MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Defender a Venezuela reivindica el derecho global a una vida mejor

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“Si no tienes cuidado, los medios de comunicación harán que odies a los oprimidos y ames a los opresores”. Inmediatamente recordé esta certera frase del gran luchador negro norteamericano Malcolm X cuando, en una charla informal, un conocido se regocijaba de que Trump hubiera enviado a las costas de Venezuela —a un costo mil millonario— una intimidante fuerza bélica que amenaza prácticamente con invadir a la hermana república sudamericana.

El pueblo revolucionario de Venezuela y su gobierno siguen siendo una inspiración para los explotados del mundo y un faro que ilumina su camino en la lucha por construir una sociedad más justa.

Al menos seis poderosos buques de guerra con capacidad de desembarco (invasión), un submarino de propulsión nuclear, un crucero misilístico y un buque de combate litoral han sido señalados como parte del despliegue naval del imperio. Las labores de vigilancia y reconocimiento que están desarrollando en el Caribe con satélites, drones y más tienen un costo, según publicaciones especializadas, de más de 18 mil dólares por minuto, mientras que el de la operación de las naves desplegadas se acerca a los siete millones de dólares diarios. 

Se trata de una fortuna que bien podrían aplicar los amenazantes vecinos del norte en campañas para salvar a sus niños y jóvenes de las adicciones, o para perseguir a quienes, ¡dentro de su propio territorio!, han montado el más grande negocio de tráfico, venta y consumo de estupefacientes.

Pero, ¿a qué se debe tan terrible amenaza contra el gobierno y el pueblo venezolanos? Públicamente, Trump y su gobierno alegan que los venezolanos, encabezados por su presidente Nicolás Maduro, son la principal amenaza contra la salud de los norteamericanos por facilitar el tránsito de cocaína por su territorio. Según ellos, la recompensa de 50 millones de dólares que ofrecen por la captura de Maduro y los preparativos para invadir Venezuela responderían a la guerra contra las drogas que, supuestamente, ha declarado el imperio en decadencia.

Pero para nadie es un secreto que el verdadero negocio del transporte, la venta y el consumo de drogas, así como el necesario lavado de dinero, anida en las entrañas del monstruo devorador de drogas: los propios Estados Unidos. Tampoco es un secreto, a pesar de las mentiras difundidas por sus agencias de noticias, sus medios y las redes sociales, que el consumo norteamericano de fentanilo, cocaína y opioides es el más alto del planeta.

De igual forma, se sabe que el consumo de marihuana ha superado al del alcohol entre los norteamericanos. Al menos uno de cada seis estadounidenses fuma marihuana, por lo que se calcula que las ganancias de la “industria del cannabis” generan el doble que la industria del chocolate en Estados Unidos, una cifra similar a la de la Coca Cola en ese país. El Pentágono registró, entre 2017 y 2022, 15 mil 293 sobredosis (ojo: no adicciones) en militares activos.

Las preguntas surgen en cascada: ¿Quiénes son los grandes beneficiarios, más allá de los “chapos” o los “mayos”? ¿Cuáles son las instituciones bancarias que pueden mover y lavar esos mares de dólares que genera esta “industria” al interior del país? ¿Se puede hacer un negocio ilegal de tamañas proporciones sin la complicidad de las autoridades de todos los niveles —policiales, militares, civiles— de los diferentes estados de la “Unión”?

¿Dónde están los grandes capos de la droga gringos, quiénes son, por qué no se les persigue? ¿Por qué no se le corta la cabeza y sus múltiples brazos al narco gringo? Y, quizá lo más importante, ¿por qué el gobierno imperialista no ayuda a sus jóvenes con campañas multidisciplinarias eficaces para alejarlos de las drogas y rescatar su salud?

No es posible responder en un escrito como este a todas estas preguntas, quizá ni a una sola con la seriedad y profundidad que merecen. Pero la conclusión me resulta obligada e ineludible: el verdadero cartel está en el norte.

El ataque a la República Bolivariana de Venezuela, la del inmortal Hugo Chávez y la del admirable presidente Maduro, no tiene entonces la mínima justificación en el pretexto del narcotráfico, pues el 87 % de la droga que se produce en Colombia se moviliza a través de las rutas del Pacífico; otro 8 % sale por las costas del Caribe y la Guajira colombiana. Apenas un 5 % de la coca colombiana intenta movilizarse a través de las islas del Caribe y el territorio venezolano. Venezuela ni produce ni permite el tráfico de drogas.

La amenaza de invasión a la patria de Bolívar es para apoderarse de sus recursos naturales, principalmente su petróleo. No olvidemos que las reservas petroleras de Venezuela son las más grandes del planeta: cuatro veces mayores que las de Estados Unidos.

Lo mismo dijeron cuando en 1989 invadieron Panamá en una operación militar que llamaron cínicamente “Causa Justa”, que también decía combatir al narco pero que solo buscaba garantizar y perpetuar el control gringo del Canal de Panamá.

Pero quizá la principal razón por la que están a punto de invadir Venezuela es porque el pueblo bolivariano se ha defendido y ha salido victorioso hasta hoy de todas las estratagemas y maniobras de los imperialistas para derrotar a su revolución. No prosperó su intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez; no prosperaron sus intentos de vencer la resistencia popular con bloqueo económico, sanciones y propaganda falsa, pues en las urnas se ha ratificado el apoyo popular a su proyecto revolucionario.

El pueblo revolucionario de Venezuela y su gobierno siguen siendo una inspiración para los explotados del mundo y un faro que ilumina su camino en la lucha por construir una sociedad más justa. Los antorchistas y todos los mexicanos de bien debemos defender su causa, desmentir las calumnias en su contra y condenar todo tipo de agresiones que sufra.

Ya el gran José Martí nos prevenía: “El desdén del vecino formidable (América del Norte), que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe.

Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos… Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad”. Bien hacen Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unificado de Venezuela al llamar al pueblo a defender, con las armas si es preciso, a su patria.

Termino con otro llamado de Martí, el poeta y luchador anticolonial: “Con los oprimidos había que hacer una causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

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