MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El súper peso, ¿a quién beneficia?

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En los últimos días, ha causado revuelo un hecho juzgado como insólito y celebrado como la demostración de que la política económica de la 4T da frutos palpables a los mexicanos; la apreciación de nuestra moneda o, como se le ha llamado, el regreso del súper peso. Mientras estas líneas se escriben el peso cotizó en 18.33 pesos por dólar, un nivel solo visto en 2018. 

Mostrarlo a las masas trabajadoras como la señal de que mejores tiempos se avecinan es apenas una de las tantas falacias de las que se ha valido el gobierno actual para manipularlas. Primero habrá que aclarar que el precio de una moneda o divisa, como ocurre con casi todas las mercancías, está condicionada por la ley de la oferta y la demanda; además de que, de acuerdo con ello, una moneda debe necesariamente enfrentarse con otra para conocer su precio.

Por eso, cuando se habla de que el peso se apreció con respecto al dólar, se debe entender que ahora se requiere menor cantidad de pesos mexicanos para adquirir un dólar, que el dólar es más barato. ¿Es tan buena la apreciación y mala la depreciación de una moneda?

No es la primera vez que la apreciación de la moneda es celebrada, o en algunos otros momentos de la historia, incluso fue defendida, al respecto dos elementos es menester destacar: Primero, ¿cómo afecta la apreciación de nuestra moneda en el comercio? Muy fácil, supongamos que si al principio en el mercado internacional vendíamos a 100 pesos  el barril de petróleo, y el tipo de cambio era de 10 pesos por dólar, quien quisiera comprarnos un barril de petróleo debería tener 10 dólares, pues debería comprar con esos 10 dólares 100 pesos y posteriormente comprar el barril; ahora, si el peso se apreciara y ahora el tipo de cambio fuera de 8 pesos por dólar, necesitaría 12.5 dólares, nuestro barril ahora es más caro. Lo mismo podemos calcular si el peso se deprecia, si ahora cuesta 12 pesos por dólar, para conseguir un barril necesitamos poco más de 8 dólares, nuestro barril es más barato. 
Esto actúa a la inversa cuando se habla de importar, cuando se aprecia el peso las importaciones se vuelven baratas y cuando se deprecia se vuelven caras. 

Segundo, vale la pena recordar que en la época de José López Portillo, uno de los problemas que se generaron por –o bien, crecieron ocultos gracias a– el gran auge petrolero fue el de la sobrevaluación del peso: las exportaciones de petróleo de la mano de los préstamos internacionales incrementaron la oferta de dólares y la cantidad de circulación de estos, por lo que sumando un tipo de cambio nominal estable, provocaron una apreciación del tipo de cambio real, este llegó a ser tan grande que para 1980 representó el 44% del que se había tenido en 1954. Claro que esto era benéfico para la política exportadora de petróleo, pues el hecho de que el peso estuviera apreciado, hacía que nuestras exportaciones fueran más caras, y esto devenía en un aumento en los ingresos por exportación.

Lo contrario ocurría con las mercancías no petroleras que México exportaba, las industrias que se desarrollaron durante el milagro mexicano y que habían sustituido gran parte de las importaciones de bienes básicos y de uso intermedio empezaron a ser amenazadas por esta política de mantener un peso apreciado, sus exportaciones empezaron a perder competitividad, resultaban muy caras en el exterior y fueron suplantadas por mercancías de otros países, el resto es historia; desafortunadamente ahora ya no hay empresas nacionales que cuidar, pues ese fue el principio del fin de las que existían. 

La primera conclusión es clara: para quien compite por vender mercancías en el extranjero mantener un tipo de cambio depreciado es lo mejor, pues su mercancía se vende barata y las mercancías extranjeras se venden caras, por lo que es más fácil impulsar la industria nacional; para una economía extractivista que despilfarra sus recursos naturales es mejor mantener un tipo de cambio apreciado, pues sus recursos se venden caros.  

Pero ahora vayámonos al bolsillo de los mexicanos. Según el Banco de México, en 2022, se recibieron 58.497 millones de dólares en 2022, lo que refleja que somos una economía altamente dependiente de las remesas, pero los mexicanos en nuestro país no gastan en dólares, es necesario cambiarlos por pesos. Pensemos en un caso hipotético, el señor Juan recibe mensualmente dos mil dólares de su hijo que se encuentra trabajando en Estados Unidos, en febrero de 2022 habría recibido 41.080 pesos, pero para febrero de 2023 serían 33.660, pues ahora el dólar cuesta 18.33 pesos, ahora, si le restamos el 7.82% de la inflación, realmente tendría en sus manos 31.364, por lo que la apreciación del peso y la inflación le quitó de las manos casi 10 mil pesos.

Pero entonces, si el súper peso no beneficia a los pobres, ¿a quién beneficia? La respuesta es obvia. 

Insisto, por tanto, en la conclusión evidente que nos dejan los elementos arriba descritos: nos encontramos ante otro de los viles engaños de los que Morena se ha servido para manipular al pueblo mexicano, no hay nada qué celebrar con “el peso fuerte”. Siguen recetándonos placebos para curar enfermedades terminales, siguen engañándonos con propaganda torcida para hacernos creer que vamos bien, que ahora el mexicano vive feliz, ¿hasta cuándo seguiremos cayendo en sus embustes?

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