Hablar de democracia está de moda, sobre todo por el proceso electoral que se vive en los vecinos Estados Unidos de Norteamérica, donde se perfila el triunfo del Partido Republicano y su candidato Donald Trump, a quien los medios de comunicación nacionales e internacionales han dado una importancia significativa. También hubo elecciones importantes en Moldavia y en Georgia, aunque recibieron menos atención mediática.
Este interés contrasta con las elecciones recientes en México, ocurridas hace solo cinco meses. Las opiniones y análisis en torno a estos procesos han sido numerosos y diversos, lo que dificulta que el público forme una idea clara sobre su verdadero impacto.
La pobreza de las mayorías asegura la riqueza de unos pocos, y un gobierno burgués sostendrá este equilibrio.
Aunque no participemos en este proceso electoral estadounidense, es conveniente observar y aprender de sus lecciones, ya que su desenlace afecta directamente a México por la proximidad geográfica y las interdependencias comerciales.
Actualmente, más del 80 % de las exportaciones mexicanas se dirigen a Estados Unidos, y en 2024 este porcentaje alcanzará el 83.1 % (USD 44 mil 852 millones), mientras que el 40.5 % de las importaciones de México provienen de ese país (USD 20 mil 866 millones).
Se estima que alrededor de seis millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México, y el comercio bilateral alcanza aproximadamente un millón de dólares por minuto.
Este impacto es aún mayor para la comunidad mexicana en Estados Unidos, formada por 11 millones de mexicanos y sus descendientes, que suman un total de 40 millones de personas.
Las remesas que envían a México representan una fuente clave de ingresos, y en 2024 se estima que alcanzarán los 66 mil 500 millones de dólares, equivalentes al 3.7 % del PIB nacional. Más de 1.7 millones de hogares mexicanos dependen de estas remesas, que constituyen la principal fuente de divisas para el país.
Por estos motivos, es relevante para los mexicanos conocer las posiciones de los candidatos estadounidenses sobre temas como la relación bilateral, el comercio y el trato a los migrantes.
Sin embargo, no siempre es conveniente basarse únicamente en la información que nos llega, ya que en tiempos de campaña, tanto en Estados Unidos como en otros lugares, los candidatos suelen exagerar y hacer promesas que buscan captar votos.
Por ejemplo, aunque Trump ha hecho declaraciones fuertes contra la migración, durante su mandato anterior deportó a poco más de un millón de mexicanos, mientras que Barack Obama, quien generó expectativas de mejorar la situación de los migrantes, deportó casi el triple.
No busco hacer un perfil de los candidatos ni una comparación entre sistemas electorales. El punto esencial es entender que las elecciones, los partidos y los candidatos no reflejan una verdadera diversidad en los intereses de clase.
En una sociedad dividida en clases, las diferencias de intereses son inevitables y no pueden reconciliarse; en consecuencia, las clases luchan por sus intereses en la arena política.
En esta lucha de clases, el Estado funciona como un instrumento de la clase dominante, defendiendo sus intereses a través de la represión y el control, como señaló Carlos Marx. Así, el concepto de un “buen gobierno para todos” es una ilusión, ya que en realidad el gobierno favorece a una clase a costa de la otra. La pobreza de las mayorías asegura la riqueza de unos pocos, y un gobierno burgués sostendrá este equilibrio.
Las ideas de Marx y de otros pensadores como Vladimir Ilich Lenin y Federico Engels son críticas en este sentido, pues sostienen que la única vía para erradicar la pobreza es un gobierno proletario que se convierta en la clase dominante y luche por sus intereses.
El objetivo final es eliminar las diferencias de clase y, con ellas, la pobreza y la desigualdad. Engels anticipaba que, en una sociedad verdaderamente igualitaria, el Estado desaparecería, convirtiéndose en una reliquia del pasado.
Entonces, ¿representan Harris o Trump los intereses de la clase trabajadora? ¿Alguno de ellos combatirá la explotación y defenderá los intereses del pueblo trabajador? La respuesta es clara: no lo harán. Esa tarea sólo podrá cumplirla el propio pueblo norteamericano, cuando sus representantes accedan al poder.
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