Si bien es cierto que hay diferencias en el contexto de la situación política que rodeó la llegada al poder de los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de México, Andrés Manuel López Obrador, resulta interesante observar algunos aspectos, del antes, el durante y lo que puede ocurrir más adelante, pero definitivamente, en política la forma es fondo y tampoco nada es casual, los hechos mantienen relación como expresión viva de una sociedad que, ante la crisis, manifiesta una respuesta de su sentir y lo que desea.
Era de esperarse, lo ocurrido en las elecciones de Estados Unidos, que representarían el cierre de un ciclo que en su momento resultó repentino, inesperado y sorpresivo para muchos, al resultar contrario lo sucedido para quienes pensaron que un hombre con el perfil, trayectoria y desempeño de Donald Trump, jamás podría llegar a ocupar la Presidencia de un país, autocalificado de ser un ejemplo de libertades e igualdades, temas éstos últimos que requerirían artículo aparte por su cuestionabilidad en lo real y cotidiano.
Lo cierto es que entre quienes lo tomaron a broma, quienes no esperaban que ese hombre racista, lleno de desprecio hacia la comunidad latina, especialmente los mexicanos, hacia minorías, con cuestionable integridad en su desempeño empresarial y con un historial personal misógino amplio, pudiese ser el líder de Estados Unidos… se equivocaron en su momento.
Pero la equivocación de quienes le eligieron hace cuatro años, rindió sus frutos hoy con la respuesta de quienes, o echaron marcha atrás, o quienes sostuvieron que el magnate norteamericano nunca fue la mejor opción para un país a quien el mundo reclamaba la necesidad de entablar acuerdos y no enfrentamientos, de promover la paz y no acribillarla y de quien entendiera que las relaciones diplomáticas se practica con respeto y no con abuso ni altanería, incluyendo a los organismos como la ONU y quienes le conforman. Se acumuló mucho y el hilo, debía reventar. Donald Trump nunca debió llegar a la Presidencia, es lo que muchos opinan.
Para el caso de México, retomando las diferencias y las similitudes con Andrés López como titular del Ejecutivo de la nación, el político tabasqueño, sí debía llegar a la Presidenca de México. Luego de intentos fracasados, una campaña permanente de casi dos décadas y una muy trabajada estrategia, conveniente y equivocada, por cierto, de luchador social, de defensor de los pobres y demás oportunismos ocurrentes, López Obrador sí debía ser Presidente para dar respuesta al clamor de una sociedad que lo victimizaba cada seis años, permitiéndole crecer en su figura política, pero a la vez, lo que él no percibió, le creo una imagen de elevadísimas expectativas para propios y extraños, para seguidores y un pueblo esperanzado de que por fin, tendría justicia social y un abanico de posibilidades de crecimiento, éxito y desarrollo con el combate a la corrupción, pues la lógica les revelaba que si el dinero se quitaba a los ladrones, esos dineros beneficiarían a los que lo necesitaban y el progreso estaba asegurado. ¡Cuán equivocados estaban!
No es reiterativo señalar la realidad que vivimos actualmente en México, por el contrario es válida recordarla, porque es la respuesta a un "se los dije", "lo advertimos y no creyeron" y tantas posibilidades de nuestro lenguaje más, pero que se antojaba necesaria, más no justa, para que el propio Andrés López tuviese la oportunidad de poder demostrar su capacidad o no, de cumplir la vasta cantidad de promesas e irrealidades que hizo a millones de mexicanos esperanzarse y votar por algo, que él sabía, era imposible de cumplir y que, él sabía, ¡claro que lo sabía!, pero que justificaría su incumplimiento refugiado en las excusas y sentirse precursor del sueño de justicia cual caudillo, pudiese escenificar.
Andrés Manuel peleó ser Presidente de México, lo logró y el papel que ha desempeñado con su ejercicio, será juzgado no solo por la historia, sino por millones de ciudadanos que, así como en Estados Unidos, expresaron su hartazgo, su repudio y manifestaron con un voto, lo que quieren para su futuro y el de sus familias. Al tiempo.
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