Entender que México es la única patria que tenemos, lo único que realmente poseemos los mexicanos, nos debe llevar a la conclusión de que es necesario defenderla con todo, por parte de todos. Aunque eso no borre automáticamente las diferencias concretas entre nosotros, estas pueden esperar un poco a la solución del problema general.
Es necesaria la unidad del pueblo como pueblo, de la clase trabajadora como clase, de manera consciente, para que se eduque, se politice y se organice.
Está clara como el agua la necesidad de la unidad de los mexicanos convocada por Antorcha desde hace décadas, y que actualmente repiten, ante el embate del nuevo gobierno de los Estados Unidos, muchos sectores sociales, llamándose entre ellos y a la población en general.
Está claro que esta unidad debe lograrse, prácticamente a costa de lo que sea, si queremos detener, en la medida de lo posible, las amenazas inminentes que provienen del exterior, prácticamente en todos los ámbitos. Pero esto hace necesaria también una clara conciencia por parte de las clases sociales, principalmente de los pobres y marginados, para poder conocer cuáles son estas amenazas, cómo se comportan y qué intereses representan y persiguen en la coyuntura actual.
Creo, pues, que junto al llamado a la unión de todos los mexicanos, también es necesario caracterizar y ubicar claramente las diferencias internas, como lo hace el Movimiento Antorchista, para que la unidad resultante de las partes sea, además de consciente, completa y verdaderamente útil en el terreno concreto, y no una mera fórmula abstracta, vacía de contenido.
Primero, pienso yo, es necesario, por ejemplo, entender que el término “pueblo” hace referencia no a todas las clases sociales que componen a una sociedad en un momento históricamente determinado, sino sólo a los estratos más bajos que forman la base de la pirámide social, tanto por su papel directo en la producción de los bienes materiales que necesita la sociedad para existir, como por ser el estrato más amplio que carga sobre sus hombros tanto por su número como por sus condiciones de vida miserables, propias de los no dueños de los medios de producción, al percibir para subsistir una raquítica parte de la riqueza social mediante el salario.
Este pago de la fuerza de trabajo en estado latente, aunque puesta en marcha a través de su característica forma fluida o como trabajo propiamente dicho, produce una enorme cantidad de valor que ya no se retribuye al trabajador de ninguna forma, sino que se queda en manos de los dueños de las fábricas o negocios, constituyendo su ganancia.
De aquí se deriva como necesaria la unidad de toda la sociedad mexicana, de todas las clases incluso, para conjurar las amenazas del exterior. Pero también, y primordialmente, es necesaria la unidad del pueblo como pueblo, de la clase trabajadora como clase, de manera consciente, para que esta se eduque, se politice y se organice, de tal manera que también para ella haya beneficios concretos de la acción.
La clase trabajadora debe aprender a ver y dimensionar la grandeza de su número, y sobre todo, la potencia y fortaleza de su unidad como clase fundamental en una sociedad capitalista como la nuestra.
Para que visualice correctamente la situación, para que sopese su papel determinante en la coyuntura actual, pero no sólo de carácter externo, sino también interno, que lo lleve a confirmar el peso específico de su unidad y decisión de lucha sin regatear su esfuerzo en bien de todos, para luego, sin perder el impulso, arribar al poder político como clase fundamental y mayoritaria en el país.
Esto se puede hacer organizándose conscientemente en un partido de nuevo tipo que le garantice no solo el éxito de su empresa de llegar al poder, desde el cual podrá hacer los cambios económicos necesarios para que el modelo le sirva y satisfaga todas las necesidades elementales de la población entera, sino también para garantizar la firmeza inclaudicable de ser fiel a los intereses del mismo, puesto que ya existe la teoría científica que marca la derechura de las cosas, y aquí solo hace falta que se le sume la fuerza viva de la clase pobre de nuestro país.
Esto en nada afecta la unidad necesaria de las clases para hacer frente como nación a las amenazas del exterior. Por el contrario, la facilita al hacer claro y transparente el beneficio mutuo para cada una de las clases participantes, sin engaños ni subterfugios que las lleven a sacar ventaja individual.
El nacionalismo es necesario, la alianza total de todos los mexicanos sí, pero junto a él, también debe ir la necesaria claridad en la conciencia del pueblo, guiado siempre por verdaderos científicos sociales, que le garanticen, no importa si a largo o mediano plazo, el éxito de su causa y de sus reales intereses.
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