El pasado día 31 de enero, tuve la oportunidad de recorrer el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), asentado en el municipio de Zumpango, en el Estado de México. Como casi todo mundo sabe, el AIFA está construido sobre lo que fue la Base Aérea Militar N.° 1 General Alfredo Lezama Álvarez, mejor conocida, por la Base de Santa Lucia.
Fue inaugurado el pasado 21 de marzo de 2022; los bombos y los platillos resonaron a la vez que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) daba el banderazo para que despegara el primer avión de la compañía Aeroméxico con destino a Villahermosa, Tabasco, el cual, recibió su clásico baño de agua que es una tradición y deseo de buena suerte.
Con una logística desastrosa, sin la venta de alimentos, ni botellas de agua suficientes para el cúmulo de personas que asistieron, ni suficiente papel en los sanitarios y añadiendo que doña Guadalupe Piña (si, otra Piña) no llevaba suficientes tlayudas y que las terminó antes de montar su puesto, para descontento del respetable; desde entonces, el AIFA no se ha vuelto a llenar, ni porque idearon un evento semejante a una kermés y en la cual, instalaron un ring, en donde luchadores con nombres como “Rey Descuento”, “Dr. Bache” o “El hijo del viajero”, hicieron maromas y pegaron saltos para deleite y gozo de los trabajadores de las 3 aerolíneas que en ese momento tenía. No puedo dejar de mencionar el tianguis de la mezclilla que se instaló con vendedores y fabricantes del vecino poblado de Nextlalpan y que fue un fracaso, ya que no vendieron nada.
Ante estas y otras ocurrencias de un trivial e intrascendente personaje como es AMLO, el AIFA, es lo menos un fracaso de obra y lo digo sin dudarlo y sin prejuicios, parece más una central avionera, una calle de Tepito o un pasillo del mercado de La Merced, que un aeropuerto internacional. Llegar a él, fue un suplicio, salir de la CDMX, por la ruta de Indios Verdes, que lleva 20 años de obras ininterrumpidas, fue un calvario que nos llevó casi dos horas.
El AIFA, asentado en tres mil, 700 hectáreas, es cinco veces más grande que el de la ciudad de México, (en terreno total), pero en los hechos, sus instalaciones no alcanzan ni siquiera las dimensiones de la central camionera del norte, que, con sus 117 andenes, sus 54 taquillas, sus decenas de locales comerciales y sus 9 salas de espera, rebasan y por mucho, el bodrio del AIFA. Sí, es un bodrio comparado con cualquier estación de camiones.
Acompañado por dos morenistas de cepa pura y amigas de toda la vida, nos dimos a la tarea de recorrer con paciencia y sin prisa el AIFA, desde buena hora de la mañana, llegamos y tuvimos que recorrer los casi 12 kilómetros, desde la entrada, hasta las instalaciones aeroportuarias, ya que el camino que da acceso a ellas recorre pegado a toda la inmensamente larga barda perimetral. ¿A quién se le habrá ocurrido hacer un recorrido tan largo y en círculo, en lugar de hacer un camino recto? Dice la geometría que la línea más corta entre dos puntos, es una línea recta, y estos constructores exprés ignoraron tan simple y tan lógica máxima.
Una vez que metimos el carro en un estacionamiento que tiene ni más ni menos, las mismas características de cualquier estacionamiento de cualquier centro comercial, nos percatamos de que se encontraba ocupado en una cuarta parte, lo que nos hizo pensar que los pasillos, los locales, así como los centros de atención, estarían abarrotados y, que, el AIFA, estaría ocupado en la misma proporción, pero la realidad es que no fue así.
Con cierto pesar, nos enteramos de que los trabajadores estacionan sus vehículos en ese estacionamiento y que, en menor medida, pertenecían a visitantes como nosotros, que curiosos visitan lo que AMLO llama el mejor aeropuerto del mundo y que la triste realidad, lo ubica, como un aceptable aeropuerto municipal, no más.
Pero pensar en que este bodrio, sea capaz de resolver los grandes problemas de interconexión, de traslado de viajeros, así como de mercancías, es una verdadera falacia elaborada por una mente perversa, que canceló y destruyó el incipiente aeropuerto de Texcoco, mejor conocido como el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), y que contaría con hasta seis pistas para su operación de aterrizaje y despegue, instalaciones de hasta cuatro pisos para albergar a decenas de líneas aéreas, nacionales y extranjeras que planeaban movilizar hasta el 50% de los viajeros del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), con 96 accesos directos a los aviones grandes y, otras 68 más, para aeronaves de tamaño mediano y pequeñas avionetas.
La cancelación del NAIM, tuvo un costo de casi 300 mil, millones de pesos, por concepto de indemnización a los contratistas que hicieron valer y bien, la cláusula de incumplimiento de contrato. Al inmoral presidente, se le ocurrió la supina tontería de cancelar un proyecto transexenal, que permitiría poder aliviar al AICM, de la enorme carga de vuelos que impiden una operatividad más eficaz y segura.
Por desgracia, el deseo de pasar a la historia como un mesías, como un iluminado o como un líder mundial, se estrella contra la realidad y la realidad, es que no pasa de ser un mesías bananero que con tal de ver plasmadas en letras de oro su nombre en los recintos legislativos y su imagen en monedas y billetes de alta denominación, ha destruido lo que sería una magna obra y ha edificado un remedo de elefante blanco con unas cuantas aerolíneas, (atendidas por empleados aburridos, por no hacer nada, ni atender a nadie) y otros tantos vuelos vacíos, que solo señalan y apuntan al gran derrochador de los recursos públicos y que va de fracaso en fracaso.
El costo total del AIFA, seguramente nunca lo sabremos, pero se calcula que, a la fecha, se ha gastado más 100 mil millones de pesos, con todos los gastos y habrá que sumar, los 738, mil 800 pesos, que se pierden todos los días por operatividad, según El Financiero, el AIFA, facturaba hasta 9 mil, 946 pesos, y su costo operacional era de 748 mil, 746. (El Financiero).
Aquí, los únicos que perdimos fuimos los ciudadanos de a pie, porque la gran cantidad de dinero que se pagó por su cancelación, es una acción igual a quemar el dinero en una gran hoguera y, es que los empresarios afectados, después de pagar lo acordado, se les entregó otro contrato de construcción para el AIFA, o bien para otra de sus faraónicas obras inservibles.
Del Tren Maya hablaremos después, pero va junto con pegado y con una afectación a la naturaleza catalogada como un ecocidio.
Al finalizar el recorrido, después de haber visitado los baños con luchadores plasmados en las paredes, de recorrer pasillos literalmente vacíos, de acudir a un estanquillo donde una soda de 600 mililitros vale 75 pesos y un mazapán 35, después de estar en el mirador esperando ver volar aviones por casi dos horas y solo conseguir aburrirnos, porque no aterrizó nadie y apenas despegó uno, reconocimos, yo abiertamente y ellas en su interior, que es un gran fraude y que de seguro, las cuentas finales, su costo, su mantenimiento y la inyección de recursos que se le aplica todos los días, son una razón para considerar esta gestión la peor en décadas.
Las dos horas que hicimos de regreso a la ciudad de México, por caminos destrozados, llenos de baches, polvo, varillas tiradas, camiones de volteo tirando tierra, polvo y piedras por todo el camino, así como los dos patrulleros panzones y amenazantes que nos detuvieron en nuestro paso por Ecatepec para revisar la documentación del vehículo, nos llevaron a la conclusión, que era mejor no volver a poner un pie en el sueño de opio de AMLO.
Dar marcha atrás, es imposible, el AIFA será sin duda alguna, el ejemplo de lo que nunca debió ser y de lo que nunca debimos permitir. Obnubilado por sus sueños de caudillo, incapaz de pensar en gobernar para un país plural, el macuspano derrocha dinero y recursos a tontas y ciegas, sin importarle dejar a México en la bancarrota financiera, política y con un grave problema de gobernabilidad.
Lo perdido, es y ha sido mucho, pero deberá servir de ejemplo esta administración y, estar consciente que el voto otorgado a un improvisado, es el peor error que pudimos haber hecho. Sí, un torpe con iniciativa, puede ser mucho peor, que un inteligente malintencionado. Tal vez algún día, alguien retome la reconstrucción del NAIM y será el aeropuerto que el país necesita, mientras, a seguir sufriendo las puntadas de un improvisado.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario