MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sobre el papel emancipador de la masificación de cultura

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Desde el inicio de la introducción de las máquinas a la producción, surgieron voces que, desde la perspectiva de la defensa de los intereses de los trabajadores, señalaron que, aparte de la obtención de una cantidad mayor de productos por la disminución del tiempo necesario para su elaboración, el fenómeno naciente debería traer beneficios a la población, entre ellos el cuidado de la salud, evitar la degradación moral, el agotamiento excesivo y la disposición de tiempo libre para el cultivo intelectual y la recreación.

La cultura de masas es el mecanismo mediante el cual la clase dominante impone su ideología a la clase dominada para justificar y mantener sus condiciones económicas.

Por ejemplo, Marx señala: “Economizar tiempo de trabajo significa aumentar el tiempo libre, esto es, el tiempo que sirve para el desarrollo completo del individuo, lo que actúa de vuelta sobre la fuerza productiva del trabajo y la aumenta”.

Sin embargo, el proceso de maquinización de la producción ha contribuido a una explotación mayor de los trabajadores y a su sometimiento físico e intelectual con la actividad de la llamada cultura de masas, que refuerza la permanencia de la injusta distribución de la riqueza.

En su momento, Fourier indicó: “El tiempo libre —para el ocio igualmente que para las actividades superiores— transformará de la manera más natural a quien goza de él, haciéndolo un individuo diferente, y es este hombre transformado el que aparecerá en seguida en el proceso de producción inmediato”.

Una de esas actividades superiores a las que se refiere Fourier, indispensables para la formación de una personalidad que despliegue todas sus capacidades físicas e intelectuales en los diferentes aspectos de la actividad humana, es decir, multifacética, es el arte, que cultiva y acrecienta el intelecto y el conjunto de habilidades de las personas que practican alguna de sus disciplinas.

La situación económica y social impuesta en nuestro país por el modelo capitalista de producción somete a la población trabajadora a ciertas condiciones que le impiden disponer de tiempo suficiente para dedicarlo al conocimiento, disfrute y práctica de alguna manifestación artística y, simultáneamente, la circunscriben a ciertos límites sociales propagados mediante la llamada cultura de masas.

México, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tiene las jornadas de trabajo más largas del mundo: 52 horas a la semana en promedio. En América Latina, los trabajadores de países como Honduras y El Salvador trabajan en promedio 49 horas; Colombia 47, Chile 43 y Brasil 41. En Dinamarca, los trabajadores laboran, en promedio, 37 horas. No es la primera vez que se dice: los mexicanos son los que más horas le dedican al trabajo.

El tiempo libre se ve reducido por las actividades laborales destinadas a la satisfacción de las necesidades elementales de los trabajadores y sus familias. De esta manera, los trabajadores en México, país en que impera el capitalismo, tienen limitaciones de tiempo para dedicarse a otras actividades, como señala Marx, que sirvan para el desarrollo completo del individuo y que, a su vez, este desarrollo incremente la fuerza productiva del trabajo.

Por otro lado, el dominio de la burguesía sobre los demás sectores de la sociedad debe reforzarse con una amplia difusión de su modo de vida, de sus valores morales y de sus mercancías, para que sean adoptados por la población y de esta manera se aseguren tanto sus ganancias fomentando el consumismo como el control social, garantizando el conformismo con las condiciones actuales o, en su defecto, un escape ilusorio. Es aquí donde se pone en práctica el mecanismo de la cultura de masas.

La llamada cultura de masas se puede definir como el conjunto de valores de la cultura burguesa difundidos con ayuda de los medios de comunicación de masas entre las amplias capas de la población.

Entre otras cosas, este conglomerado de valores intenta eliminar el contenido socialmente significativo del arte y oponerse al desarrollo de la cultura nacional con la difusión de modelos y procedimientos convertidos en artículos comerciales.

La cultura de masas permite la apropiación parcial de algunos valores de la cultura; sin embargo, cuando estos elementos pasan por el filtro de los principios promovidos por la burguesía, esta asimilación es incompleta y, por lo general, está desvirtuada.

No es la intención del capitalismo utilizar este mecanismo para la educación de todos los habitantes, sólo busca convertirlos en consumidores pasivos de los bienes simbólicos de la burguesía, disciplinarlos, crearles deseos y eliminar su oposición al sistema.

La cultura de masas es el mecanismo mediante el cual la clase dominante impone su ideología a la clase dominada para justificar y mantener las condiciones económicas; es un complejo aparato manipulador contrario, en su esencia, a la verdadera cultura popular.

La cultura popular nace y se desarrolla del pueblo, por tanto, tiene un marcado carácter democrático. Para generarse, requiere la incorporación y la participación de toda la población; gracias a eso, posibilita la asimilación espiritual y práctica del mundo, promueve el desarrollo humanitario e impulsa la capacidad del hombre en la creación y desarrollo de la riqueza espiritual y, con ello, su perfeccionamiento moral.

El proceso por el cual se difunden las verdaderas creaciones espirituales del pueblo y que permite a los individuos asimilarlas, que contribuye al proceso concientizador de la población, a la percepción objetiva de la realidad económico-social y a su transformación para beneficio de los trabajadores, es la masificación de la cultura, que asume una posición y función completamente contrarias a la cultura de masas.

La masificación de la cultura surge como una respuesta de los pueblos oprimidos en el proceso de su liberación; se desarrolla como una estrategia cultural que tiende al fortalecimiento de la identidad nacional, de la valoración de la riqueza de las raíces propias frente al esfuerzo enajenante y manipulador que despliegan las empresas nacionales y transnacionales en la difusión de los valores ficticios o desechables de la burguesía.

Para la efectividad de la masificación de la cultura y de su impacto progresista entre la población, es necesario partir del estado en que se encuentra la instrucción del pueblo; por tanto, es imprescindible desarrollar paralelamente los esfuerzos para educar al pueblo, desarrollar su conciencia de clase que lo prepare para asimilar y hacerlo partícipe de lo mejor que ha producido la humanidad en la ciencia, tecnología y, por supuesto, el arte.

En este sentido, la propuesta del Movimiento Antorchista Nacional para nuestro país debe ser conocida por todos los mexicanos, especialmente por los que formamos la mayoría trabajadora, pues ella contiene una alternativa emancipadora y democrática, honesta y sincera, que permitirá la unidad de los oprimidos para hacer frente a los abusos de los dueños del capital.

En su intervención de clausura de la XXI Espartaqueada Cultural Nacional, el ingeniero Aquiles Córdova Morán sintetizó las características de la masificación de la cultura:

“Por la vía de las espartaqueadas tratamos de que nuestra cultura sea una verdadera cultura popular, masiva, no sólo practicada por el pueblo, sino creada y renovada, divulgada por todo el territorio nacional por el pueblo mismo. En nuestra cultura, baila el pueblo, canta el pueblo, es una cultura de defensa del pueblo; es una verdadera cultura que va a las raíces del pueblo trabajador y aquí lo acabamos de ver.

La hacemos todos, la cultura que promueve Antorcha. Pongamos un muro capaz de vencer a la violencia y a la prostitución a las que nos quieren conducir los poderosos; el muro de la cultura.

Que de aquí salgamos a darle continuidad al trabajo allá, donde verdaderamente se necesita; ¡por la superación de la juventud!, ¡por la superación del pueblo!, ¡de México!”.

Este esfuerzo emancipador promueve la solidaridad, la cooperación y la colaboración como los auténticos valores comunitarios frente al egoísmo diseminado por la cultura de masas; contribuye a la educación del pueblo, eleva su nivel cultural, fortalece la identidad nacional y convierte a las creaciones espirituales en un patrimonio de todos.

Se requieren otro tipo de relaciones, en donde la preocupación principal sean los trabajadores, productores de la riqueza, la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales y no la ambición de ganancia de una minoría privilegiada. Para ello, es necesaria la construcción, desde los cimientos, es decir, desde la infraestructura económica, de un nuevo país, de una patria para todos.

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