A partir de hoy, en Tecomatlán, Puebla, inicia la Espartaqueada Cultural, un encuentro cultural de nueve días de duración, al que asistirán más de 25 mil participantes, mujeres y hombres, desde niños pequeños hasta jóvenes y adultos, que desde hace días recorren miles de kilómetros para estar puntuales a la cita y participar en danza, baile, poesía, música y oratoria. Todo eso sin que haya de por medio pago alguno o recompensa material, salvo diplomas y medallas, que no son de metales preciosos pero que la mayoría de los participantes atesoran como lo más valioso de su carrera de artistas. Literalmente, asisten por amor al arte, porque han comprendido la trascendencia de esta actividad humana y el enorme poder que tiene su lenguaje especial para transmitir emociones y, a través de ellas, ideas que pueden ser capaces de volver mejores a los seres humanos, menos indiferentes, más dispuestos a esforzarse por lograr, junto con otros, un mundo menos doloroso, violento e injusto.
?No existe en México ningún otro fenómeno similar de movilización popular independiente y no impulsada por resortes comerciales en torno a una actividad artística, donde miles de mexicanos estén dispuestos a prepararse durante meses, ensayando por ejemplo una danza, una canción o una poesía, y con frecuencia hacerlo ya muy noche, después de que muchos de ellos llegan de trabajar o estudiar; después, disponerse a participar en reñidas eliminatorias para ser seleccionados; al mismo tiempo, hacer laboriosas tareas de recaudación de fondos, desde bailar y cantar en la vía pública para que los transeúntes aporten algunas monedas, hasta organizar kermeses, rifas, venta de comida, bazares donde venden ropa, y otras muchas actividades similares para recaudar dinero y poder comprarse vestuario, escenografía, instrumentos, alimentos, contratar camiones y, finalmente, trasladarse durante días, recorriendo miles de kilómetros hasta la sede del encuentro cultural (por ejemplo, los participantes de Tijuana, Baja California, tendrán que recorrer casi seis mil kilómetros para ir y regresar a Tecomatlán, casi tres días de ida y otros tantos de regreso). Y esa emocionada y masiva participación no ha hecho sino crecer durante las cuatro décadas de existencia de las Espartaqueadas culturales, desde que se realizaron por vez primera en 1985.
?La gran convocatoria y el entusiasmo de miles de personas en las espartaqueadas demuestra que no es el pueblo el responsable de que la creación, la práctica y la contemplación de las actividades artísticas estén ausentes de la vida de millones de mexicanos. Los culpables son los concentradores de la riqueza y los gobiernos que les sirven, que dominan la economía, imponen su ideología y buscan eliminar todo rasgo de identidad cultural propia, para reducir a los pueblos a un conjunto de “trabajadores dóciles y compradores crédulos”, como dijo con acierto un célebre antropólogo.
?Los antorchistas, organizadores de las espartaqueadas culturales, estamos convencidos de que el arte, con todas sus profundidades y elevaciones al navegar en el alma humana, con las emociones casi divinas que provoca, con las hermosas sutilezas y el lenguaje especial del que dispone para volver casi tangible lo inefable, puede ayudar mucho a los pueblos en su milenaria lucha por lograr un mundo verdaderamente humano, que se caracterice no solamente porque estén resueltos los problemas materiales de todos, sino porque también logre que seamos sensibles, comprensivos y verdaderamente hermanos de los demás.
?Por lo anterior, pensamos que revolucionar pacíficamente a México requiere crear una fuerza social de millones de personas dispuestas a tomar las riendas del poder político y usarlo para transformar la vida material llena de carencias que padecemos los mexicanos, en una distinta donde todos gocemos del bienestar material al que tenemos derecho; todo eso al mismo tiempo que se toman medidas para que la riqueza cultural crezca y también sea para todos.
Así, al mismo tiempo que reclamamos trabajo bien remunerado, vivienda digna, educación de primera, servicios de salud de excelencia, vías de comunicación en buen estado, medios de transporte dignos, esa fuerza social debe exigir que la creación artística surja a raudales, que haya cientos de escuelas de arte, que los creadores artísticos surjan a raudales, que el arte no se reserve para unos cuantos sino que sea patrimonio de millones, que no haya mexicanos que jamás han visto una ejecución de música, danza, baile, poesía, pintura, escultura, cine o teatro.
Las espartaqueadas culturales son una flor que muestra su belleza y perfume para animar a millones a luchar por su derecho al arte y la belleza creada por los pueblos, es un llamado a construir una sociedad más justa, sin pobreza, sin violencia y plena de creaciones artísticas que alimenten y embellezcan más el alma de los mexicanos.
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