Han transcurrido poco más de seis años desde que Morena ganó por vez primera la Presidencia de la República, y ofreció que desde ahí gobernaría para los pobres y transformaría positivamente la vida del país; ahora, también controla el Poder Legislativo y todo indica que pronto controlará el Poder Judicial; junto con partidos aliados tiene 24 gobernadores y gobierna cerca del 75% de los 2,477 municipios del país. Un dominio que sólo se vio en la época priista.
Pero, con ese dominio casi absoluto de los órganos de gobierno del Estado mexicano, lo cual no incluye el control del verdadero poder económico, el que se desprende de la propiedad de los medios de producción y del dinero, los cuales siguen en manos de grandes y poderosos propietarios privados que acaparan la mayoría de la riqueza producida en el país, Morena no ha transformado la situación de los pobres, que siguen siendo muchos más y más pobres, ni la vida social ha dado un vuelco hacia el progreso en todos sus indicadores
Pero, aunque no hay ninguna transformación de fondo, que favorezca a los trabajadores y sus familias, lo que sí ocurre es que los recursos públicos del Estado mexicano, más de 9.3 billones de pesos tan solo en el presupuesto federal, puestos a disposición de los funcionarios morenistas ha provocado muy rápidamente que se den casos de desvío de dinero público para el goce de quienes disponen de él sin ninguna traba, gastándolo en paseos internacionales, ropa lujosa, comida en restaurantes caros, vuelos en avión y helicópteros privados, autos y departamentos lujosos, enormes mansiones, etcétera y, junto con eso, una competencia “a cuchilladas” entre los propios morenistas para posicionar su imagen y poder encaramarse en algún puesto. Un célebre caso, aunque no único, es el de la senadora chihuahuense Andrea Chávez, que ha llenado con su nombre bardas, espectaculares y camiones habilitados como clínicas ambulantes, en una impune campaña adelantada, similar a la que en su momento protagonizó la actual presidenta de la República, cuya efigie y nombre apareció “misteriosamente” en miles de bardas y espectaculares de todo México.
Ante esos síntomas de descomposición acelerada que está sufriendo la cúpula de Morena, similar a la que han sufrido otros partidos cuando llegan al gobierno y no tienen ni unidad en sus principios, ni un programa revolucionario de transformación económica del país, ni tampoco el apoyo real de millones de trabajadores organizados y dispuestos a defender sus intereses de clase, la respuesta de quienes están en la cúpula de ese partido ha sido publicar un decálogo de normas morales, llamado “código de ética”, que prohíbe el nepotismo, las campañas adelantadas, la ropa de marca, los restaurantes de lujo, y adelantarse en la competencia electoral.
Esa respuesta superficial y demagógica ha provocado en la opinión pública burlas y sonoras carcajadas al ver que varios de quienes prohíben el nepotismo son hijos o familiares cercanos de altos mandos de Morena, como el propio hijo del ex presidente AMLO, ascendido súbitamente a secretario de organización de ese partido, y otros más que no tengo espacio de mencionar aquí. Lo único que ocurrirá, quizá, es que los morenistas se volverán más reservados en sus gastos suntuarios y seguirán usando los recursos públicos para escalar a nuevos puestos, pero ahora más sigilosamente. El famoso “código de ética” servirá únicamente de taparrabo.
El otro aspecto de la descomposición de Morena ocurre en las alcaldías, donde se replica, pero a niveles escandalosos y masivos, el mismo desdén por resolver las necesidades de los gobernados y el uso unipersonal del poder municipal y sus recursos, lo cual no impide que al mismo tiempo los alcaldes y sus contlapaches se muestren altaneros y prepotentes con quienes creen indefensos ante su poderío municipal, pequeño pero temible para un ciudadano de a pie.
Un caso que ilustra el surgimiento de esos nuevos mandamases locales, protegidos por las cúpulas de Morena y carentes de la ética que pregonan para engañar a los incautos, es lo que ocurre en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca, donde el alcalde morenista César Figueroa Jimenéz desalojó “manu militari” a los moradores del albergue estudiantil “Juan Manuel Celis Ponce”, que fue allanado el pasado 26 de abril por decenas de policías municipales, dejando en la calle a los estudiantes que lo ocupaban y sin alternativa para otros más que a futuro tienen en esas instalaciones su única opción para hospedarse si quieren estudiar en la cabecera de ese municipio lleno de pobreza y carencias.
No hay ningún argumento o ley que justifique la violencia y el despojo del alcalde morenista contra los estudiantes. El predio lo gestionaron legalmente los jóvenes ante la autoridad municipal en turno hace más de 13 años y el albergue fue construido con recursos federales gestionados por integrantes de la Federación Nacional de Estudiantes “Rafael Ramírez”, quienes contaron con el apoyo de miles de trabajadores antorchistas que se movilizaron para que esa obra se realizara, entre los años 2016 y 2017, como consta en información pública disponible de ese ejercicio presupuestal federal. Al terminarse la construcción, el albergue fue asignado con todas las de la ley, mediante un contrato de comodato, a la Asociación Civil que hoy reclama legalmente la devolución del inmueble.
De nada han servido hasta el momento los argumentos, gestiones, entrevistas y cadenas humanas realizadas por los muchachos desalojados, que al agravio de la violencia policiaca que sufrieron, han sumado las majaderías y calumnias que les lanza el prepotente alcalde morenista. Pero los jóvenes no están dispuestos a que este abuso quede simplemente como una anécdota más en la cadena de abusos de los nuevos engañadores en el poder y se disponen a dar una lucha más grande e intensa en todo el país, hasta que les devuelvan su albergue, si es necesario presentándose por miles ante la presidenta Sheinbaum para pedirle que frene el atropello que sufren en Miahuatlán.
Esa actitud de rebeldía contra la injusticia, que han tomado los estudiantes oaxaqueños, es la que deben asumir todos los mexicanos que se sientan burlados y sometidos al abuso de los nuevos mandones del país. Los muchachos desalojados de su albergue y todos los mexicanos que se sientan atropellados en sus derechos deben saber que en Antorcha encontrarán a sus compañeros de lucha para dar esta y todas las batallas necesarias, hasta construir el México de progreso y paz que nos merecemos.
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