MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Inversión Extranjera Directa, mecanismo de opresión del imperialismo (I/III)

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En principio, es necesario definir lo que se entiende por imperialismo. Lenin sintetizaba esta categoría como la “fase monopólica del capitalismo” (Lenin, 1975, pág. 56). Aunque la definición es general, también menciona que la base sobre la que descansa el carácter monopólico del sistema es el capital financiero, que según el mismo autor es el capital bancario monopolista fundido con el capital industrial monopólico. No obstante, otros autores como Stalin se encargaron de señalar otras características fundamentales del imperialismo como que éste refleja las contradicciones más agudas del capitalismo, llegando a su grado más extremo, teniendo como base la creciente discrepancia entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas. En este sentido, las condiciones sociales de los países víctimas de la marcha imperialista, como las de ellos mismos, llegan a un punto en que los cambios cualitativos se hacen inminentes y se abren las puertas a una revolución social. Por esta misma razón Lenin, en un sentido dialéctico, se refería al imperialismo como “capitalismo agonizante”, porque, aunque en apariencia es una etapa en que el sistema se encuentra fortalecido con grandes empresas monopólicas, acumulaciones ingentes de capital bancario y financiero, estas características no son más que el reflejo de las graves contradicciones que bullen dentro del modo de producción.

Stalin, en su libro Los fundamentos del leninismo, menciona las que para él son las principales contradicciones del imperialismo. 1) Contradicción entre trabajo y capital: “el imperialismo es la omnipotencia de los trusts y de los sindicatos monopolistas, de los bancos y de la oligarquía financiera de los países industriales” (Stalin, 1975, pág. 4). Ante este gran poder económico que ha alcanzado el capital, los métodos habituales de lucha de la clase obrera (los sindicatos, cooperativas y la contienda parlamentaria) se vuelven insuficientes, de modo que, en un horizonte de lucha contra el capitalismo, el proletario debe buscar nuevos mecanismos de disputa contra ese poder. 2) Contradicción entre los distintos grupos financieros y las distintas potencias imperialistas en su lucha por las fuentes de las materias primas. La división internacional del trabajo (DIT) es una de las características fundamentales del imperialismo. En su conformación original, en la segunda mitad del siglo XIX, donde de manera general se dividía el mundo entre países productores de bienes industriales y exportadores de materias primas, los grandes conglomerados financieros se disputan con las viejas potencias imperialistas el reparto de los mercados del mundo y el dominio de las fuentes de las materias primas. Una particularidad que entraña esta contradicción es el mutuo debilitamiento de los países imperialistas por las guerras, tanto militares como comerciales, que inevitablemente llevan al resquebrajamiento del sistema. 3) Contradicción existente entre un puñado de naciones “civilizadas” dominantes y centenares de millones de hombres de las colonias y de los países dependientes. El imperialismo, entendido como fase superior del capitalismo, busca la manera de no morir, y para lograr eso, sobre todo desde el punto de vista económico, explota al trabajador más allá de sus capacidades físicas, como, por ejemplo, prolongando las jornadas laborales excesivamente. No obstante, esta brutal explotación lleva inherente la agudización de las contradicciones de clase.

Si bien las contradicciones que Stalin menciona se encuentran más que vigentes en la actualidad, es importante aclarar algunas particularidades que ayudarían a contextualizar el imperialismo a tiempo presente, y sobre todo para un caso específico como es el mexicano.  En la contradicción “2”, por ejemplo, se menciona la marcha de las potencias económicas por hacerse de los mercados y las materias primas de los países subdesarrollados. Esto sigue siendo cierto hasta el día de hoy, pero hay, además, otros elementos importantes a tomar en cuenta, como es la lucha por cooptar procesos productivos donde hay mayor extracción de rentas a partir de la explotación de los ejércitos industriales de reserva de los países subdesarrollados. Ya mencionaba Marx que una de las causas que contrarrestan la tendencial caída de la tasa de ganancia es la reducción del salario por debajo de su valor; cuando las empresas imperialistas “invierten” en países con mano de obra barata como México, en el fondo lo que están haciendo es extraer beneficios adicionales por la diferencia con los salarios de sus países de origen. Estos pagos que están muy por debajo del valor promedio de los salarios de los países desarrollados permiten que las empresas que tienen base en esos países contengan la caída de su tasa de ganancia. Es decir, la dinámica actual que el imperialismo tiene con los países subdesarrollados no solo tiene como base la explotación de sus recursos naturales, sino también la de su mano de obra barata. Para el necesitado capitalismo imperialista, ya no le es suficiente adquirir materias primas de bajo costo, la caída de su tasa de ganancia le exige que también se produzca con trabajo remunerado por debajo de su valor promedio. Esto implica, además, imponer políticas para generar condiciones ventajosas para las inversiones de los países imperialistas.

Solo de esa manera se explica la historia y el desarrollo de la maquila en México a partir de los años sesenta: grandes capitales que invierten en países dependientes con el propósito de aprovechar las “ventajas competitivas” que ofrecen, como son los bajos salarios. Así se explica que, en la reconfiguración de la producción mundial que se desarrolla en las últimas dos décadas del siglo anterior, en lo que se conoce como Cadenas Globales de Valor, México se convirtiera en uno de los principales ensambladores del mundo, en productos como televisores, coches, computadoras, etc.

A continuación se describirá cómo la configuración de la producción en Cadenas Globales de Valor (CGV) ha servido al imperialismo para usufructuar y mantener a los países subdesarrollados sumidos bajo esa misma condición. Es decir, se pretende dar cuenta que la nueva forma en la que se reconfiguró la producción mundial es otra forma más que ha sido desarrollada e impuesta por los países imperialistas con la intención de disminuir sus costos de producción y así frenar la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia.

 

La inversión extranjera directa como mecanismo de opresión del imperialismo

El caballo de Troya sobre el que se ha impulsado la nueva división internacional de los procesos productivos es la Inversión Extranjera Directa (IED). La IED, de acuerdo con la UNCTAD (2007), se puede definir como una inversión que implica un compromiso de largo plazo por parte de un inversor o entidad moral, en una empresa o filial ubicada en un país donde éste no es residente. El propietario de dicha inversión tendrá cierto control o influencia en la empresa en la que invirtió. Partiendo de esta definición, la IED implica un grado alto de desarrollo del comercio entre países y del engrandecimiento de un grupo de capitales por sobre otros de la misma o de otras naciones. Como explicaban Kindleberger (1969), Hymer (1960), Borja (1989), entre otros autores, cuando hay estructuras de mercado con competencia perfecta, porque el grado de desarrollo de las empresas es en general similar, es casi imposible que un capital individual decida dejar su nación e instaurarse en una empresa en el extranjero, puesto que no tendría incentivos para irse al otro país, dado que no tendría ventajas por sobre el resto de empresas, a menos que las empresas del otro país estuvieran menos desarrolladas. Incluso, este capital individual extranjero estaría en desventaja por su poca proximidad del lugar donde opera y toma decisiones la empresa matriz, o porque tendría que esforzarse más para conocer los mercados del nuevo país en que se está insertando. Por eso, para que se pueda dar un desplazamiento de capitales de un país a otro, es necesario que haya en los países más desarrollados un grupo de capitales individuales fortalecidos, donde, la acumulación de capital haya alcanzado enormes proporciones (Lenin, 1975).

La forma que toma esta inversión extranjera en el sector productivo es el de las Empresas Multinacionales (EMN) y Empresas Trasnacionales (ET). Este tipo de empresas se caracterizan por establecer filiales en diversas partes del mundo, en regiones distintas a su empresa matriz, que generalmente se sitúa en su lugar de origen; la única diferencia entre ellas es el grado de libertad que tienen las filiales respecto a la empresa matriz[1]. Gereffi (1999) sitúa la aparición más generalizada de este tipo de empresas entre los años sesenta y setenta. Su forma de producción era vertical, es decir, ellas mismas realizaban una buena parte del proceso de un cierto producto, que abarcaba distintas ramas de una industria con fases sucesivas, o bien con ramas auxiliares entre sí, con procesos complementarios. En el caso de América Latina, desde finales del Siglo XIX ya existían este prototipo de empresas, mismas que realizaban actividades de extracción o de comercialización de materias primas, como es el caso de la United Fruit Company. La explotación de los recursos naturales de los países dependientes, no obstante, obligaba a este tipo de empresas imperialistas a construir en ellos ferrocarriles, fábricas, centros industriales y comerciales, de manera que ayudara a la transportación y comercialización de las materias primas extraídas (Stalin, 1975). En México, por ejemplo, fueron los capitales extranjeros los pioneros en el desarrollo de gran parte del sector industrial, como es el caso de los ingleses Schneider, Manning y Mackintosh, que se encargaron de construir el Ferrocarril de Tehuantepec, en 1847, o las inversiones extranjeras en forma de Sociedades Anónimas que impulsaron la creación de las industrias de papel, jabón, cerveza, cigarros, cemento, acero, entre otros bienes de consumo e intermedios.

Sin embargo, este nuevo tipo de empresa (EMN y ET), de acuerdo con Gereffi (2013), modificaron su forma de organización industrial como consecuencia de la globalización y la “nueva era de competencia internacional”. Las grandes empresas capaces de situarse en el extranjero con su fabricación vertical comenzaron a fragmentar su producción, externalizando actividades menores, con el objetivo último de disminuir los costos de producción y acoplarse a dicha competencia. La minimización de costos es un elemento fundamental en la teoría microeconómica, es decir, de la teoría de la empresa. Cualquier persona que decida realizar una actividad económica en el capitalismo siempre busca producir de manera eficiente, lo que implica, entre otras cosas, tener los menores costos posibles. Sin embargo, en una situación donde a nivel mundial la competencia se volvió más encarnizada porque los capitales se concentraron, generando monopolios y oligopolios, la minimización de costos se volvió fundamental para obtener la máxima ganancia y mantenerse compitiendo en el mercado.

 

Con autorización del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales


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