Hoy en día es muy fácil darse cuenta de lo mal que está el país o el mundo, gracias a las facilidades de las telecomunicaciones. Vivimos la era de la interconexión mundial. Instrumentos como internet, Facebook, Twitter, la televisión, radio, entre muchas otras, nos permiten conocer las noticias del mundo, y en los últimos 20 años han permitido que gran parte de las cadenas productivas se hagan más eficientes. El detalle con la globalización, la interdependencia de la economía mundial y la dependencia de los medios de comunicación digitalizados, es que nos dejan a merced de los dueños de estos medios.

Por supuesto, todos los medios de telecomunicación privados obedecen antes que a la necesidad social al interés particular del dueño de la empresa. Que éste aparente seguir u obedecer el camino de la demanda social por nuevas tecnologías es muchas de las veces mera conveniencia. Se sabe, por ejemplo, que la nueva disciplina académica llamada merchandising se define como: presentar el producto o servicio de manera que se estimule la compra, reafirmando o cambiando la conducta del potencial consumidor. Es decir, nos generan hábitos de consumo mediante la manipulación de nuestra conducta diaria a través de los medios de comunicación.

En este contexto, quiero llamar tu atención acerca de lo que pasa a nivel nacional con el control del mercado de telecomunicaciones. Y es que, si el dueño de la televisora o el dueño de la telefonía móvil es el que decide qué venderte, habría que ver ¿quién controla el mercado? De acuerdo con el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en México el 60.1% del mercado de Televisión está en manos de Televisa, propiedad de Emilio Azcárraga Jean; en el tema de telefonía móvil el 69% del mercado lo domina Telcel, perteneciente a América Móvil empresa propiedad de Carlos Slim Helú. Este último, el hombre más rico del país y el décimo cuarto del mundo, es el mismo con quien gusta de reunirse el inquilino de palacio nacional y a quien le fue asignada la construcción de poco más de 200 km del famoso Tren Maya.

Más de la mitad del contenido televisivo, internet y telefónico lo controlan dos familias, un oligopolio bien aceitado. Y es en estas circunstancias que se escucha hablar de que en diciembre un grupo de funcionarios simpatizantes de la 4T están planeando subir al pleno del IFT la propuesta para concesionar espacio para televisión de paga a la compañía Claro Video, perteneciente al grupo económico de Carlos Slim. Es decir, que el tiburón sigue hambriento por más dinero y planea introducirse al espacio televisivo (de los últimos eslabones que no ha logrado tocar) y todo con la venia de presidencia.

Mientras el presidente de la república predispone a las instituciones para beneficiar a sus cuates magnates y pregona con cierto dejo de hipocresía que la “riqueza no es contagiosa”, se olvida de que la pobreza sí que es contagiosa y es inherente a este modelo económico. Esta nueva jugada de Slim por ingresar al mercado de la televisión de paga lo ubica de facto como el millonario dueño del país, controlando casi todas las áreas económicas de la nación. Este dato contrasta con el discurso presidencial que machaconamente hace el llamado a la población pobre, para que no se deje guiar en la vida por el dinero y las cosas extravagantes, de manera tal, que hasta una cartilla moral repartió a la población.

Y es que mientras se trata de adoctrinar a la población para que no se deje guiar por la avaricia, por otro lado, AMLO calla como momia el que la fortuna del magnate de las telecomunicaciones del 2020 al 2021 se incrementó en 7.4% (3,830 millones de dólares) de acuerdo con datos de Forbes. Sí, el mismo del que presume ser amigo. Mientras a una sola persona le dan condiciones para seguir incrementando su fortuna y hasta las piedras del camino le quitan, al resto de la población, ¿cómo le va?

Pues mire usted, agravado por el desastre económico mundial México se ha convertido una fábrica de pobres, 3.8 millones de nuevos pobres reporta el Coneval (2020), la inflación proyectada a cerrar en diciembre es de 6.8% lo cual ha disparado el precio de las tortillas, tomate, gas doméstico, carne de res, entre otras hasta en un 148%, dejando a las familias pobres en una situación desesperada porque, por otro lado, el salario ese sigue igual. Presume el presidente de repartir directamente dinero en tarjetas a una parte de la población, sí, pero, son tres mil pesos que cobran para terminar muriendo por una bala perdida derivado del incremento de la ola de violencia, la misma que pretenden contener con abrazos.

De momento, no veo por dónde justificar que la 4T esté haciendo las cosas bien para los mexicanos. Sí veo que le va bien al hombre más rico del país, pero, el otro 99% de los mexicanos de bajos recursos ¿ha mejorado su nivel de vida? No. Por el contrario, se les está rematando en el caso de Sonora al aprobar los ayuntamientos incrementos en la tarifa de agua de uso doméstico, a partir de enero 2022. En Hermosillo 7.6% y en Huatabampo 3.4% de incremento al agua. Enero, mes de los más complicados para los pobres por todos los gastos que realizan en la temporada decembrina y agravado por la inflación. La consigna es recaudar a como dé lugar, qué importa que la gente apenas y tenga para la alimentación. Así las cosas, ¿vamos bien con la 4T?