MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CIII aniversario luctuoso del General Felipe Ángeles Ramírez

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El soldado revolucionario y progresista

 

Después de la misión en Morelos, el general Felipe Ángeles vio y palpó el pauperismo en el que vivían los campesinos, comprendió que su causa era justa, no había nada que combatir allí, por lo que tuvo que regresar a la capital.

En este apartado, quiero enfocarme en discernir el pensamiento peculiar de Ángeles, una mente brillante, adelantado a su época, su estancia en Francia y en Estados Unidos (EE. UU.) le permitió conocer una ideología diferente, progresista en comparación con la ideología del porfirismo, decadente, caduco del viejo régimen esclavista-feudal.

Antes, quiero agregar, que es sumamente importante distinguir, que en el movimiento revolucionario participaron diferentes clases sociales, una de ellas fue la burguesía naciente que supo encausar el descontento popular y enarbolar demandas y el clamor de justicia social para el pueblo, solo que la historia formal, escrita y contada por los vencedores, le llaman lucha de facciones y no de clases sociales, que es más correcto, esa es la verdad.

Ninguna figura decisiva deja de ser contabilizada en cada momento por las facciones en lucha, ya sea de su lado, como enemigo o rival. Pero la actuación política, más prudente, lenta de unos, franca y arriesgada de otros, introduce también diferencias en el terreno moral que hace un juicio histórico entre quienes fueron protagonistas o simples actores secundarios. El general Felipe Ángeles está en la categoría de los primeros.

Se ha planteado a menudo la pregunta de si Ángeles fue un conservador o un progresista, un elemento de avance y de dirección para la revolución, debemos saber ante este interrogante que por su carácter, pasión por sus ideas y arrojo, así como, la gran estatura intelectual y moral de su persona, fue un progresista, un revolucionario en el terreno teórico y práctico. Esta afirmación se puede comprobar por sus artículos escritos y correspondencia, que su discípulo el Gral. Federico Cervantes, los recopila en su obra “Felipe Ángeles en la Revolución”. La conducta revolucionaria de Ángeles y el desarrollo de su pensamiento político tal como quedaría expuesto en sus escritos conocidos se articulan en torno a dos polos antitéticos: uno de rechazo, representado por Carranza, y el otro, de atracción, representado por Villa.

Tras el golpe de Estado militar, orquestado por Victoriano Huerta y conocido como la Decena Trágica, y debido a su lealtad a la lucha maderista, Felipe Ángeles fue detenido junto a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez; sin embargo, gracias a su prestigio y arraigo militar no lo asesinaron. Fue exiliado a Francia, donde vivió hasta su regreso al país en 1913. Una vez de vuelta en México se unió a la lucha constitucionalista liderada por Venustiano Carranza, quien lo nombró secretario de guerra y posteriormente solo subsecretario.

La personalidad de Carranza chocó, de entrada, con la de Ángeles. Le disgustó no sólo su costumbre de dictaminar en todas las materias, incluidas las militares, en las que él se estimaba ciertamente más competente para dar una opinión, sino la adhesión incondicional que el primer jefe exigía de sus colaboradores.

Felipe veía que Carranza había creado alrededor suyo una atmósfera favorable al servilismo y a las intrigas, que le repugnaba particularmente en lo personal. Por otra parte, la actitud hostil de Carranza hacia los maderistas inducía a éstos a alejarse de él; además, pudo interpretar algunas críticas a Madero como la expresión de un desprecio de Carranza a la memoria del presidente asesinado, para él intocable, ello era algo que, ciertamente, no le podía perdonar.

En 1914 se une a las filas de Francisco Villa y su ejército de la División del Norte, iniciando una estrecha relación con Villa, a quien mostró su lealtad enfrentándose a sus antiguos aliados; así Felipe Ángeles se convirtió en un hombre de confianza para Villa. Llegó a Chihuahua para participar en la mayor operación militar que se había librado hasta entonces, en la revolución: la batalla que, por el dominio de la Comarca Lagunera, enfrentó a la División del Norte contra fuerzas federales del gobierno de Huerta, entre el 20 de marzo y el 10 de abril de 1914.

Cuando se reconstruye la historia del militar hidalguense, suele destacarse la diferencia de trato que había recibido en Hermosillo, en sus inicios en el Ejército Constitucionalista, en octubre de 1913, del que tuvo entre las filas villistas. Es un error de perspectiva: los jefes sonorenses reaccionaron ante la imposición sobre ellos de un jefe de origen federal; para los villistas, estaba claro que venía a ocupar una posición subalterna, como jefe de la Brigada de Artillería. El hecho es que, durante las batallas de La Laguna, Ángeles no sólo se entendió perfectamente con Villa, sino que se incorporó con plenos derechos al cuadro de mandos político-militares de la División del Norte.

En los tres primeros meses de su permanencia junto a Villa, Ángeles acabaría de convencerse de que Carranza estaba traicionando el espíritu de la revolución y, con ello, al pueblo mismo.

Para Ángeles, los principios que lo habían impulsado a arrojarse a la revolución, y que leyó fielmente interpretados en el Plan de Guadalupe, eran casi sagrados, porque el pueblo se había levantado por reafirmar el triunfo de la revolución de 1910, simbolizada por la figura de Madero que reverenciaban los humildes, a los que él había sabido amar y ganar a su causa. La adhesión del pueblo al Plan de Guadalupe obedecía a que éste retomaba los planteamientos de la Revolución de 1910: restauración de la Constitución de 1857 y elecciones libres en cuanto se hubiese logrado la paz en el país. En la opinión de Ángeles, era ya visible en Sonora que Carranza, por su actitud de déspota y rechazando discretamente a los que no estaban dispuestos a servir sus fines personalistas, estaba encaminando la revolución hacia una nueva dictadura.

Vale la pena conocer la vida y obra de un hombre de la talla del General hidalguense, que, por haber participado y luchado al lado del pueblo, es borrado de las páginas de la historia, pero sus nietos, hijos del pueblo que emulamos su ejemplo, contaremos sus buenas acciones, en otra ocasión escribiremos la última etapa de su lucha.

Él, partiendo de una ética militar, ligada a la misión social del ejército, en torno a una democracia de corte maderista, impregnada de un sentido moral expresado en el amor a los pobres, a los humildes, a los desheredados, ni  las penurias de la lucha, ni las injurias y traiciones de los constitucionalistas, lograron que abandonara la causa, como él decía: “Necesito pelear esta batalla de la vida, aunque mis tropas estén harapientas y en la inopia”.

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