MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El “súper peso”: más allá de la retórica

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Del oscuro panorama económico en México, caracterizado por falta de crecimiento e inflación, emergió una bandera rápidamente alzada por el Gobierno federal y sus seguidores: el llamado “súper peso”, o la apreciación reciente de nuestra moneda con respecto al dólar. Pero no siempre hay suficiente claridad sobre qué es el tipo de cambio y cuáles son sus implicaciones económicas. 

De manera muy simple, la apreciación del tipo de cambio significa que se necesitan menos pesos para comprar un dólar u otra unidad de moneda extranjera si esta permanece constante. El efecto inmediato de esto se da en el comercio internacional. Asumamos que el tipo de cambio inicial es de 20 pesos por dólar. Si una mesa producida en Estados Unidos tiene un precio de seis dólares, esto quiere decir que en México pagaríamos 120 pesos por ella (6 × 20 = 120). Si el peso se aprecia, por ejemplo, alcanzando un tipo de cambio de 15 pesos por dólar, ahora solo necesitaríamos 90 pesos (6 × 15 = 90) para comprar esa misma mesa. Por el contrario, si una silla producida en México tiene un precio de 60 pesos, inicialmente los estadounidenses necesitarían tres dólares para comprarla (60 ÷ 20 = 3). Después de esa misma apreciación del peso, el precio de la silla para Estados Unidos sería ahora de cuatro dólares (60 ÷ 15 = 4). 

Así pues, la apreciación del peso encarece los productos que vendemos al exterior (exportaciones), y abarata lo que compramos de fuera (importaciones); mientras que la depreciación (el encarecimiento del dólar) tendría el efecto opuesto. 

Según la narrativa oficial, la apreciación del peso es prueba contundente de la excelente gestión económica del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y surge de la intuición de que, mientras más barato el dólar, mejor. Tal concepción puede rastrearse a las crisis de 1982 y 1995; estas fueron precedidas por o provocaron profundas devaluaciones del peso, dando paso a años de desempleo, inflación y, en el caso de la crisis de 1995, la pérdida del patrimonio de millones de mexicanos. Por otro lado, la recuperación de esas crisis tuvo como condición la estabilización del tipo de cambio, o el fin de las devaluaciones. Con esa historia reciente, no es sorprendente que la apreciación del peso se vea como símbolo de estabilidad interna y fortaleza en el ámbito internacional. 

La falsedad de esta percepción se puede observar de dos grandes formas. La primera es que, como ilustra el ejemplo con el que inició este artículo, los movimientos en el tipo de cambio siempre generan efectos contrarios para distintos participantes de la economía; vimos que, en el caso de la apreciación, lo que compramos del exterior se vuelve más barato, y esto podría elevar los salarios reales. Por otro lado, lo que vendemos al resto del mundo se vuelve más caro, lo que podría disminuir el ritmo de crecimiento de los sectores económicos que le venden al resto del mundo por ser menos competitivos en sus precios. Asimismo, salen perjudicados quienes reciben remesas (los dólares compran menos pesos) o quienes dependen del turismo (México se vuelve menos atractivo por hacerse “más caro”). Estos ejemplos solamente ilustran que los movimientos en el tipo de cambio, sin importar su dirección, nunca pueden calificarse de absolutamente positivos o negativos. 

La segunda razón tiene que ver con las causas de la reciente apreciación del peso. En el nivel más inmediato, el tipo de cambio depende de los movimientos en la oferta y demanda de pesos con respecto a dólares. Si el peso se aprecia, eso significa que la gente en general, y los inversores en particular, están aumentando su demanda de pesos en relación con la oferta disponible. Y en el caso actual, la causa principal de este fenómeno la podemos encontrar en la política monetaria del Banco de México, que ha elevado de manera sostenida las tasas de interés buscando contener la inflación. Esto es importante porque la tasa de interés determina los rendimientos que se obtienen de invertir en pesos, y su aumento provoca la entrada de capitales de quienes buscan maximizar la rentabilidad de sus inversiones. Sin embargo, esta política ha fracasado para contener la inflación, que vuelve a repuntar después de un breve descenso y, por otro lado, perjudica el desempeño económico de México al encarecer el crédito y, por lo tanto, la inversión productiva. 

En conclusión, la apreciación del peso no es señal de futura prosperidad para los mexicanos, pues no ha servido para evitar el aumento de los precios y es el resultado de una política macroeconómica que afecta las perspectivas de recuperación económica para nuestro país. Y así, mientras las autoridades presumen al “súper peso”, los problemas estructurales de desempleo, pobreza, desigualdad y violencia se mantienen y agudizan. Solo cuando veamos progreso real en estos ámbitos habrá algo qué celebrar. 

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