MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La carne asada de Sonora desmiente a AMLO

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Organizar una carnita asada para 10 personas hoy cuesta, en promedio, 50 por ciento más que hace seis meses; pasó de 1,008 pesos, en enero de este año, a 1,497 pesos al finalizar julio (expreso.com.mx, 30/07/22). Sin embargo, el Gobierno federal asegura que la inflación es sólo 8.16 por ciento, cosa que ya de por sí sería grave.

Todos los que todavía pueden comer este manjar deben entender, por tanto, que el Gobierno federal y sus estadísticas no están diciendo verdad, que la carne asada se aleja cada vez más de los sonorenses más humildes, que es falso eso de que vamos bien, que los discursos del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nos arrojan arena a los ojos y quieren hacernos creer que vivimos en Disneylandia. La realidad es más grave de lo que nos dice AMLO, pero muchos le siguen creyendo.

Y esta realidad es más grave aún si recordamos que, según los últimos resultados del CONEVAL, en Sonora dos de cada tres personas no alcanzan una alimentación adecuada por carecer de recursos económicos, y se van a dormir con hambre diariamente. 

José Vasconcelos dijo una vez: “Donde termina el guiso y empieza la carne asada, comienza la barbarie”; pues para más del 60 por ciento de los sonorenses ya ni uno ni otra; en cambio, la política de la 4T nos está arrojando a la barbarie: los desaparecidos, los asesinatos a diario, la extorsión y la violencia son más accesibles a la población que la carne asada. 

Si se definiera como sonorense al que come carne asada, Sonora perdería más del 60 por ciento de su población. Y no es broma: cada vez conocemos a más familias con miembros que emigran hacia el vecino país del norte o, al menos, hablan con más frecuentemente de irse por no encontrar aquí solución a sus problemas —lo malo es que Estados Unidos (EE. UU.) tiene oficialmente 40 millones de pobres y varios hacen filas diarias en los comedores gratuitos—, no hay Gobierno mexicano que detenga esta emigración, no han podido con esta tarea. Así que tampoco será fácil echarse una carnita asada allá. No hay mucho para dónde hacerse.

Sonora está en riesgo de perder su identidad gastronómica, en parte porque la inflación hace cada vez más inaccesible la carne de res para la población; conozco a vecinos sonorenses para cuyas familias comer carne asada es todo un acontecimiento del año. Tampoco esto es una exageración, pues es poca la población local que sabe preparar salsas caseras y toda su vida ha sazonado su comida con salsas comerciales, su paladar está tan acondicionado por los grandes capitalistas de las salsas industrializadas que no conciben otro sabor o todo les parece insípido, de tan acostumbrados que están a las estridencias gustativas capitalistas. He conocido a mujeres del pueblo que siempre han cocinado su arroz sólo con puré de tomate comercial y, sorprendidas al saberlo, se les hace imposible creer que se pueda hacer con tomate rojo natural.

La tragedia cultural gastronómica de Sonora (que es real, muy a pesar de todos los chovinismos) se hace más profunda con la 4T y la carne de res se va haciendo, pues, un mito para los pobres y un privilegio para las minorías.

En el reino de la mercancía, en la sociedad planeada de origen para privilegiar la venta de la mercancía y no la satisfacción de las necesidades humanas, el aumento de precios de las mercancías es una maldición para los humildes y una bendición para los dueños de gigantescas cantidades de mercancías; no cuesta mucho entender a cuál clase social beneficia dicho aumento.

La 4T nunca se planteó siquiera limar las uñas a los grandes potentados, que como nunca han aumentado sus riquezas en estos años de pandemia. El mercado halló en la 4T el mejor protector que jamás haya tenido, sólo que se está atragantando; en contraposición, cada vez menos pobres pueden vestir o calzar toda la ropa y los zapatos existentes o, peor aún, comerse todo lo que produce. Más pobres tendrán que contestar: ¡No, no se va a hacer la carnita asada!, se la tendrá que comer el que pueda, pero ¡aguas!, es mejor que los ricos comprendan que el exceso de comida en la garganta impide respirar y produce accesos violentos incontrolables. 

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