciarse que el partido al que representa, como todos los formados al amparo de esta bandera en los últimos tiempos, es un nido de seudo líderes arribistas que usurparon el poder al interior. Muestra de ello son el casi extinto PRD y MORENA, que se debate entre vergonzosas pugnas por los puestos de dirección.
Con la instauración del modelo neoliberal en México en los años ochenta, se eliminaron los beneficios y derechos laborales que los trabajadores obtuvieron en épocas progresistas, debido a las exigencias de las clases altas, que buscaban aumentar su riqueza. Para que estas pudieran controlar la inconformidad, dado el creciente empobrecimiento de los sectores populares y de las clases medias, se permitió la existencia de partidos dirigidos por verdaderos pillos que, una vez en los cargos públicos, se dedicaron a enriquecerse a costa del erario. El resultado no podía ser otro: pobreza insultante, corrupción desmedida y crisis política en los partidos hegemónicos. Esta situación llevó a la inmensa mayoría de mexicanos al hartazgo, mismo que se manifestó en la exigencia de un cambio, cualquiera que este fuera, siempre que desplazara a los políticos de siempre.
Esa fue la coyuntura que favoreció el arribo de Lopez Obrador a la presidencia de la República; ofreció un discurso que el público estaba ansioso por escuchar, adornado con retazos de izquierdismo, de promesas de castigo a quienes habían abusado del poder por tanto tiempo y de beneficiar a todas las víctimas de los sexenios pasados. Sabedor de que los mexicanos han depositado históricamente su fe en caudillos, se autoproclamó heredero legítimo de algunos de nuestros héroes populares. El odio y la inconformidad acumulados por el grueso de la población, encontraron en ese discurso, el anhelo de cambio que buscaban. Esa es la razón por la que 30 millones de mexicanos votaron por Morena y López Obrador, y esa es también la razón por la que muchos siguen confiando en su gobierno, a pesar de sus desaciertos, autoritarismo y analfabetismo económico y político.
Desde el inicio de su gobierno, se cancelaron diversos programas de asistencia social como Prospera, Guarderías Infantiles, Seguro Popular y Comedores comunitarios; se eliminó el Ramo 23, que destinaba recursos a infraestructura básica; se recortó el presupuesto al campo, a la educación, a la investigación científica, a la cultura y al deporte. En su lugar, para fomentar el conformismo, se instrumentaron programas de transferencia monetaria directa, un beneficio mucho más pequeño que el que recibirían, si ese dinero se destinara a obras sociales de impacto permanente. Además, se invierte en costosos proyectos como Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, cuya construcción ha sido un exorbitante desperdicio de dinero por la cancelación del aeropuerto de Texcoco, que significó un pago de más de cien mil millones de pesos de penalización, además de 8 mil millones, porque el ojo experto de los profesionales no pudo ver un cerro neoliberal que se interpuso en sus planos.
Estas medidas han dado como resultado la desconfianza de los inversionistas, por la falta de seriedad y de respeto hacia quienes hacen contratos con nuestro gobierno, y la economía se encuentra hoy en un estancamiento que amenaza con convertirse en recesión, antesala de una crisis económica. Y por si algo faltase, en los días que corren, se discute en la Camara de Diputados, el presupuesto 2020 que contempla más recortes a programas esenciales, destinados a los sectores pobres: a Crédito Ganadero a la Palabra, más de 300 mil millones (76%); a Fertilizantes, 554 millones (36%); Vivienda Social, 305 millones (17%); etc. ¿Cómo puede un gobierno declararse a favor de los pobres, cuando miles de campesinos se ven obligados a exigir un alto a los recortes, así como inversión en obras de infraestructura?
En México, la izquierda es una asignatura pendiente, como puede verse en este peligroso viaje en el que nos han embarcado quienes se montaron en el malestar social, y que dirigen a su gusto. Hoy resulta de vital importancia desenmascarar a los falsos izquierdistas que -como le contestó Rafael Correa a Paco Ignacio Taibo II- ganaron las elecciones, pero han permitido que el poder de facto siga tan campante y rapaz como siempre, pues las políticas que se están instrumentando en nombre de la izquierda, no harán otra cosa que ensanchar la brecha que divide a los pobres del pequeño sector que acumula la riqueza nacional y generarán mayor inconformidad, provocando que esta vez no se culpe al neoliberalismo, al que ya decretaron "muerto por votación", sino a la izquierda misma.
La tarea del momento es, por lo tanto, hacerle ver al pueblo que estos falsos profetas no representan los verdaderos intereses del pueblo humilde, y por lo tanto, el fracaso de su gobierno no significa la invalidez automática de las políticas de izquierda y menos aún, el regreso al pasado o la inclinación a la derecha. El verdadero reto consiste en llevar al poder a una nueva clase de políticos, nacidos de las entrañas del pueblo, que realmente pongan en el centro de interés a los pobres, que trabajen por el pueblo y de la mano con él en la construcción de una patria más justa para todos. Urge que los críticos, los decepcionados y los que no hayan el rumbo, nos unamos en un frente social para formar un gobierno auténticamente popular. Sea.
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